VISIONES DE LOS VENCEDORES.
DEL DESCUBRIMIENTO AL DEBATE
INDIGENISTA (I)
por Francisco M. Toro Gutiérrez
http://www.dhistoria.com
Introducción
Con este trabajo
pretendemos acercarnos al contacto sorprendente, maravilloso e inusitado con el
nuevo mundo, que supuso la necesidad de un gran esfuerzo para su asimilación y
transmisión. Se centra el estudio en la totalidad del territorio americano con
el que los europeos, sobre todo españoles, entraron en contacto desde 1492, hasta
la segunda mitad del siglo XVI, al analizar las consecuencias derivadas de lo
que aquí denominamos debate indigenista, personalizado principalmente en Bartolomé de Las Casas y Ginés de Sepúlveda. ¿Cómo se
concibe al otro americano,
bajo qué esquemas mentales y de conocimientos, a partir de qué intereses estas
visiones se construyen o se modifican?
Cuando Colón creyó llegar a las costas de
Catay en una madrugada de octubre de 1492 no se imaginaba el basto mundo que se
abría ante sus ojos. No sólo los vencidos(1) tendrían su visión de los extraños visitantes,
barbudos y montados a caballo, que venían de tierras extrañas o que incluso
eran reconocidos como dioses, sino que los vencedores también tendrán su propia
visión del nuevo mundo, y lo que en este caso más nos interesa, de sus
moradores. En ambos casos existe una multiplicidad de visiones que dependen de
varios factores: las tradiciones y esquemas mentales previos, el grupo social,
tribal o profesional al que pertenezca cada individuo, el lugar de nacimiento,
aspectos religiosos, etc.
A
continuación exponemos esquemáticamente las distintas fases por las que pasaron
el descubrimiento y la conquista española en América(2) desde 1492 hasta 1519
aproximadamente podemos hablar de una primera fase, centrada en las islas y la
costa caribeñas. Se trata del período de contacto y sobre todo de impacto
cultural y mental, bacteriológico, demográfico, etc. La búsqueda de oro y el
trabajo que requería se apoyaban en la encomienda, por la que los indígenas
eran agrupados en aldeas para facilitar el trabajo, a la postre forzado.
Por lo
que respecta al segundo período, de 1519 a 1522, debemos comentar la importancia
que tuvo el contacto de la expedición de Hernán Cortés y el Imperio azteca.
Gracias en gran parte a la colaboración de pueblos
como los tlaxtecas y los totonacas, disconformes con la hegemonía azteca,
se pudo producir la conquista del Imperio azteca(3).
La
tercera fase, que podríamos delimitar de 1522 a 1572, se centra en la conquista
del Perú(4). En
noviembre de 1533 los españoles ocupaban Cuzco. Éste fue uno de los núcleos
donde los encomenderos más disconformidad expresaron y más presión ejercieron
en contra de las Leyes Nuevas de 1542-1543. La causa fue que a la llegada a
Cuzco, cada encomendero disponía de más de 40.000 indígenas.
Las
dimensiones geográficas y humanas de la corona, obviamente, sufrieron un
crecimiento sustancial. Entre 1519 y 1540 la corona pasaba de tener más de
500.000 km2 a 2.500.000 km2, y de siete millones de habitantes en la península,
pasó a tener 50 millones más en las posesiones americanas. Al comentar la
población americana debemos detenernos, aunque brevemente, y observar el
descenso del índice de población indígena al ritmo de la conquista. Péronnet(5) expone unas cifras interesantes
sobre este tema:
1500: 80 millones de indios
1545: 15 millones de indios
1570: 9 millones de indios
Los
esquemas mentales que abarcaba el pensamiento europeo del siglo XVI nos dan las
claves para entender la literatura que rodea al descubrimiento y la conquista
de América y sus pobladores. En primer lugar debemos destacar el contenido
altamente religioso del pensamiento de la época, y la sensibilidad renacentista
que se extendía por toda Europa. De esta manera, y como afirma J. H. Elliott, “la Arcadia y el Edén podían localizarse ahora en
las lejanas orillas del Atlántico”(6) Cristóbal
Colón, genovés no por casualidad, presenta en su diario de a
bordo constantes referencias a la cultura bíblica y a la cultura clásica.
En los
primeros años tras el descubrimiento
ya podemos observar referencias a esta combinación mental entre tradición
clásica y tradición cristiana. Los testimonios de los primeros años tras el
descubrimiento fueron, sin duda, los más distorsionados por los esquemas
intelectuales y culturales previos.
Así, el
fin del Oriente que el hombre europeo había alcanzado se convertía en el mismo
Paraíso Terrenal, y el Orinoco era uno de los cuatro ríos que lo regaban(7).
Otro
ejemplo evidente es el de las Amazonas. Colón ve en su travesía una isla donde
sólo habitan mujeres, recuperando así la leyenda post-homérica de las Amazonas,
algo que repetirá el historiador mestizo Ruy
Díaz de Guzmán, que a principios del siglo XVII confirmará la
existencia de esta tierra, confundiendo así mitología y realidad: “Estos pueblos dijeron que confinaban con otro de
sólo mujeres, que tienen solamente el pecho del lado izquierdo, porque consumen
el del derecho con cierto artificio, para usar sin embarazo del arco y flecha,
como aquellas mujeres de scitas antiguos que refieren los escritores, por lo
que los españoles llamaron aquella tierra de las Amazonas. Confirmóse esta
noticia con la que adquirió el capitán Orellana en la jornada que hizo con
Gonzalo Pizarro a la Canela...”(8).
Del
mismo modo, en un primer momento se quiere ver al indio americano como el ser
desnudo y bueno que encontramos en el Edén o en la tradición medieval del homo sylvatycus. La figura del buen
salvaje, formulada a lo largo del siglo XVI y recuperada en el siglo XVIII,
será producto de una larguísima discusión.
Según
los textos bíblicos todos los hombres y mujeres son descendientes de Adán y Eva. Los hijos de Noé habían poblado todos los
continentes conocidos, por lo que la inesperada aparición en escena del nuevo
mundo supuso una necesaria reinterpretación. La Biblia no mentía, sino que
había reservado el descubrimiento de las tierras americanas a Colón, y su posterior colonización
y evangelización por parte de los europeos del siglo XVI. Este hecho, añadido a
la presencia de un sentimiento de cruzada y de romance caballeresco, potenció
el sentido de empresa providencia que Dios había encomendado a los europeos en
América. Más adelante veremos cómo la conquista de América se interpreta
también como una “conquista espiritual”(9).
Esta
reinterpretación del papel que representaba el nuevo mundo en la historia de la
humanidad no resolvió el tema de los indígenas: ¿qué grado de civilización
tenían?, ¿bajo qué criterio debían ser considerados? A partir de esta cuestión,
desde la primera presencia castellana en las Indias, nacerá un largo debate que
tendrá repercusiones prácticas en las políticas desarrolladas en América.
Los antecedentes: la expansión ultramarina y la Reconquista peninsular
El espíritu expansionista
en el que se engloba la conquista y colonización del continente americano
responde a la inercia que se remonta a las Cruzadas en Tierra Santa, la lucha
en la Península Ibérica y en las costas mediterráneas contra el infiel moro, y la expansión marítima
protagonizada sobre todo por portugueses, castellanos y catalano-aragoneses.
Como ya
hemos apuntado anteriormente, la cruzada está presente en la empresa americana.
Según Jorge Hidalgo:
“... detrás de cualquier factor material
estaba un conjunto de actitudes y reacciones que daban a los españoles ventaja
en muchas de las situaciones en las que se encontraron; una creencia instintiva
en la natural superioridad de los cristianos sobre simples «bárbaros»; un
sentido de la naturaleza provindencial de su empresa, que hacía cada triunfo
contra unas fuerzas en apariencia abrumadoramente superiores una nueva prueba
del favor de Dios; y un sentimiento de que había una recompensa última para
cada sacrificio a lo largo de la ruta"(10).
En esta
tradición expansiva debemos remarcar los avances tecnológicos y científicos
alcanzados.
Cuando
el dos de enero de 1492 asistía a la rendición de la Granada nazarí presenciaba
también el primer paso en la consecución de sus planes. Al acabar la Reconquista la expansión peninsular se
centrará definitivamente en el Mediterráneo, en el caso catalano-aragonés, y
hacia África e islas del Atlántico en el caso castellano y portugués. A partir
de los testimonios de la época encontramos dos grandes antecedentes en cuanto al
espíritu descubridor y contacto con otras civilizaciones: el contacto con el
mundo islámico y la conquista de las islas Canarias.
“D’ellos se pintan de prieto, y <d’>ellos son
de la color de los canarios...”(11).
En su
primera descripción de los habitantes de las Indias, Colón ya les compara a los
canarios, recurso que utilizará varias veces. Las islas Canarias eran enclave
de paso obligado en los viajes hacia América. Colón explicita que las Canarias y su conquista son
una referencia mental básica en cuanto a su análisis del nuevo mundo y de sus
habitantes. Canarias fue la última tierra que pisaron los españoles antes de
desembarcar en la isla de Guanahaní.
La conquista
de las islas Canarias y la toma de contacto con su población autóctona guanche
son, pues, un referente presente y útil en el periplo americano. Desde principios
del siglo XV los castellanos comienzan su progresiva ocupación de las islas,
cuya conquista y colonización fue un ensayo a pequeña escala de lo que sucedería
en mayor proporción en el nuevo mundo. A grandes rasgos podemos establecer
algunas similitudes. En primer lugar, en ambos casos se produce una disputa
entre Portugal y España, conflicto regulado en el caso canario por el tratado
de Alcáçovas (1479), y en el caso americano por el tratado de Tordesillas
(1494).
En segundo lugar cabe destacar que,
tanto en un caso como en otro, se imbrican intereses públicos e intereses
privados en cuanto a explotación y colonización se refiere. En último lugar,
el contacto con la población autóctona va acompañado de una resistencia.
“Hay en esta gran ciudad [Tenochtitlán]
muchas mezquitas o casa de sus ídolos”(12).
Cortés se ve incapaz semánticamente
de describir los templos religiosos que se encuentra en Tenochtitlán(13) . Por ello recurre a lo que el
largo contacto con el mundo islámico le aporta. La referencia a las mezquitas
responde, pues, a la incapacidad comunicativa sufrida por Cortés. La presencia mental de la
reciente Reconquista es
evidente y constante en la literatura de la época. De hecho, un gran número de
los exploradores y conquistadores en América fueron militares en la pasada
lucha en Granada.
Las referencias
hechas al mundo islámico van desde los elementos más folclóricos (“Areito es como la zambra de los moros”(14)), hasta aspectos fundamentales
para la legitimación de la conquista. De esta manera, Francisco López de Gomara, en su
dedicatoria al emperador Carlos,
escribe: “...comenzaron las conquistas de
indios acabada la de moros, por que siempre guerreasen españoles contra
infieles”(15).
A pesar de que Gomara
trate a los indios de infieles debemos destacar las diferencias existentes
entre infieles y bárbaros. Éste será un punto importante en el debate de
carácter teológico que despertará el contacto con la población indígena, y que
más adelante trataremos con más detalle. Como apunte debemos recordar las Leyes
Nuevas (1542), con las que la Corona intentó evitar la esclavización de la
población india, alegando que no eran infieles, como los musulmanes, sino
paganos, ya que no conocían la religión cristiana, por lo que no podían haberla
rechazado.
Múltiples
son los aspectos ensayados en la conquista de Granada y que años más tarde
servirán de precedente en la conquista y colonización de las Indias. Un ejemplo
es la figura del patronato. La Corona acaparaba así una gran autoridad en lo
que asuntos eclesiásticos se refiere. Otro elemento que os puede servir de
ejemplo es el plano de parrillas de hierro, utilizado en Santa Fe, provincia de
Granada, y que también será útil en La Española de fray Nicolás de Ovando.
1. LEÓN-PORTILLA, M., Visión de los
vencidos, Biblioteca Americana, nº 8, Historia 16, Madrid, 1992.
2. Como anexo a la
introducción incluimos el mapa que resume la exploración y conquista del
continente americano.
3.Algunas fuentes
literarias provienen de Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo, o del padre
Sahagún.
4. Testimonios
literarios sobre los hechos son: Francisco de Xerez, Verdadera relación de
la conquista del Perú (1534); Juan Betanzos, Suma y narración de los
incas (1551); Pedro Cieza de León, Crónica del Perú (1556)
5. PÉRONNET, M., El
siglo XVI. De los grandes descubrimientos a la Contrarreforma
(1492-1620), Colección Iniciación a la Historia, Akal, Madrid, 1990, pág. 37.
6. ELLIOTT, J. H., El
viejo mundo y el nuevo (1492-1650), Altaya, Madrid, 1986, pág. 39.
7. Colón escribió: “La Sacra Escriptura testifica que Nuestro Señor hizo
al Paraíso Terrenal y en él puso el árbol de la vida, y d’él sale una fuente de
donde resultan en este mundo cuatro ríos prinçipales: Ganges, en India, Tigris
y Eufrates en ***” [y el Nilo], en COLÓN, C., Los cuatro viajes.
Testamento, Alianza Editorial, Madrid, 1986, pág. 241. En esta misma línea,
Vicente Yáñez Pinzón, descubriendo en 1500 el río Amazonas, creía haber llegado
al río Ganges.
8. RUY DÍAZ DE GUZMÁN
La Argentina, Globus, Madrid, 1994, pág. 143.
9. ELLIOTT, J.H., «La conquista española y las colonias de América»,
en BETHELL, L. (ed.), Historia de América Latina; 1. América Latina
colonial: La América precolombina y la conquista, Ed. Crítica, Barcelona,
1990, pág. 156.
10. Capítulo 4. Los
indios de América del Sur meridional a mediados del siglo XVI, en BETHELL,
L., ed., HAL, vol. 1, pág. 149.
11.COLÓN, C., Los
cuatro viajes. Testamento, Alianza Editorial, Madrid, 1986, pág. 62.
12. CORTÉS, H., Cartas
de relación a Carlos V, Cambio 16, Barcelona, 1992, pág. 60.
13.En otra línea,
Manuel Lucena Giraldo, en «La construcción del exotismo americano de Cristóbal
Colón a Hernán Cortés», contenido en la obra VV. AA., De la unión de coronas
al Imperio de Carlos V, volumen II, Sociedad Estatal para la Conmemoración
de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid, 2001, págs. 389-399,
destaca que Cortés pone su texto, realista y repleto de datos empíricos, al
servicio de la conquista, creando una ficción y una “desnaturalización de los
aztecas” que permitan legitimar una política de conquista.
14. LÓPEZ DE GOMARA,
F., Historia general de las Indias, tomo I, Espasa-Calpe, Madrid, 1941,
pág. 70.
15. LÓPEZ DE GOMARA,
F., op. cit., pág. 5.
Las concepciones del indígena
Tratar los distintos procesos
de conceptualización del indígena americano requiere forzosamente analizar el
gran debate entre indigenistas, encabezados por Bartolomé de Las Casas, y los colonialistas con Ginés de Sepúlveda como máximo
representante.
Como ya hemos comentado anteriormente, en la
primera entrega, la civilización cristiana había tenido contacto y, por tanto,
informaciones diversas sobre otros pueblos (musulmanes, chinos, etc.), por
lo que en un primer momento se intentó concebir al indio americano desde las
clásicas clasificaciones, es decir, “bárbaro” frente a “civil”, y “cristiano”
frente a “pagano”. Frente al musulmán, infiel por rechazar la religión cristiana,
se presenta la figura del indígena americano, pagano y no infiel al no poder
rechazar el cristianismo por el hecho de no conocerlo.
Entre
los primeros descubridores, misioneros y conquistadores el mito del buen
salvaje estaba muy presente. La formulación del buen salvaje se produce en el
siglo XVI, y es una mezcla entre la tradición medieval del homo sylvaticus, el hombre salvaje que
se creía que habitaba en los bosques europeos, y el hombre de la Edad de Oro
Clásica. El buen salvaje, pues, se concibe en una sociedad sin violencia, ni
autoridad, estructura de poder o monetaria, religión, etc. Partidarios de esta
imagen serán personas de la relevancia de Las Casas, Pedro
Mártir de Anglería, Nicolò
Scillacio o Américo
Vespucci.
Esta
visión pronto será forzosamente contrastada con la realidad. El propio Cristóbal Colón,
desde la revolución de los taínos, entiende que su concepción previa del indio
no se corresponde a algunos grupos que está observando. Otros empezarán a
dudar, como Álvarez Chanca,
médico de la expedición de Colón.
A raíz de empezar a conocer distintos pueblos indígenas, como los caribes,
los europeos entrarán en contacto con un amplísimo abanico de grados de civilización,
organización social, creencias religiosas, etc.
Waldseemuller, al imprimir en 1507
los viajes, reales o no, de Américo
Vespucci, estaba extendiendo el mito por toda Europa,
influyendo desde entonces a autores como Moro
y su Utopía o Montaigne y Des Cannibales, que aprovecharán para
criticar la civilización europea. Al contrario, los textos más realistas, como
los de Colón, Cuneo o Álvarez Chanca apenas tuvieron difusión
en su época.
Los
primeros años de conquista y colonización fueron trágicos para la población
indígena. La encomienda requería a menudo el trabajo forzado de los indios.
Esto, añadido a aspectos como las luchas, las nuevas enfermedades, etc. provocaron
un descenso espectacular de la población indígena. Misioneros como Antonio de Montesinos o Bartolomé de Las Casas levantaron
la voz por la situación que se estaba dando, por lo que la corona dictó en 1512
las Leyes de Burgos, código de buenas intenciones en el trato hacia los indios
a través de una regulación de la encomienda. A pesar de esto, pronto se
anularían estas buenas intenciones con la redacción del Requerimiento.
Redactado probablemente por Juan
López de Palacios Rubios, se trata de un documento dominador
que intentaba legitimar la conquista de la zona continental americana mediante
guerra justa(16).
En este
sentido, la bula Sublimis Deus,
de 1537, contribuyó a la legitimación de la conquista. La bula proclamaba la capax dei, es decir, los indígenas, al
igual que otros pueblos ya conocidos como los musulmanes, eran capaces de
asimilar a Dios y, por tanto, eran susceptibles de conversión. Ya no se trata
de paganos, sino de infieles y, por lo tanto, culpables.
En
1542-1543 la corona suprimía, mediante las Leyes Nuevas, la encomienda, aunque
poco más tarde y ante las revueltas producidas entre los colonos españoles, la
volvía a mantener aunque con mayor control por parte de la corona.
La
polémica entre Las Casas
y Sepúlveda, centrada
principalmente en el bienio 1550-1551, representa el debate entre dos formas de
concebir al indígena y la conquista.
Sepúlveda era un humanista
discípulo de Polizziano.
Legitima la conquista y la esclavización de los indios. Para ello aplica la
idea aristotélica de la servidumbre natural, producto de la propia naturaleza
del individuo indígena, incapaz de gobernarse a sí mismo. En su obra Democrates secundus, o de las justas causas de la guerra contra los indios,
y en la línea de Palacios Rubios,
Sepúlveda expone
cuatro “justos títulos” o argumentos para legitimar la conquista:
1.
Por el derecho de tutela existe el argumento de la esclavitud natural de los
indígenas, ya que son incapaces de regirse por sí mismos, de tener una vida
social, etc. y les conviene la regencia castellana.
2.
Las conductas antinaturales que practican los indígenas hacen necesaria una
intervención exterior, aunque sea por la fuerza(17).
3.
Las víctimas inocentes sacrificadas a los dioses falsos merecen ser salvadas.
4.
Predicar la fe es otro de los argumentos(18).
Las Casas, como bien destaca J. H. Elliott(19), también pertenece al vagaje
cultural del aristotelismo. Las Casas
centra su atención en los indicios externos de racionalidad de los aztecas,
mostrando signos de civilización de los indígenas. Con la arquitectura mexicana
Las Casas intentaba
rebatir el argumento de la irracionalidad defendido por Sepúlveda, que se encargó de
comparar a los aztecas con la forma de organización de las abejas.
Frente a
los “justos títulos” de Sepúlveda,
Francisco de Vitoria
expondrá una lista de “títulos injustos” y otros “justos títulos” que podemos
esquematizar en:
1.
Frente a la donación papal y el Requerimiento, Vitoria habla de derecho de comunicación.
2.
Rechaza el derecho de ocupación por la pura aplicación de la fuerza. En cambio
defiende la libertad de transitar por los mares, argumento muy polémico también
defendido por Hugo Grocio(20), en un claro enfrentamiento con
las potencias coloniales católicas.
3.
Frente al derecho de aplicar la coacción en la evangelización, defendido por Sepúlveda, Vitoria reclama para los indígenas
el derecho a ser evangelizados.
La conquista
española y las civilizaciones indias.
Extraído de PÉRONNET, M., El siglo
XVI. De los grandes descubrimientos a la Contrarreforma (1492-1620),
Colección Iniciación a la Historia, Akal, Madrid, 1990.
16.
Pilar García Jordán, en «Las dudas del Emperador. Una reflexión sobre la Conquista y
temprana colonización americana (1512-1551)», en VV. AA., De la unión de coronas al Imperio de Carlos V,
volumen II, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe
II y Carlos V, Madrid, 2001, págs. 441-461, se encarga de recordarnos tribales
a larga distancia o ante poblados vacíos, y, en todos los casos, en castellano.
17. En múltiples
textos se nos detallan conductas de algunos pueblos indígenas relacionadas con
la antropofagía o la homosexualidad. Por otra parte en otros muchos textos
también aparecen casos de canibalismo entre españoles. En este mismo sentido
Las Casas argumentará que también en la Hibernia romana se habían dado casos de
canibalismo.
18. Probablemente
éste sea uno de los pocos aspectos en el que ambos autores estén de acuerdo.
19. ELLIOTT, J. H.,
España y su mundo, 1500-1700, Alianza, Madrid, 1990.
20. La visión de Las
Casas y Vitoria fue acogida en Europa por hugonotes, holandeses e ingleses para
atacar al imperio español.