PREGÓN DE LAS FIESTAS DE LA CRUZ CHICA DE GUAMASA:

LO CULTURAL Y COSTUMBRISTA EN LOS CRUCES DE CAMINOS

 

Fiesta de la Cruz Chica (Guamasa- La Laguna- Tenerife) Viernes 30 abril, 20 horas. Pregón de las Fiestas a cargo de Miguel Leal Cruz (Licenciado en Geografía e Historia y en Ciencias de la Información) Trascribimos el texto literal del pregón de las Fiestas que en el pasado viernes, 30 de abril, tuvo lugar en el pago de la Cruz Chica, en el término municipal  de San Cristóbal de La Laguna (Tenerife), con motivo de sus fiestas patronales,

 

Excelentísimas e Ilustrísimas autoridades.

Sra. Alcaldesa de La Laguna Doña Ana María Oramas y González Moro.

 

Buenas tardes a todos: Ante todo agradecer a los miembros de la Comisión de Fiestas que hayan invitado y confiado en este licenciado para compartir con vosotros el acto inaugural de la celebración, un año más, de las fiestas de mayo en la Cruz Chica, este entrañable lugar situado junto a la cabecera norte del Aeropuerto de los Rodeos, cuyas zonas aledañas guardan tanta historia pasada.

No es fácil para ello hallar argumentación histórica suficiente y confiable por tratarse de un lugar determinado enclavado en Guamasa y dentro del término municipal de San Cristóbal de La Laguna. No obstante hemos reunido varios aspectos documentales sobre todo costumbristas y antropológicos que espero sean de vuestro interés y agrado.

ASPECTOS GENERALES

Como sabemos La Cruz Chica, es uno más de los barrios agrícolas que componen la zona lagunera conocida por Guamasa, juntamente con la parte central Santa Rosa de Lima, Tabares, Marimba, El Boquerón, La Cañada, El Majano, sin dejar de mencionar el que llaman Carretera General o La Cordillera hacia lo alto.

Desde siempre la abundancia de zonas llanas, con buena tierra vegetal y por tanto de gran fertilidad ha propiciado la actividad agraria tradicional.

Es de aclarar que el topónimo Cruz Chica da nombre a otros muchos lugares de la geografía en todas las Islas aludiendo siempre al símbolo cristiano por excelencia que los conquistadores y colonizadores introdujeron en las diversas geografías de Canarias y posteriormente en América. La celebración de las fiestas de la Cruz, por mayo, constituye uno de los actos religiosos más arraigados en estas islas desde siempre. 

Hasta hace apenas unas décadas esta actividad agrícola se hallaba en pleno auge con los excelentes cultivos de medianías: papas, cebollas, trigo, centeno, viñas, diferentes árboles frutales…, en decadencia en estos últimos tiempos por retroceso de la propia agricultura insular y de toda Canarias.

Sin embargo, ahora, este barrio y su juventud, principalmente, se integra en otras actividades menos apegadas a la tierra pero si las del sector servicios en el casco lagunero, Santa Cruz, El Puerto o Tacoronte.

Formando esta zona parte, como queda dicho, de Guamasa, a mediados del siglo XIX constituían conjuntamente un pequeño núcleo habitado al borde del camino que conducía a Tacoronte así como por este mismo lugar por otro camino hacia el interior por Agua García hasta La Orotava, llamado históricamente Camino Real o de La Villa. Apenas contaba con media docena de casas, construidas con piedra, barro, madera y tejas, la mayoría propiedad de la familia Abad, que eran los pocos dueños y señores que se repartían ese don” (según Pérez Acosta, Hermógenes, 1985)

A esto alude un cantar popular muy antiguo que decía: “De Tejina los Castillos, de Tegueste los Melianes, de Tacoronte los Dorta y de Guamasa los Abades”.

A partir de principios de siglo XVII, (hace más de 300 años) el casco histórico de La Laguna sufre un notable estancamiento demográfico, tal vez producido por la demanda de las colonias de América que precisaban constante poblamiento para impedir cayeran en manos de los enemigos de la Monarquía Hispánica, pero también, es posible, que este hecho sea motivado por la proliferación de caseríos rurales en las proximidades, menos controlables estadísticamente, como pudieron ser, este lugar entre otros, y zonas de Guamasa que tratamos, por ser lugar de tránsito permanente con el Norte como se ha apuntado. Esta tendencia iría aumentando en los dos siglos siguientes por el carácter netamente rural de la mayoría de la población lagunera hasta el punto que entre 1560 y 1805, La laguna, o casco que llamaríamos hoy, sólo aumentó en 2450 vecinos (durante unos 250 años), que por lo significativo, vendría que explicar lo que pretendemos teorizar como fruto de la dispersión poblacional hacia la periferia. Por lo que efectuado un análisis visual en la morfología de la Ciudad de los Adelantados a través de los planos históricos de Torriani en 1588 y Pereyra Pacheco en 1831, apenas hay diferencia en cuanto a aumento de nuevas estructuras urbanísticas apreciables.

Sin embargo, la laguna, el lago, permanecía cubierta de aguas hasta en los meses de verano, situada en las proximidades de la que hoy es el campo de La Manzanilla y hasta apenas cien metros de la Iglesia de la Concepción, de la que hacían uso los vecinos y abrevaban toda clase de ganados, sobre todo caballos, mulos, vacas y hasta cochinos, rodeada de molestos mosquitos entre cañaverales y otras plantas putrefactas. Pero esta gran charca sería la que en definitiva daría nombre a la ciudad.

Por a ser foco de continuas enfermedades infecciosas, fue desecada definitivamente en 1837 aumentando así la constante demanda de suelo agrícola y de expansión urbanística. De esta forma se facilitaría el desarrollo de más cultivos en la fértil vega.

En el libro publicado por Constantino Criado Hernández, editado en el año 2002 por el Ayuntamiento, se describen aspectos de este pequeño lago que servía, entre otros menesteres, como lugar de caza debido a la cantidad de aves de todo tipo que se llegaban allí para beber, para abrevar el ganado como queda dicho, incluso los de esta zona de la Cruz Chica cuando viajaban a La Laguna para llevar mercancías y productos de la tierra. En diferentes momentos fue usado como lugar de lavadero. 

Incidiendo en Guamasa y Cruz Chica, en torno a los años centrales del siglo XIX, como figura en Archivos oficiales por censos llevados a cabo desde la capital de España, los vecinos y edificios que existían en la zona eran: 6 casas terreras de un piso, 7 de dos y 17 chozas a modo de vivienda habitadas 28 familias formando en total unas ciento veinte personas, seguramente trabajadores de la citada familia de los Abades, aparceros o similares…Se describe en algunos documentos que por San Lázaro y por aquí vivían, desde el siglo XVI, esclavos negros y moros, a más de la población más pobre.

Las casonas de gran porte que aún se conservan en Guamasa sobre todo por Santa Rosa, fueron muchas de ellas fruto de las remesas dinerarias que desde la Habana remitían los inmigrantes más favorecidos o que construían una vez que han regresado definitivamente de Cuba o de otros lugares de la ancha América, según Manuel de Paz Sánchez y Manuel Hernández González, profesores americanistas de nuestra Universidad, entre otros.

A principios del siglo que nos ha dejado, el XX, fue de gran auge agrícola, especialmente en el sector cerealero gracias a modernas técnicas como trilladoras, cegadoras, y otros artilugios para aventar el grano, que llegó a ocupar a mucha gente en la época veraniega de recolección donde trabajaban de sol a sol como norma habitual de la época. Eran frecuentes las imágenes de las carretas cargadas de gavillas que se trasladaban al molino creado por los Abades que convirtió a todo esta zona en centro de acogida de todas las mieses que producían no solo los cercanos campos del Rodeo, sino incluso de Tacoronte, La Esperanza e incluso más lejanos.

Las manifestaciones de Doña Concepción Reyes Tejera, ya fallecida, (hechas a Candelaria Díaz Palmero, Septiembre de 1991 autora del libro Las Fiestas de Guamasa), nos dice: “Todas las mujeres, que trabajaban con dicha familia, (o en otros lugares) iban a sembrar millo, a recogerlo, a escamisarlo. La comida era: gofio revuelto y pescado, a lo que añadía vino. Nos pagaban con millo o trigo pero también nos daban la comida que preparaban las criadas de los Abades…”

Las condiciones de vida y trabajo de aquellas épocas eran muy duras, incluso obligando a los habitantes de la zona a dirigirse a otros pueblos cercanos, Tacoronte, Tegueste, La Esperanza, con el fin de obtener un jornal complementario que ayudase a la subsistencia de la familia. A veces permanecían temporadas de una o varias semanas en los lugares de trabajo, debido a las dificultades de los desplazamientos (no había servicio de autobuses o guaguas como ahora) que se realizaba a pie, o en burro o mulo, a través de fatigosos caminos o veredas. Lo más frecuente era que se trabajara en zonas cercanas.

Como nos dice Concepción Reyes Tejera: “Trabajé en el tabaco, tomates, batata (boniatos en La Palma) y también en Valle Guerra cuando el trabajo se acaba aquí, por las cercanía de Guamasa, después que recogíamos la cosecha en El Rodeo. Estuve siete años bajando todos los días al Pris de Tacoronte, a los tomates o cargando piedras para hacer huertos. Bajábamos y subíamos caminando todos los días muchas chicas con risas y fiestas y no nos pesaba. A trabajar iban muchas mujeres, todas ahí abajo…”

La alimentación cotidiana era sencilla, semejante a otros lugares de la isla e incluso de Canarias, destacando los cereales, trigo, avena, centeno de donde se sacaba “el gofito de siempre” (gofito que no falte era una frase hecha, muy cotidiana). Las papas, leche de cabra, queso o pescado fresco o salado. Todo el que tuviera un trozo de terreno, casi todas las familias lo tenían e incluso varios, lo aprovechaban al máximo para obtener el máximo rendimiento aprovechando la humedad de la brisa del viento de norte (alisio) que surtía gran efecto en la excelente tierra de estos parajes y cuya producción (millo, trigo, chochos, papa, con lugares, bajo paredes sobre todo, destinados a viña permanentemente). El producto obtenido era casi siempre para el autoconsumo de la familia o bien, en algunos casos, se vendía en el mercado local lagunero en especial el vino, uno de los productos más importantes de la zona ya a raíz de la colonización de la isla en el siglo XVI, que se iba a vender al casco de La Laguna, trasladando los barriles (cuartones en La Palma) a hombros o en burro, pasando por San Lázaro y San Benito donde, antes de entrar en la Ciudad por La Concepción, había que abonar la correspondiente tarifa en la caseta del fielato. 

Pero no todo eran amarguras. Durante las fiestas de la Cruz Chica y sobre todo en las de Santa Rosa de Lima, principal celebración de Guamasa desde la víspera del primer domingo de septiembre, tenían lugar las manifestaciones festivas, religiosas principalmente. Hemos de hacer constar que hace dos años se ha creado, en este mismo lugar, la Asociación de Vecinos Las Cuatro Veredas de La Cruz Chica, organizadora de estas fiestas que antes dependían de la de Santa Rosa de Lima.

Pero no cabe duda que para las fechas el divertimento principal era el baile. Como dice Doña concepción: “Los bailes eran allí en la plaza y a veces en el Casino. Siempre de parranda, cuatro o seis amigos, con guitarras, bandurrias y otros instrumentos… La mayoría de los bailes salían de ahí, de las parrandas. Llegaban cuatro amigos a un ventorrillo, pedían un litro de vino, empezaba a cantar y luego no pagaban más por que todos los invitaban y a veces la fiesta se concentraba en dicho lugar…” Don Fermín Martín nos informa además, según recoge Candelaria Díaz Palmero en publicación citada sobre las fiestas de Guamasa, que: “Lo que la fiesta de Santa Rosa tenía antes eran muchos ventorrillos, el típico ventorrillo tapado con sábanas y donde se concentraba todo el bullicio. Las fiestas la hacían los ventorrilleros y siempre con carne de cochino que con papas arrugadas era el fuerte de la época, a veces con garbanzas pero siempre que no faltara la carne de cochino”. Ventorrillos de carne, el olor tumbaba a la gente. Antes sí que había verdaderos ventorrillos, dice Doña Concepción Reyes, y los chicos nos compraban turrones que traían las mujeres de Tacoronte. Era nuestra diversión.

Es importante introducir aquí las danzas del folklore popular, con arcos y cintas que se forma aquí en La Cruz Chica, que bailaba Virgilio Rodríguez Marrero, pariente de Digna de la Cruz, una buena amiga, aprendidas de los fundadores, en Guamasa, Don Pedro Gómez Rodríguez y Don Elías Afonso López, que ya nos han dejado. Esta muestra de nuestro folklore ha sido estudiado y recogido por el grupo de la Escuela de Magisterio que con tanto éxito dirige el profesor Manuel Lorenzo Perera. 

Por todos estos sitios, volviendo unos cuantos años atrás, según consultamos en el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Pascual Madoz, para los años 1845-1850, donde se lee: “ este lugar, dedicase por lo común, al cultivo de cereales en gran porción, y casi exclusivamente el que se conoce con el nombre de Los Rodeos, donde se alterna dejando holgado una parte de cada propiedad, que cada segundo año se siembra de altramuces o habas para beneficiar la tierra; otra gran parte sirve para el plantío de papas (sic), que no sólo bastan al consumo de los naturales (de toda La Laguna) y al del inmediato pueblo de Santa Cruz en que se regulan de 80 a 100 costales diarios, sino que de pocos años a esta parte es un artículo de exportación en buques catalanes que las llevan a la Habana y al Brasil, (cuando lo cierto es que la patata fue traída e introducida en toda Europa desde los Andes peruanos por los españoles) así como en una escala menos extensa, las conducen otros buques a las colonias inglesas o francesas de la inmediata costa de África. Fuera del trigo y de las papas, se cosecha también mucho millo (sic) que se vende en el lugar, en La Laguna, o en los pueblos inmediatos. Alguna corta cantidad de vino (especialmente en torno a Geneto) y, finalmente mucha fruta, pues el plantío de árboles se va progresivamente aumentando, de modo que no sólo se cosecha la necesaria para el consumo de esta población (San Cristóbal de La Laguna), sino que se abastece a Santa Cruz, a cuyo punto se llevan además verduras y hortalizas que allí faltan.

Es de destacar lo que apunta el profesor Manuel Lorenzo, respecto a las costumbres de la Cruz Chica, quien nos dice como mujeres y hombres caminando o en burro o mulo desde Icod el Alto, traían por Navidad pavos (las famosas paveras) y cochinillos, en ceretas de esparto, dos en cada una, sobre la albarda de los mulos, para vender en La Laguna o Santa Cruz, (las gallinas eran para los más pobres). Pero estas gentes pernoctaban en la Cruz Chica donde tenían amistades o contraían nuevas, e incluso al calor de fiestas se formalizarían nuevos matrimonios

LA GANADERÍA EN ESTA ZONA

En lo que se refiere a ganadería: La cría del ganado es escasa, efecto del cultivo general al que los terrenos se hallan destinados y, de no haber dehesas ni prados artificiales (todo lo contrario a la utilidad como dehesa que daban los guanches a esta zona para pastoreo), pero hay el suficiente número de yuntas destinadas a la labranza y, en toda la población esparcida en el campo, se cría bastante número de cabezas de ganado lanar y de cerda, de que se surte el vecindario”.

Es aquí donde introducimos la elaboración de los llamados frontiles por ser de la Cruz Chica sus principales creadores.

Los frontiles utilizados para los bueyes de labranza o de arrastre, que tanto fueron utilizados en otros tiempos no lejanos, pero hoy tienden a desaparecer.

Sin embargo, como quiera que una de las familias que más han trabajado en la elaboración de los mismos, proceden y han vivido aquí en la Cruz Chica, nos detendremos un poco en esta singular pieza artesanal que, colocada en la frente del animal, este rendía mucho más en el trabajo al tiempo que no sufría tan fuertemente la presión de la canga del arado.

No podemos dejar de constatar que los toros mansos, bueyes, o vacas, sin descartar otros animales de la misma especie en otras geografías planetarias, han sido utilizados desde la misma prehistoria para arrastre de objetos y materiales y sobre todo para arar la tierra.

Pero, al principio, anudaban la cuerda alrededor del cuello lo que producía ahogo en el animal, asfixia y por tanto rendimiento mínimo. Posteriormente anudaba el brazo del arado a los cuernos directamente, pero con grave riesgo de romperlos como así ocurría. Ya desde época griega y romana y sobre todo en torno a los prolegómenos de nuestra Era cristiana, comenzaba a usarse el yugo, llamado la canga en La Palma, para dos animales en paralelo y la misma sujeta a una almohadilla que se colocaba en la frente de los mismos para aguantar la presión que ejerce la cuerda de cuero, la coyunda o la cinta utilizada para sujetar el yugo: Esta almohadilla es lo que se llama el frontil.

El 7 de diciembre de 2002 fallecía a los 87 años un hijo de esta zona y experto frontilero: Don Andrés Cabrera Ramallo, a quien por estas pasadas fechas, diciembre de 2003, la Asociación de Ganaderos de Tenerife (AGATE) le ha dedicado una especie de homenaje en su recuerdo.

Don Andrés se ha llevado consigo un amplio conocimiento de la técnica empleada en la confección de los frontiles, legado heredado de sus ascendientes –padre y abuelo – y que tanto favorecieron el trabajo de las reses durante tantos años de labranza continua en estos campos que nos rodean.

Según investigaciones del doctor y profesor de la Universidad de La Laguna Don Manuel Lorenzo Perera, gran amigo y que es quien debería estar aquí, que nos dice: el hijo de Don Andrés, Don Víctor Cabrera Rodríguez, también vecino de por aquí, le informó sobre la confección de los frontiles, que aún continúa haciendo, “por tradición familiar y para que no se pierda”.

Según hemos averiguado el frontil consta de tres partes, cosidas entre sí, para formar una sola pieza.

1)     Parte delantera en la que se colocan las trenzas. Su función es evitar el desplazamiento vertical de la soga, coyunda, o cuero que se utilice para amarrar a la frente del animal.

2)     La parte central está compuesta por una empleita, enrollada y cosida, formando una almohadilla ovalada.

3)     El empaquetado o parte posterior se corresponde con la zona que esta en contacto directo con la frente del animal, hecha con ramilletes de esparto entrelazados mediante costuras y desde donde parten los flecos.

El material usado tradicionalmente para la elaboración de los frontiles ha sido casi siempre de esparto. Dice el artesano: “la empleita de esparto guisado y trenzado, hoy la compramos por rollos, así es más resistente; antiguamente, le sacaban el esparto a las seretas que venían con higos pasados…” Este material que siempre se ha importado, es cada vez más difícil de conseguir. El esparto es una fibra vegetal grosera que ya apenas se cultiva y poca gente se dedica a cogerla” dice el hijo del maestro de los frontiles. Víctor Manuel aprendió con su padre,”viéndole hacer”; él se fijaba en el desarrollo de esta labor, que empezó a ejercer una vez fallecido su progenitor como hemos dicho. Ha sido un aprendizaje asumido de forma patrilineal; su abuelo Juan Cabrera Hernández, natural de la Cruz Chica (desde donde hablamos), hizo de esta actividad su medio de vida, llegando a exportar frontiles a Cuba, Gran Canaria y otros lugares. El abuelo lo había aprendido de su bisabuelo, y aquí ya se pierde en el tiempo, según Manuel Lorenzo Perera, el origen de esta manufactura tan popular y tan próxima a la agricultura de labranza en estas Islas Canarias.

LUGAR ANTIGUO DE PASO

De gran importancia para la Cruz Chica, y otros barrios de Guamasa, fue ser lugar de paso obligado desde muy antiguo.

Primero fue lugar estancia y de tránsito para los aborígenes guanches que utilizaron las zonas de Los Rodeos como pastizales para sus ganados, principalmente cabras y ovejas sin lana de origen africano que guardaban unos pequeños perros llamados “Lanchas”. Constituía una amplia Dehesa que abarcaba todo lo que denominaban Aguere, extendiéndose hasta Las Mercedes, bordeando la antigua Laguna, Ortigal y zonas limítrofes. Estaba en gran parte invadido por la laurisilva, como la que ahora perdura en Anaga y otros lugares de montaña de Tenerife. Apenas utilizada como terreno agrícola por los aborígenes.

Sin embargo, no toda la vega lagunera era igual pues donde tuvo lugar la batalla de Aguere para unos, y de La Laguna para otros en 1495, en las inmediaciones al lugar donde hoy se encuentra la Cruz de Piedra, y que terminó en las laderas próximas de la Montaña de San Roque y ermita de San Miguel…, se habla en las crónicas de terreno apenas sin arboleda, y por ello elegido por los españoles que precisaban campo llano sin árboles para el movimiento y efectividad de la caballería, fundamental para ellos.

Por este lugar también pasó Fernández de Lugo a caballo, poco más de un año antes (1494) después de derrotado en Acentejo, donde dicen que unos guanches le arrojaron tan certera pedrada en la boca que como consecuencia perdió los dientes llegando malparado al campamento de Santa Cruz, para unos, Añazo para otros. Pero también por aquí pasaron los guanches supervivientes tras la derrota de La Laguna en 1495 y exactamente por aquí cerca, zona Rodeos-Guamasa, según pudimos constatar, Fernández de Lugo el llamado Adelantado de Canarias, instaló en diferentes momentos campamentos de vigilancia, así como por la Atalaya o próximo a San Lázaro, vigilando la zona de paso obligado para los aborígenes así como sus movimientos antes del ataque a La Orotava y posterior derrota en Acentejo, aludida, al regreso del Valle. Desde dichos campamentos fortificados de forma rudimentaria sostuvo el conquistador encuentros esporádicos con gentes de Tegueste y Tacoronte, y en algún momento abandonado por la presión de los guanches atacantes que le obligaron a trasladarse a su campamento base en Gracia.

Viera y Clavijo en su obra “Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, menciona a Guamasa, lo más seguro por esta zona donde nos encontramos ahora, para referirse al lugar de paso para la retirada de Bencomo el rey de Tahoro, en compañía de Acaymo de Tacoronte, tras el fuerte descalabro sufrido en la Batalla de Aguere o de La Laguna, y que alcanzado por el uno de los vencedores, Guillen Castellano, le fue mostrada la cabeza de su fiel hermano Tinguaro muerto en la Montaña de San Roque

Más tarde otras fuentes históricas, hacia el año 1797 un viajero francés André Pierre Ledrú, nos habla de la fértil llanura existente antes de llegar al Monte de Agua García, se refería a Los Rodeos, Cruz Chica, Ortigal, por el camino Real a la Orotava.

DILIGENCIAS, TRANVÍA Y GUAGUAS.

Es claro que la circunstancia geográfica que se da en este paraje obliga a ser zona de paso obligado de siempre, como se ha dicho anteriormente, para aquellos que se quieran trasladar al Norte de la Isla, desde La Laguna o Santa Cruz, e incluso desde Candelaria, Arafo o Güimar.

Suponemos sin incurrir en error que los mismos aborígenes lo usaban frecuentemente a pie, pues no está constatado la presencia de ningún animal de carga ni siquiera camellos.

Los castellanos en plena conquista y colonización como queda dicho usaban el caballo, el burro o el mulo, para trasladarse al Valle de La Orotava por el camino de la Villa a través de Agua García, o a Tacoronte y Tegueste por el Portezuelo, salvo que lo hicieran también por Las Canteras.

Más tarde, a medida que los caminos reales se ensanchaban y acondicionaban, se usaron las carretas arrastradas por bueyes, sin dejarse de usarse el caballo como elemento primordial para los desplazamientos, sobre todo para gentes acomodadas. A veces se le improvisaba una especie de cobertizo de tela sujeto a la silla para trasladar mujeres y niños o enfermos graves, evitando así el fuerte sol o la lluvia en algunas épocas.

Es en 1884, cuando se constata el primer ómnibus que operaba con un carruaje de un solo caballo que transportaba cinco personas, primero entre Santa Cruz y Laguna para extenderse posteriormente a La Orotava al año siguiente atravesando como es natural este pago de La Cruz Chica. En este año ya existían varias empresas que llegaron a transportar unas 16 mil personas por año entre Santa Cruz y La Orotava, que ya realizaban el recorrido con relativa velocidad. Figúrense la importancia que tomaba esta zona de paso, donde, en algún lugar, habría una especia de parada y fonda para descanso del personal y abrevar al caballo o caballos.

En 1898, fecha de la independencia de Cuba, el gobierno español para evitar descontentos en estas Isla, ideó varios proyectos de mejoras entre ellos sustituir este sistema de transporte incómodo por el de un tranvía, que llegaría hasta Icod, según el proyecto inicial.

El viaje inaugura que sólo llegaba hasta La Concepción de La Laguna desde la terminal de Santa Cruz, pasando por La Cuesta, tuvo lugar el 7 de abril de 1901.

En 1904 se acordó continuar el proyecto hasta Tacoronte, con escala final en el Hotel Camacho, inaugurándose la línea el 27 de julio de este año, manteniéndose este recorrido durante varios años.

En 1950, la sociedad que explotaba estos tranvías eléctricos, contaba con 21 kilómetros de recorrido, cuyos talleres, cocheras y oficinas centrales se encontraban en La Cuesta a la altura de Vista Bella.

Las diligencias tiradas por caballos fueron sustituidas por las llamadas “guaguas”, y fue precisamente la empresa del Hotel Camacho de Tacoronte, en 1902, quien inauguró una línea de guaguas que partía desde La Laguna, para no competir con el tranvía de Santa Cruz, y pasaba por Tacoronte y llegaba hasta La Orotava, línea creada en principio con visión turística.

El primer coche turístico de motor de explosión que pasó por La Cruz Chica camino de Tacoronte y Orotava fue matriculado en 1905, y en 1906 es posible que el Rey Alfonso XIII, pasara por este lugar para visionar el monte Teide desde Tacoronte.

Las velocidades de estos vehículos no podían superar los 12 kilómetros por hora y en 1911 había matriculados en Tenerife 43 turismos, muchos usados para trasladar a visitantes ilustres hasta el valle de la Orotava, como turistas.

Hoy sabemos que el servicio se cubre con TITSA, en enero de 1978 sobre la Empresa Transportes de Tenerife, fundada en 1942, y obvia decir que Cruz Chica y Guamasa fueron testigos del paso de todos estos medios de comunicación.

Y hoy, esta vez por el aire, perciben y sufren además los aviones de todos los tamaños y compañías que surcan el cielo en cualquier hora del día y de la noche y a cuyo ruido de aterrizaje o despegue están ya acostumbrados los vecinos.

AEROPUERTO DE LOS RODEOS

Y por último, decir algunas palabras sobre el Aeropuerto prácticamente enclavado, gran parte de la cabecera norte, en la Cruz Chica.

A la altura de San Lázaro y de este propio lugar, los terrenos casi en planicie y fáciles de roturar y explanar dieron lugar a la pista del que más tarde sería el Aeropuerto de Los Rodeos, de Tenerife o de La Laguna y en donde hubo escalas relevantes y de utilidad civil y militar antes y durante algunos momentos de la guerra civil española.

Es en la década de los 40 del pasado siglo cuando comienza el verdadero auge del aeropuerto lagunero de Los Rodeos.

Según se desprende de la publicación Portafolio de Tenerife, editado por la Empresa Leoncio Rodríguez, en comentario a un artículo de el periódico El Día, de fecha 13 de octubre de 1941, que consultamos, entre otras cosas dice: “Estaba previsto que las obras de la terminal de viajeros y dependencias aledañas diesen comienzo, en breve plazo, puesto que en aquellos momentos se ponían en limpio (sic) los planos para proceder al replanteo, correspondiendo el trabajo, como iniciación de la labor posterior de dirección de las obras, al arquitecto tinerfeño, camarada José Enrique Marrero Regalado”.

El proyecto era de enorme importancia para el desarrollo de la economía insular en aquellos momentos de penuria que siguieron a la guerra civil.

Según expresaba El Día “todo se hallaba perfectamente adaptado a las condiciones y características generales del edificio a construir… con un estilo que denomina “barroco colonial” que sin poderse catalogar íntegramente como genuino en nuestras construcciones, presenta las mismas cualidades de las que hemos dado en llamar arquitectura canaria, que no es otra cosa que la adaptación al paisaje y a las condiciones de las maneras y estilos traídos a las primeras edificaciones en las islas por los conquistadores y colonizadores que las poblaron a su descubrimiento”. Añade el periódico El Día, en dicho artículo, que la definitiva terminación del decano de los aeropuertos tinerfeños tardaría, sin embargo, algún tiempo en llegar, revolucionando a partir de entonces no sólo el tráfico local entre islas, sino también las comunicaciones con la Península y el resto del mundo.

La imagen de Tenerife no sería percibida únicamente desde el mar, al aproximarse al puerto tinerfeño, sino también desde el aire donde la importante visión del majestuoso Teide, crearía a partir de entonces, una sensación de aventura en todos aquellos viajeros que desde lugares lejanos de Europa y del mundo, se dirigieran a disfrutar del inigualable clima y de la exuberante belleza natural de la incomparable Nivaria mitológica.

En efecto en otro artículo de este periódico, fechado en 6 de marzo de 1946, ya se habla de la inauguración del servicio de aviones correos entre Madrid y Canarias con estación terminal en Tenerife… Pues en lo que a nosotros respecta, Los Rodeos son hoy un motivo de legítimo orgullo… Al establecerse un parangón entre lo que antes fueron Los Rodeos y lo que son actualmente (1946), vuelve a nosotros el recuerdo de pasadas épocas sobre esta gran llanura lagunera,(que fue enorme campo de trigo) hoy transformada por imperativos del progreso humano y por patriótica voluntad de los tinerfeños. Y evocamos, no sin cierta emoción, imágenes pretéritas recogidas en un alegre deambular por estas extensas tierras que antes semejaban un mar de verde intenso al que en verano doraba (por el trigo ya maduro) y en el que las brisas producían oleajes rumorosos. Y el artículo añade que por su superficie no era posible otra comunicación que las carretas tiradas por bueyes, y más tarde un raro artilugio mecánico: las segadoras que cortaban rápidamente las anchas espigas de los ondulantes trigales.

Y en un artículo de Nijota publicado en el mismo rotativo el 6 de junio de 1946, nos dice otras cosas: “... Y hablemos ahora un poco de la intensificación del tráfico aéreo, con el servicio interinsular recién establecido. Lamemos la atención de los tinerfeños sobre esta parte esencial del espectáculo del Aeropuerto constituida por el despegue y aterrizaje de los aparatos. Tienen estas operaciones, realizadas hoy con una rapidez, facilidad y maestría indiscutible, singular atractivo. Pensábamos nosotros, viendo aterrizar hace unos días el bimotor Douglas, que quizás sea el de Los Rodeos el único aeropuerto donde las grandes aves mecánicas se posan sobre flores…”

Hoy todo ha cambiado en este lugar, con un sofisticado aeropuerto, y La Cruz Chica se ha convertido en zona de ocio, con sonadas salas de fiesta, recreo y esparcimiento, así como lugar residencial, pero especialmente por ser continuo paso aéreo de aviones, mucho mayores de los que podía imaginar Nijota, y que como ya hemos dicho, los vecinos, ya acostumbrados, aceptan como otro aspecto más del incesante progreso científico de la Humanidad.

Gracias a todos.

MIGUEL LEAL CRUZ