14.7. Asalto al Moncada y consecuencias inmediatas
El 26 de julio de 1953, cuando tuvo lugar el heróico suceso, la prensa informaba de aquellos graves acontecimientos con ilustrativos datos a todo el país, sumándose la información oficial que lo convirtió en un hecho relevante para los anales de la historia reciente de Cuba. La historiografía revolucionaria posterior lo refleja profundamente .
Aquellas acciones tenían el propósito de hacerse fuertes una vez tomados sorpresivamente los cuarteles de Moncada, en Santiago de Cuba y el de Carlos Manuel de Céspedes en la Ciudad de Bayamo, así como la Audiencia Provincial y Hospital Civil, para más tarde convocar a una huelga general en todo el país. El último discurso de Eduardo Chibás debía ser retransmitido a todo el pueblo cubano como inicio de la acción liberal y como homenaje al líder ortodoxo.
Si fracasaba la acción, el plan contemplaba la posibilidad de trasladarse a las montañas próximas y continuar allí la lucha revolucionaria, como de hecho así ocurrió. Fidel, ante el fracaso de las acciones, se refugió en las estribaciones de la Sierra Maestra donde fue detenido por una patrulla militar al mando de un teniente de color y masón, Sarriá, escapando de una ejecución inmediata gracias a su mediación , (o tal vez siguiendo órdenes superiores). Este oficial le condujo hasta el Vicac de Santiago de Cuba para presentarlo a las autoridades donde sería juzgado. Allí se encontraban otros de los asaltantes al edificio militar: Haydeé Santamaría, Melba Hernández, Jesús Montané, Raúl Castro y otros más que habían participado en los combates. Posteriormente fueron recluidos en la cárcel Bonito, cercana a la ciudad de Santiago. De haber sido entregado al oficial en mando Chaviano, posiblemente hubiera sido ajusticiado en el acto y la revolución cubana hubiera tomado, sin duda otros derroteros.
Tras estos acontecimientos que minaban la autoridad del régimen, se desató una feroz persecución contra todo lo que supusiera oposición a Batista, dando lugar a una de las páginas más sangrientas de la historia de Cuba. Se declaró el estado de sitio en Santiago de Cuba, suspendiéndose derechos institucionales como el de libertad de prensa y domicilio, resultando asesinados varios revolucionarios. Fidel Castro, al respecto, expresó : “No se mató durante un minuto, una hora o un día entero, sino que en una semana completa, los golpes las torturas, los lanzamientos desde azoteas y los disparos no cesaron un instante como instrumentos de exterminio manejados por artesanos perfectos del crimen. El cuartel Moncada se convirtió en un taller de tortura y de muerte, y unos hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales de carniceros. Los muros se salpicaron de sangre; en las paredes las balas quedaron incrustadas con fragmentos de piel, sesos y cabellos humanos, chamuscados por los disparos a boca de jarro, y el césped se cubrió de oscura y pegajosa sangre... Les trituraron los testículos y les arrancaros los ojos, a algunos, pero nadie claudicó, ni se oyó un lamento ni una súplica; aun cuando les había privado de sus órganos viriles, seguían siendo mil veces más hombres que todos sus verdugos juntos”.
La historiografía cubana posterior es prolífica en detalles y mantiene que: “El asalto al cuartela Moncada terminó en una derrota militar; sin embargo, tuvo una trascendencia extraordinaria para el pueblo cubano y para el movimiento de liberación nacional que se iniciaba”.
En 1961, el entonces comandante Rául Castro, Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), al referirse a la importancia histórica de este acontecimiento manifestó: ...En primer lugar inició un período de la lucha armada que no terminó hasta la derrota de la tiranía. En segundo lugar, creó una nueva dirección y una nueva organización que repudiaba el quietismo y el reformismo, que eran combatientes y decididos y que en el propio juicio levantaban un programa con más importantes desmanes de la transformación socioeconómica y política exigida por la situación de Cuba...
Evidentemente, el asalto al Cuartel Moncada, fue un revés táctico, pero no un fracaso total, ya que señaló el camino e inició la última etapa del movimiento libertador, encabezado por Fidel Castro. Tras los sucesos los combatientes revolucionarios que no fueron hechos prisioneros trataron de esconderse en la ciudad de Santiago, en plenas fiestas de carnaval. La mayoría, sin embargo, fueron capturados en los días sucesivos y vilmente asesinados; los pocos que pudieron escapar lo fue por la ayuda del pueblo que les buscó refugio, salvándose de una muerte cierta . Sólo 19 hombres acudieron al lugar de concentración previsto para después del ataque, en la granja Siboney, desde donde huyeron hacía las montañas próximas, lugar conocido como La Gran Piedra, para iniciar la lucha de resistencia como también se tenía previsto. El ejército de Batista inició una implacable persecución contra los huidos y sus colaboradores, que lograron supervivir por la solidaridad del pueblo en el entorno montañoso: un campesino les sirvió de guía y varias familias del lugar les proporcionaron comida y ropas. Durante una semana ocuparon la parte alta de la cordillera, mientras el ejército ocupaba la base sin decidirse a escalar las montañas donde suponían se hallaban los fugitivos, pero siendo al fin detenidos como se ha indicado anteriormente.
La ola de protestas se extendió por todos los pueblos de la isla, como consecuencia de las irregularidades administrativas que continuaba cometiendo la dictadura, quedando agravadas por las actuaciones en torno a los asaltantes detenidos con los que se solidarizaba el pueblo que exigía un juicio público .
El Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba inició la causa número 37, por la que fueron procesadas casi 200 personas, incluidos algunos burgueses que no estaban implicados con los hechos acaecidos el 26 de julio, cuando los únicos responsables del asalto no llegaban a 30 en aquellos momentos.
El lunes 21 de septiembre se inició la primera sesión del juicio en el Palacio de Justicia de Santiago de Cuba, en medio de una represión sin precedentes, pues los jóvenes encauzados encabezados por Fidel Castro, fueron conducidos esposados y con fuerte escolta, bajo la atenta vigilancia de un grupo de soldados de élite que les apuntaban con armas largas. Las garantías jurídicas estaban igualmente vulneradas toda vez que los detenidos no tenían acceso ni podían hablar con sus abogados ni con sus propios familiares.
Durante el juicio, no obstante las falsas imputaciones de los fiscales del régimen, los acusados se comportaron con valentía y dignidad dignas de encomio, reafirmando su participación en los sucesos como acto político, destruyendo así la argumentación de los acusadores. Trataron de acallar a Fidel alegando, en la tercera sesión del juicio, que el líder del movimiento se encontraba enfermo y no podía asistir, más éste envió una carta hasta el Tribunal desde la prisión, a través de la colaboradora Melba Hernández, en la que alegaba estar en excelente salud para prestar declaración.
Como resultado del proceso, se impusieron penas de 13 años de prisión a Raúl Castro junto a otros tres combatientes; condenas entre 3 y 10 años para otros 23 asaltantes y 7 meses de prisión para las mujeres participantes, Melba y Haideé, ingresando todos en la prisión de la Isla de Pinos.
En Santiago quedó recluido Fidel Castro a la espera de un juicio posterior. En efecto el 16 de octubre de 1953, en una pequeña sala de la Escuela de Enfermería del Hospital Saturnino Lora, a puerta cerrada, fue juzgado el Jefe de la Generación del Centenario, en presencia de apenas 20 personas. En su condición de abogado, Fidel asumió su propia defensa en un alegato jurídico que la historiografía cubana ensalza y titula "la Historia me absolverá".
Ante la presencia de los jueces y fuertemente escoltado por soldados de élite, el líder cubano pronunció el valiente discurso, convirtiendo el banquillo de los acusados en tribuna de denuncia. Después de hacer un análisis del por qué se le juzgaba secretamente, y exponer todo el plan de la acción del Moncada, Fidel definió el concepto de pueblo, en estos términos: ... nosotros llamamos pueblo si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honradamente... A los quinientos mil obreros del campo que habitan en los bohíos miserables..., que no tienen una pulgada de tierra para sembrar..., a los cuatrocientos mil obreros industriales..., cuyas conquistas les están arrebatando..., a los treinta mil maestros y profesores tan abnegados...
El Tribunal impuso a Fidel Castro la pena de 15 años de prisión que habría de cumplir en el presidio "Modelo" de Isla de Pinos donde ya se hallaban muchos de sus compañeros de lucha.
“La Historia me absolverá”, tuvo un resonante eco y una enorme importancia para el posterior desarrollo de la lucha revolucionaria, ya que en dicho documento se recogen los mejores momentos que acaecieron en la heróica lucha del pueblo cubano contra sus explotadores. Se trataba, ideológicamente, el pensamiento radical y antiimperialista de José Martí "El Apóstol", y el análisis que con criterio marxista hace Fidel de la realidad cubana. El programa del Moncada, no... era socialista. Era un programa avanzado, era la máxima aspiración que en ese momento y dentro de las condiciones objetivas y subjetivas existentes, podía plantearse.
La historiografía cubana así lo recoge en el Informe Central que se plantea en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, cuando se define que: “ la proclamación del socialismo en el período insurreccional no hubiese sido todavía comprendido por el pueblo .
A partir del 26 de julio de 1953 comenzó a fortalecerse el movimiento revolucionario, fecha que daría nombre a la más mítica proeza revolucionaria y propagandística posterior. Se inició un proceso de unificación de las fuerzas opositoras al régimen batistiano englobadas en torno a la figura de Fidel Castro, a la vez que se preparaba una guerra revolucionaria que se iniciaría a fines de 1956, tras el desembarco del mítico yate Granma.
Como hemos apuntado anteriormente los responsables del asalto al cuartel Moncada, sufrían condena en la Isla de Pinos sometidos a un régimen disciplinario de aislamiento, sin contactos con otros presidiarios, si bien a instigación del propio Fidel y de su colaborador Abel Santamaría pergeñaron una especie de academia donde se impartían clases a los jóvenes revolucionarios reclusos. Se instituyó una pequeña biblioteca con el nombre de uno de los caídos en el asalto: Raúl Gómez García, donde figuraban libros de José Martí, Víctor Hugo, Marx, Engels, Lenin y de otros ideólogos, hasta completar, por el envío de amistades y familiares, unos 600 libros, de gran utilidad para la formación de los mismos.
Para febrero de 1954 estaba planteada una visita al penal que encabezaba Fulgencio Batista con el objeto de hacerse imparcial ante el pueblo cubano. Días antes y a pesar del aislamiento a que estaban sometidos los que se hacían llamar "jóvenes del Centenario" (referencia obligatoria), estos recibieron información del día y hora de la presencia del mandatario supremo. Fidel Castro dispuso boicotear la visita rindiendo homenaje, estruendosamente, cantando el himno, por ellos creado, a los caídos por Cuba.
Fulgencio Batista, junto a colaboradores y guardaespaldas, fue interceptado por unos presos detenidos no afectos y tuvo que oír las voces que entonaban el himno nacional, optó por parar y escuchar atentamente por que creía que era un agasajo que le hacían los presos, pero cuando oyó la letra le cambió la cara por la decepción. .
La represión que siguió a tan valeroso acto fue terrible, muchos de los combatientes fueron aislados en celdas de castigo por más de quince días, y el autor de la letra y música del himno, llamado "El 26 de Julio", Agustín Díaz Cartaya, sufrió salvajes torturas, al tiempo que Castro fue incomunicado definitivamente de sus compañeros.
Desde su aislamiento continuó orientando a los combatientes presos y a aquellos que estaban en libertad, haciendo hincapié en la labor propagandístico en todo tipo de medios, ya fueron en prensa, radio o televisión.
Fue haciendo efecto, poco a poco, la lucha emprendida desde la cárcel contra la tiranía "batistiana" que a su vez rompía el silencio que el mandatario cubano pretendía llevar a cabo para los polémicos reclusos. Diversos sectores del pueblo cubano demandaban la liberación de estos presos políticos; y aunque inicialmente no se incluía en una amnistía ofrecida por el gobierno a todos los moncadistas, al crearse un Comité con los padres de algunos de ellos, sus denuncias y el movimiento popular en su entorno, obligó a que fueran incluidos.
Mencia, Mario, El Grito del Moncada , Volumen II, Editora Política, la Habana, 1986, p.359 y s.
Lamore, Jean, Cuba , citado, p. 57, Universidad de Burdeos (Francia), 1971
Castro Ruz, Fidel, La Historia me absolverá , p. 70-73, Consejo de Estado, La Habana 1953.
Merle, R. Moncada , Editorial R. Laffont, Paris, 1965, p.35.
García Medina, Ramiro, citado, p.103-107
Castro Fidel, La Historia me absolverá , citado, p. 74-76
Plataforma programática del Partido Comunista de Cuba, La Habana 1976, p. 27
Castro Ruz, Fidel. Informe del Comité Central del PCC, en el Primer Congreso Editorial Ciencias Sociales La Habana, 1978. p. 28 y s.
Centro de Estudios de Historia Militar , Editora Política, La Habana 1983, Tomo III, p. 278 y s.