PRENSA AMARILLA

PERIODISMO HISTORICO
Por Miguel Leal Cruz*
El Mundo-La Gaceta de Canarias

PERIÓDICOS AMARILLOS Y MANIPULACIÓN

Una de las últimas “charla-coloquio” que tan frecuentemente tienen
lugar en la Sala San Borondón del Centro de la Cultura Popular Canaria
en su sede de La Laguna, tocó, esta vez, descifrar la presunta
corrupción en Canarias en constante denuncia por algunos medios de
prensa, a cargo del periodista Francisco Pomares de La Opinión.
En el programa de presentación se dice que el rápido crecimiento
económico en Canarias ha sido fácil caldo de cultivo para la
corrupción, fenómeno que parece instalado en órganos de poder
políticos o económicos. Por ello la Fiscalía General del Estado ha
destinado a Canarias dos fiscales anticorrupción (Tenerife y Gran
Canaria), mientras que hasta ahora sólo existía una delegación de la
Fiscalía del Estado, que no daba abasto...
Allí se discutió sobre el acuñado Cuarto Poder y sus altibajos como
tal para esta lucha, si bien se mantuvo, por el ponente, la creencia
que los medios de información siguen teniendo un amplio poder de
denuncia y decisión  en aspectos políticos o económicos concretos.
Esto es claro incluso desde los prolegómenos de la prensa.
William Randolp Hearst, al que se mencionó en varias ocasiones, lo
puso claramente en práctica durante la guerra de Cuba y más tarde en
la contienda europea y posterior período de “guerra fría”.
Como lector habitual de la prensa que se edita en estas islas Canarias
y la de otros lugares por razones obvias, además, parangonamos la
ambigüedad informativa de algunos medios escritos de la comunicación
actual, nacionales e insulares (cada vez menos gracias a Dios) y a sus
responsables. Por ello acudimos al pionero del “nefasto estilo
periodístico” y amarillista a que aludimos, porque su personalidad se
confunde, a veces, con la de algunos de ellos.
Hearst, el gran magnate californiano de la prensa durante más de 30
años, que fue el más feroz enemigo de España en la América anglosajona
durante la guerra de Cuba, cuyo enconamiento en parte se le acuña,
incluso su relación personal con la extraña voladura del acorazado
Maine en el puerto de La Habana el 15 de febrero de 1898.
Posteriormente continuó en su afán de crear la gran América y
su "destino manifiesto" siendo partidario de la táctica de la “mano
dura” con la idea que el destino de Estados Unidos era el de ser el
líder mundial indiscutible (que hoy persiste), a cuyo servicio puso
todo el poder que le concedía su gran cadena de periódicos y revistas.

Sin embargo, en su vida privada se constata una, más que conocida,
personalidad "enfermiza" con "espíritu infantil", al que le encantaban
los bailes de disfraces y el mundo del espectáculo, idolatrando a una
actriz "sin excesivo talento", Marion Davies, con la que mantuvo un
largo idilio. Estuvo siempre próximo al mundo del crimen- se le acusa
presuntamente del asesinato del director de cine Thomas H. Ince, por
celos hacia Marion en su propio yate y no tenía escrúpulos de ningún
tipo como lo demostró en diversos actos de su azarosa vida,
especialmente en la de periodista.
El retrato más duro y malévolo hacia su personalidad lo realiza Orson
Welles en la producción cinematográfica "Ciudadano Kane" de gran éxito
en su época, filmada en 1940, (visionada estos pasados días en el
mismo Centro de la Cultura Popular Canaria) con imperecederas y
vigorosas imágenes de este alienado magnate de prensa y su fracasada
cantante de ópera unido al suyo propio para la política americana.
Demandó judicialmente, en sucesivas ocasiones a Orson Welles, pero
jamás obtuvo la mínima indemnización a su favor, constatado en
magníficos documentales periodísticos que analizan y comparan las
vidas de ambos personajes. Cada uno de ellos como un representante
simbólico más de la América poderosa. Sin embargo, murió arruinado
después de haber perdido su gran imperio periodístico.
Fue el hombre que dijo que la guerra de Cuba se ganaría con la
publicación de algunas fotografías. Queda clara la manipulación pero
también el poder de la prensa que, sin embargo, no lo tuvo en las
recientes elecciones venezolanas en las que un presidente populista:
Hugo Chávez, haya ganado por octava vez consecutiva. Tal vez por el
excesivo descaro en dicha manipulación informativa. Es posible que por
esto muchos periodistas tiren la toalla.

El Mundo-La Gaceta de Canarias, 20 diciembre de 2004