AMÉRICA Y EL GENDARME DEL MUNDO
En los recientes acontecimientos que tienen lugar en el entorno del
Golfo Pérsico, antes iniciados en Afganistán, consecuencia de una guerra aún no
finalizada contra Saddam Husseín
que fue gestada y patrocinada por el padre del actual presidente norteamericano
Bush, quedan identificados como principales
protagonistas los poderes fácticos del gobierno republicano en los Estados
Unidos que son los jefes de lo que en éste artículo denominaremos “gendarmes
del mundo”.
Estos pasados días (23 y 24 de octubre 2003), ha tenido lugar en
Madrid la llamada Conferencia de Donantes para la reconstrucción de Iraq con aportación económica de diversos países
interesados entre ellos España comprometida con la política seguida en dicho
país. Los empresarios, para contribuir en el saneamiento económico, exigen más
seguridad y garantías ante la grave situación por la que atraviesa las
principales zonas objeto de inversión en estos momentos.
Sin embargo, continúa la escalada de ataques contra objetivos civiles
así como a patrullas militares y acuartelamientos de las fuerzas de ocupación,
incluidas las que se encuentran en la zona asignada a España, situación bélica
que no logra neutralizarse. A partir del 26 de octubre, la prensa se
hace eco del ataque con granadas hacia hoteles y otros centros
neurálgicos de Bagdad ocupado principalmente por personal americano y
sus aliados con resultado de numerosos muertos y heridos.
Los antecedentes para analizar la invasión, principalmente por fuerzas
norteamericanas, se remontan a los inicios de los años noventa. Para este
acontecimiento, se incluía la concepción de la guerra preventiva, la práctica
unilateral que conllevaba el desconocimiento de la ONU cuando no se dejara
doblegar, como así ocurrió, y la intención que EE UU pudiera mantener su papel
de potencia hegemónica en los próximos 20‑25 años.
Era imprescindible controlar la siempre polémica zona del Medio
Oriente, considerada ésta en su extensión hacía el Golfo Pérsico y el Mar
Caspio, pues reúne las mayores reservas de petróleo del mundo y constituye una
vía estratégica de comunicaciones. El control de estos recursos impediría el
desarrollo de potencias que disputaran la hegemonía estadounidense. Este
proyecto comprendía la instalación de nuevas bases militares y en él ya se
identificaba a Iraq, Irán y Corea del Norte como
países cuyos gobiernos debían ser derrocados ( más tarde se pensaba en invadir
a la propia Cuba, según analizan algunos observadores).
Esta situación previa sirvió de base para que Mr.
Bush proclamara su llamado "eje del
mal".
Evidentemente, a lo largo de los dos últimos siglos, constatamos la
presencia decisiva de nuestros supremos y salvadores gendarmes resolviendo,
interesadamente allí donde se producen, los entuertos que precisan reconducción
inmediata al modo de la política clásica americana de “destino manifiesto y
bastón duro”.
Siguiendo
el artículo publicado recientemente en la revista Tricontinental
por el ex embajador cubano en Iraq,
Ernesto Gómez Abascal, que abandonó el
país ante la inminente invasión, la guerra tuvo dos grandes objetivos:
cambiar la situación política en el Medio Oriente, comenzando por la
liquidación de gobiernos, presuntamente terroristas, que hacían oposición a los
intereses norteamericanos y apoderarse de las reservas de petróleo de Iraq, consideradas las segundas del mundo. El pretexto
oficial de almacenamiento por el régimen iraquí de armas químicas o
bacteriológicas resultó fallido durante las inspecciones patrocinadas por la
ONU y confirmadas una vez invadido y dominado el territorio y desarticulada su
administración.
Desde la misma llegada al poder a finales de 2000, los principales
dirigentes en el gobierno se movieron intensamente para crear condiciones para
la intervención; pero encontraron no pocos obstáculos, parcialmente superados
cuando los trágicos sucesos del 11 de Septiembre les abrieron la
posibilidad de imponerse sobre la política la comunidad internacional a través
de las Naciones Unidas y despreciar los mecanismos multilaterales bajo el
manipulado argumento de luchar contra el terrorismo y defender su seguridad
nacional. No obstante, la guerra y la consecuente ocupación de Iraq, tuvieron lugar en un ambiente político internacional
y regional desfavorable. Encontraron una fuerte oposición de parte de países
que incluso habían sido sus tradicionales aliados, sólo España con el
presidente Aznar se integraría incondicionalmente.
No pudieron lograr un mandato de la ONU para su
acción y perdieron la batalla en el Consejo de Seguridad. Por primera vez
después de concluida la Guerra Fría se creó un polo de importantes países ‑Francia,
Alemania, Rusia, China, Canadá, Bélgica‑ que se opusieron a la política
imperial y no aceptaron sus falsos argumentos, posición que fue compartida por
la inmensa mayoría de la Comunidad Internacional, especialmente por los países
del Tercer Mundo. EE.UU., a diferencia de la Guerra del Golfo en 1991,
no logró crear una coalición creíble para llevar a cabo sus planes bélicos.
No
obstante, recientes acuerdos y resoluciones de la ONU, con el apoyo de países
que se habían opuesto a la intervención, desvirtúan en parte la opinión
personal del ex embajador cubano y autor del citado artículo.
Más adelante apunta: “Ahora pretenden imponer un gobierno títere en
Bagdad con la ayuda de grupos políticos domesticados con abundantes fondos de
la CIA durante años en el exterior, comprar una burocracia que unida a los anteriores les sirvan para
estructurar su nuevo protectorado. Ya lograron una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU, la 1483, que le da el visto bueno a la
ocupación destrozando principios hasta ahora vigentes en el Derecho
Internacional como el no uso de la fuerza, el respeto a la soberanía de los
Estados, la no intervención y autodeterminación de los pueblos”.
Esta novísima política intervencionista nos retrotraen al recuerdo de
otros acontecimientos que de seguro hieren la sensibilidad de otros pueblos que
también conquistaron y colonizaron América. La tierra de este continente
pertenece a todos ya sean anglosajones, chinos, griegos, italianos, indios
autóctonos, europeos de diversa procedencia, o la implantada por los hispanos
desde el descubrimiento en 1492 y consiguiente consolidación colonizadora de
gran parte del territorio sur norteamericano y hasta la Tierra del Fuego.
Los Estados Unidos de Norteamérica, que hoy encabezan las llamadas
fuerzas de ocupación en la aún sostenida guerra contra Iraq,
que bombardearon insistentemente los restos arqueológicos que aún se conservan
como valiosos vestigios de las viejas milenarias culturas mesopotámicas, son
los mismos que durante los doscientos años del nacimiento como nación y pluriestado federal, a partir de la proclamación de su
emancipación de Gran Bretaña en 1776, han acumulado tal serie de intervenciones
con similares características que, históricamente, son dignas de destacar en
especial la pugna con lo hispano.
Este colosal imperio, que aún no tiene pies de barro, creado a sangre
y fuego pero con grandes dosis de trabajo, imaginación, disciplina y deseo de
superación en todos los órdenes, ha quedado erigido en gendarme del mundo,
incontestado ideológicamente a raíz del desmantelamiento de lo que fue la URSS.
El País del Tío Sam, de la Coca Cola y que produce
las estadísticas mas desorbitadas del Globo, también llamado “Poderoso del
Norte” por sus vecinos del Sur a partir de Río Grande, que pertenece a todos
los Organismos internacionales, salvo la UNESCO, pero que como miembro de la
OEA auxilió a Gran Bretaña en la guerra de Las Malvinas, ha cosechado los
méritos suficientes para aquel protagonismo internacional, a la vez que,
reconozcamos, necesario.
Después de la victoria de las Trece Colonias sobre los
ejércitos de la madre patria, sin perjuicio de la presencia anterior de
holandeses, los propios indios autóctonos o los españoles al sur, comenzaron la
feroz expansión hacia el Oeste y a costa de territorios en Florida que España y
Francia han de ceder así como amplios territorios de indios deportados por la
Ley de Traslados de Jackson, consolidan un amplio
territorio hasta la frontera de Méjico recién independizado de la Corona
española.
En la cuestión de Texas, territorio mejicano, utilizaron nuevas
fórmulas de conquista rápida. Con fútil pretexto de la matanza en el fuerte El
Álamo a cuya defensa no acudió el general Huston
acampado en las proximidades, unido a la ineptitud del general mejicano Santa
Ana y de su ejército que fue derrotado fácilmente en San Jacinto, se proclamó
la independencia del amplio territorio que después de otro acto teatral fue
anexionado.
California, también parte del vasto territorio imperial español que
pasó a Méjico, ocupado en 1846 por sólo unos mil estadounidenses, proclamó
unilateralmente la independencia y por el impuesto tratado de Guadalupe-Hidalgo
(1848), la Unión anexionó California, Nuevo Méjico, Arizona UTA, Nevada,
Arkansas, Colorado, Oklahoma, hasta un total de más del cincuenta por ciento
del territorio mejicano.
No satisfechos con tal hazaña imperialista, apenas cincuenta años
después, en 1898, aun reconociendo que en Cuba, Puerto Rico y Filipinas
existían focos independentistas contra la ocupación colonial española y su
pésima administración, con otro fútil pretexto más cual fue la extraña voladura
del acorazado norteamericano Maine surto en el
puerto de la Habana en sospechosa visita de cortesía, se provoca una rápida
guerra contra España a la que acusan injustamente del hecho y que conducirá a
la pérdida no sólo del territorio cubano y puertorriqueño sino otras posesiones
en el sudeste asiático.
No ceja este gran país en su afán imperialista e interviene en
cualquier teatro de operaciones, que resulte apropiada para su consigna máxima:
Logra separar a Panamá de la Gran Colombia en 1904 para consolidar intereses
adquiridos en el canal interoceánico con soberanía en el mismo hasta su entrega
a Panamá a fines del pasado siglo por el presidente Carter.
El
“gendarme” interviene en Chile, Venezuela, Isla de Granada y lo intenta
constantemente en Cuba a pesar de la advertencia soviética en 1962. En la
guerra de Vietnam tuvieron tal cantidad de dificultades por la ayuda material y
humana de China a los comunistas que optaron por dejar este teatro de
operaciones y, por ello, considerada la primera derrota del gran coloso en sus
doscientos años de Historia.
La presencia actual en Iraq,
sin grandes apoyos de foros mundiales hasta ahora, se halla en la fase de la
reconstrucción y pacificación territorial. Creemos debe recibir el apoyo de
aquellos países inmersos en la dinámica de la paz y equilibrio geopolítico
mundial así como en la lucha contra el terrorismo.
Se ha de reconocer y aceptar la supremacía de los Estados Unidos como
auténtico gendarme para el mundo actual, pero también se ha de aceptar que
en la actualidad es muy difícil llevar a cabo el siempre difícil papel de policía
por la gran cantidad de contradicciones entre diversos posturas ideológicas,
más las que encierran las propias leyes, en este caso las de la Organización
Mundial de las Naciones Unidas (ONU), a veces en contradicción con los
intereses específicos de cada estado soberano.