IMPERIOS CENTROAFRICANOS
En el estudio tradicional
de la historia, sobre todo en el caso de la educación preuniversitaria se ha
obviado hacer referencia a aquellos pueblos que habitaron en África antes de la
llegada del europeo. Muchos de esos pueblos formaron esplendorosos imperios y
civilizaciones que perduraron durante siglos e hicieron enmudecer de asombro a
los primeros hombres blancos que llegaron a sus confines y que previsiblemente,
dada la proximidad geográfica y obligado cruce de rutas marítimas, influyeron
notablemente en la cultura de las poblaciones canarias precoloniales.
Con la
aproximación a este aspecto histórico, no pretendemos otra cosa que dar un
primer paso para difundir un importante aspecto casi siempre olvidado, o citado
de forma pasajera (expediciones portuguesas a África durante el siglo XIX,
guerra de los bóers e independencia de Sudáfrica...), y recordar que aunque nos
cueste reconocerlo la Historia no es exclusivamente la de Europa y sus logros.
La
escasez de fuentes, algo común cuando nos acercamos a la Historia de estos los
pueblos del África subsahariana, hace que no se tengan muchos datos de sus
orígenes, aunque se cree que a partir del siglo VII comenzó una época de
dominio bajo la tutela del pueblo sakulé.
Las
crónicas de geógrafo árabe El Bekri, nos le muestra como el más poderoso reino
de la región durante el siglo XI. En
permanente contacto con las rutas transaharianas realizaba un fructífero
comercio, importando cobre, tejidos y sal, y exportando principalmente oro,
proveniente de la región de Wangera, en Senegal. En uno de sus relatos hace
mención de dos ciudades, una de las cuales, habitada por musulmanes, contaba
con más de doce mezquitas. Allí residía el rey, rodeado por intérpretes,
guardianes del tesoro y soldados, miembros de un ejército que en casos de
necesidad podía llegar hasta los 200.000 soldados. Las excavaciones realizadas
en 1914 al sur de Mauritania descubrieron los restos de una ciudad, que por las
inscripciones y restos de construcciones podía ser la misma de la que hablaba
El Bekri.
El
fructífero negocio del oro reportaba al imperio de Ghana ingentes beneficios,
que iban destinados en su mayor parte al mantenimiento de su gran ejército.
Aparte
de El Bekri, otros autores árabes hacen mención de este reino. Así Ibn Jaldún y
el Idrisi describen el lujo de esta civilización. La seda y el terciopelo eran
tejidos corrientes entre el pueblo, la decoración de los palacios y templos era
de una riqueza exquisita, incluso la suntuosidad de los establos reales estaba
fuera del alcance de las monarquías occidentales de la época. Como anécdota
citan que cada caballo era atendido por 3 cuidadores que entre otras labores,
recogían los excrementos del animal antes de que cayesen al suelo.
El
esplendor de Ghana terminó con la aparición de los almorávides. Dirigidos por
Yahia Ibn Ibrahim ó Ibn Yusuf, un fanático que sustentaba su fuerza en la
predicación de la guerra santa,
conquistaron la mayor parte del territorio al oeste del Sáhara. Sus sucesores
continuaron esta política expansionista, llegando a la Península Ibérica hacia
1070, donde tras vencer la oposición cristiana encarnada en Alfonso VI,
iniciaron un periodo de dominación e influencia.
La
expansión africana de los almorávides, que intentaron conquistar sin éxito
estas islas, tenía que chocar tarde o temprano con el reino de Ghana, el más
importante de la zona, lo que sucedió ante la negativa del rey Bassi a
convertirse al islamismo. La fortaleza de Ghana no fue suficiente para detener
al ímpetu fanático y tuvo que declararse vasallo de los almorávides.
Formado
por la tribu de los mande a orillas del Níger hacia el siglo XI le encontramos
en el XIII como una de las potencias hegemónicas de la zona. En el XIV su
dominio alcanzaba la mayor parte de los territorios de las actuales Senegal y
Nigeria.
El
nacimiento del reino de Mali, atribuido al príncipe de la dinastía Keita
Sundiata, está íntimamente relacionado con la desaparición de Ghana pues muchos
de sus pueblos vasallos vieron la oportunidad de obtener la independencia. Uno
de ellos, el reino de Susu, observando un posible rival en el incipiente pueblo
de Mali, decidió eliminar ese peligro al ordenar su rey Sumanguru asesinar a toda la familia real de Malí. Como
sucedió con los omeyas, tras la toma de poder de los abasidas, uno de los
herederos, Sundiata, consiguió sobrevivir (algunos opinan que su cojera hizo
creer a los asesinos de su incapacidad). No sólo no era un inútil, sino que
tras su ascensión al trono en 1230 inició una rápida expansión de su reino, que
se reflejó en la anexión de los pueblos vecinos, incluidos el reino de Susu y
de Ghana.
Los
logros de este monarca no se limitan al campo militar, ya que puso los
cimientos de economía agraria basada en el algodón y la fabricación de tejidos.
Los
primeros años del siglo XIV fueron los de mayor esplendor del reino de Mali,
bajo el gobierno del mansa (emperador) Congo Musa (1307-1332). Aunque
sus éxitos militares fueron considerables, conquistó Tombuctú y Gao, consiguió
gran fama gracias a la peregrinación a La Meca, y el considerable reparto de
regalos que realizó en Egipto, lo que provocó una importante inflación.
Como
resultado de este viaje se construyó la mezquita de Gao, tarea encomendada al
arquitecto andaluz Es Saheli, a quién conoció en La Meca y que posteriormente
se unió a su caravana.
Como
en el caso de Ghana con El Bekri e Ibn Jaldún, parte de las noticias que
tenemos de Malí proceden de relatos de viajeros e historiadores árabes. Aquí nos encontramos con la narración de Ibn
Batuta, quien habla del enorme sentido de la justicia que tenía este pueblo, de
la piedad de sus habitantes a pesar del lujo y la riqueza que poseían.
Las
relaciones diplomáticas que mantenía con reinos como el de Marruecos y
potencias como Portugal no impidieron su progresivo declive, acentuado tras la
pérdida de Tombuctú a manos de los tuareg en 1433 y de Jenné en 1473 por los
songhai. En esos momentos su dominio se
limitaba a las tierras de los mande (la tribu originaria) y la ocupada por los
bambara, quienes a fines del XVII consiguieron liberarse del yugo mande y
fundar dos reinos el de Ségou y el de Kaarta, que a principios de XIX se
apoderaron de su antiguo opresor. A partir de entonces, y hasta la toma de Jenné
por los franceses en 1893 la zona se vio envuelta en una serie de conflictos
entre diversas etnias, como los bamabara y los fulani.
El
tercer reino de la zona comenzó una época de prosperidad a finales del siglo
XV, tras la conquista de Jenné y Tombuctú por Sonni Alí, (Alí el Grande), de la
dinastía Sonni. Con capital en la ciudad de Gao, conoció su periodo de máximo
esplendor en el siglo XVI. Más extenso
que el anterior, por el norte llegaba a zonas de la actual Argelia, lo que le
permitió el control de las minas de sal, por el Este fue trascendental la
ocupación de la ciudad de Agades, punto vital para el control de las rutas
comerciales que se dirigían a Túnez, Tripolitania y Egipto. Finalmente en 1513
Askia Mamadú (que había llegado al poder tras un golpe de estado que derrocó a
la dinastía Sonni) se apoderó de los estados Hausa, con lo que consiguió el
dominio de la Nigeria del Norte.
Junto
a sus conquistas, este emperador fue conocido por la rigurosidad con al que
profesaba el islamismo, y que facilitó enormemente su difusión por el oeste de
África.
Fomento
el estudio y la investigación, y a su corte acudían sabios de todo el mundo.
Gao, Ualata y Tombuctú se convirtieron en centros de saber y la universidad de
Sankore, fue una de las más importantes del mundo en ese periodo.
Una
de las tareas más importantes que realizó Askia fue la organización de su gran
imperio, para lo cual contó con la colaboración de los ulemas y los
traficantes.
En
primer lugar procedió a la división del territorio en provincias, a cuyo frente
colocó a un gobernador. Para dirigir los asuntos internos creó los ministerios
de Hacienda, Justicia, Gobernación y Agricultura.
Asimismo
se estableció el ministerio especial para los tuareg y beréberes de la zona
norte del país. El sacerdote mayor se ocupaba de aquellas minorías no
islámicas, que basaban sus creencias en los espíritus y antepasados.
Junto
con estas medidas de orden político y administrativo Askia potenció la
agricultura de su reino, sobre todo en las regiones más áridas, gracias a la
construcción de canales de riego.
Su
muerte dio lugar al inicio del declive del reino de Songhai, un reino que en
palabras del viajero León el Africano, era riquísimo, no sólo materialmente,
sino también culturalmente, como lo expone en su Historia y descripción de
África: “...todos ellos reciben buen salario del rey. Este siente gran
respeto por los sabios. Hay una gran demanda de libros, que se importan de
Berberia. El negocio de los libros da mejores resultados que cualquier otro...”
En
el siglo XVI los ejércitos de Marruecos, con armas de fuego, conquistaron Gao y
con su caída terminó el periodo de prosperidad del reino de Songhai.