LA
PRENSA ESCRITA Y LA CONSTRUCCION SOCIAL DE LA REALIDAD
Manuel Ángel Vázquez Medel
Universidad de
Sevilla
Introducción.
Toda reflexión pública supone un caminar juntos -cum-ferire- a través de una intrincada
selva de problemas, conceptos y nociones. Como no me gusta conducir a ciegas y
hacia un lugar desconocido a mis coyunturales compañeros de camino, deseo
esbozar desde los primeros momentos un croquis
de nuestro periplo, a fin de que nadie se sienta perdido.
Parto del hecho de que mis
interlocutores son -en su mayoría- educadores preocupados por las posibilidades
y los efectos de los medios de comunicación -ahora me centraré
primordial, aunque no exclusivamente en la prensa escrita- y sus posibilidades
en el ámbito global de la formación humana que, en la fase histórica a
que pertenecemos, parece estar consignada a tres ámbitos distintos: una familia
en crisis, unas instituciones educativas en conflicto y unos medios de
comunicación con una potencia emergente desconocida hasta nuestros días.
En una primera estación de
nuestro recorrido, reflexionaremos sobre la génesis y evolución del periodismo
escrito, porque todas las instituciones son tributarias de su contexto
histórico y de su ámbito pragmático.
Como no es nuestro deseo realizar un recorrido
exclusivamente especulativo -sabemos que la teoría sin praxis es hueva y que la
praxis sin teoría (visión) es ciega- expondré, a partir de una selección
aleatoria de medios de comunicación durante la preparación de este trabajo, la
inevitable parcialidad de toda construcción informativa.
Veremos qué sea "la
construcción social de la realidad" desde la sociología del conocimiento y
la poética del imaginario para detenernos, por un momento en "el ojo del
observador", a fin de trazar las caves del constructivismo radical. Finalmente ofreceremos pautas para
calibrar "los efectos de los medios de comunicación", y unas someras
conclusiones.
Claves de la génesis y evolución del periodismo escrito.
La prensa periódica no surge,
históricamente, por generación espontánea y al margen de otros fenómenos de
naturaleza técnica, económica, política, social, ideológica, cultural, etc., de
los que muy bien podría dar cuenta las teorías de los
campos culturales y de poli sistemas. Su propia realidad y su evolución son tributarias
de esta red plural de factores, en cuyo marco adopta la función y la
significación social que, en cada momento, le ha correspondido. El periodismo
escrito constituye una forma de institucionalización de los procesos de
construcción social de la realidad: surge como respuesta a nuevas necesidades
de consensos sociales y se transforma al ritmo de nuevas posibilidades
tecnológicas y económicas, y de nuevas
interacciones.
Así pues, la evolución del
periodismo se inscribe en el marco amplio de la modernidad -gestada, en gran
medida, a partir de la "Galaxia Gutenberg" y el conjunto de cambios
que trajo aparejados- y de sus diversas crisis, de todas las cuales la actual
es -sin duda- la más profunda y, tal vez, definitiva.
Como hijo de la modernidad y,
más particularmente, del racionalismo ilustrado, el periodismo se articula y
desarrolla en el marco del cientificismo
objetivista. De él recibe las funciones
básicas que, con el tiempo, se irían
perfilando hasta constituir la tríada de formar,
informar y entretener, que rara vez se desarrolló en equilibrio, y que
siempre enmascaró otras redes de intereses de control y prevalencia social que,
si no del todo ocultas, sí permanecieron solapadas y en segundo plano. Del
ideal cientificista deriva, también, la falacia de la objetividad informativa.
La actividad periodística se
inicia, de manera generalizada -sobre todo en Europa- en un tiempo en que se ha
hecho imprescindible tener un conocimiento de la realidad que no se nos da de
una manera inmediata, sino mediata (y, por tanto, mediada). Los periodistas
surgen, pues, como mediadores sociales,
como extensiones del conocimiento que no nos es dado alcanzar por nuestra
imposibilidad de ubicuidad y por nuestras limitaciones temporales. El
periodista dispone del tiempo del que nosotros no disponemos, mira allí donde
no llegan nuestros ojos, y nos transmite, convertidos en palabras,
constataciones y acontecimientos que pasarán a formar parte de nuestro
escenario mental. Pero su tiempo no es nuestro tiempo, ni sus ojos nuestros
ojos ni -sobre todo- su horizonte comprensivo y vital, los nuestros. Él
reconstruye claves para interpretar los hechos, que nuestra limitada competencia
interpretativa no es capaz de alcanzar. La institución periodística selecciona,
de entre todos los sucesos, los que estima pertinentes y relevantes, en función
de criterios de interés social, que no siempre se explicitan. El periodismo es,
qué duda cabe, un fenómeno de socialización
de la experiencia.
En una palabra, el periódico se
convierte en una mediación o en una prótesis de nuestra relación con el mundo:
en una extensión no sólo de nuestros ojos o nuestros oídos sino, incluso de
nuestro entendimiento y de nuestra voluntad. No es extraño, pues, que como en
todo mito de redención, el periodismo
pase de ser una instancia de mediación a ser un instrumento de salvación,
generando toda una epos heroica
de la que en la actualidad aún no se ha desprendido (todo lo más se ha
complementado con su inversión, ofreciéndosenos la figura del informador como
la de un héroe o la de un villano; como la del último clavo al que asirnos en
nuestra ansia de libertad y democracia, o como la del culpable o connivente con
todo tipo de disparates y delitos). Quede bien claro que me parece tan falsa
una visión como la contraria, y ambas perjudiciales para un sereno análisis de
un presente y un futuro que han de pasar, necesariamente, por la mediación (y
la democratización) comunicativa. En todo caso es cierto que la democracia
moderna, con todas sus luces y sus sombras, no podría existir sin la mediación
informativa, sin el periodismo. Como tampoco podría existir sin el desarrollo
de las instituciones educativas que promueven y desarrollan las competencias
culturales de los ciudadanos ante un mundo complejo.
Desde los primeros momentos de
la actividad periodística muchos de los agentes sociales implicados en ella
fueron conscientes de toda su potencialidad (de "apostolado social",
como dijera Unamuno) y, sin duda, de su inevitable (y podríamos decir que enriquecedora)
parcialidad. Por un lado, los instrumentos de control social y seguimiento de
la prensa trazaron ese territorio que va desde la censura -como coacción de la
autoridad a la libertad informativa- a la indefensión del ciudadano (o de los
grupos sociales) vulnerados por una acción periodística difícilmente
controlable socialmente. Y habrá que recordar que democracia supone, sobre
todo, control social: control de todos los poderes que actúan en el escenario
de lo humano, incluidos los económicos y comunicacionales.
Por otra parte, los diferentes
grupos interesados en la transformación social, en el nuevo marco democrático
que comienza a dibujarse sobre todo desde la revolución francesa y la
independencia de los Estados Unidos, entienden que la confrontación de ideas,
criterios y proyectos pasa por la práctica periodística, que posee un enorme
potencial transformador y de influencia sobre los ciudadanos.
Los distintos momentos de la evolución
del periodismo implican tanto la historia de las innovaciones tecnológicas
(impresión, rotativa, papel, distribución, sociología del público, etc.) como
las diferentes regulaciones políticas y sociales de la praxis periodística.
Desde el primer momento de su existencia, la actividad periodística ha tenido
una fuerte vocación de influencia social, y ha sido un fuerte instrumento de
legitimación, de denuncia social, así como un activador de profundos cambios.
Ahora bien: las claves de la comunicación escrita en la actualidad y de su
influencia en el espacio público de la sociedad tienen que ver sobre todo con
el complejo proceso por el cual la prensa pasa de ser el cuarto poder del
estado (junto al ejecutivo, el legislativo y el judicial, los tres poderes
clásicos del Estado Moderno) a convertirse (dilatado y en parte sustituido por
la influencia mediática de los nuevos soportes, especialmente la radio y la
televisión y en general las nuevas "plataformas comunicativas") en el
primer poder del estado, junto a la fuerza bruta de la dinámica económica. Una
economía que se postula como un impulso imperativo, supeditando a ella
cualquier proyecto político, social, cultural, etc. En nuestros días
contemplamos estupefactos que el gran -y necesario- proyecto de la Unión
Europea no es más que la vieja Comunidad Económica Europea replanteada
estéticamente (más que éticamente). Aunque va camino de convertirse en un
tópico, la única Europa que se vislumbra es la del mercado y los mercaderes,
frente a la tan necesaria Europa política y social, de los pueblos y de las
culturas.
La evolución, sobre todo en
Occidente, de un periodismo de partidos o grupos ideológicos y sociales
explícitamente indicados en las cabeceras, a la situación actual en la que se
habla de una "prensa independiente", hipertrofia del factory system que hace entrar la actividad periodística en
el mercado económico y del poder tout
court, marca diferentes momentos que no permiten hablar sin más o realizar
generalizaciones huecas sobre el periodismo como constructor del imaginario
social, como parte activa de la construcción de la "realidad social",
como constructor social de la realidad. Por ello, en adelante, nos centraremos
en la situación presente, invocando los momentos pretéritos cuando resulte
estrictamente necesario.
A modo de ejemplo.
Un simple análisis comparativo
entre la primera página de los diarios El
País y El Mundo, en los pasados
días 14 y 15 de noviembre de 1998 (elegidos aleatoriamente) ilustra el hecho
innegable de que la selección de acontecimientos notables y noticiables no va
sólo unida a la objetividad de los hechos, sino a las perceptivas e
intereses de los diferentes medios e incluso al propio sistema de competencia
entre ellos.
La principal noticia de El Mundo del sábado 14 (a tres columnas) era:
"Villarejo pide al Poder Judicial que actúe enérgicamente contra EL
MUNDO". Un caso curioso e interesante de autorreferencia mediática: ese
bucle perverso por el que cada vez más extensión de los medios de comunicación
está dedicada a ellos mismos y a sus avatares. En parte responde al hecho de
que, de entre las instituciones y resortes fundamentales del funcionamiento
socioeconómico y político, los propios medios de comunicación son una de las
fuentes fundamentales de noticias.
El País no reclamaba esta
vez directamente la atención sobre sus intereses mediáticos,
aunque, sin duda, sí indirectamente: "Aznar
quiere que el nuevo director pacte otro modelo de TVE", se indicaba tras
el antetítulo "Pío Cabanillas sustituirá a López-Amor". Noticia que,
sin duda, saltaba también a la primera página de El Mundo: "El Gobierno nombra a
Pío Cabanillas director de RTVE por su espíritu dialogante". Caso
interesante para la comparación de titulares: mientras que El País subraya la voluntad
(y por tanto la finalidad u objetivo perseguido con el acontecimiento) de
Aznar: pactar otro modelo de TVE, El
Mundo coloca al Gobierno como agente
del nombramiento e indica la razón (más que el propósito) del nombramiento: su
espíritu dialogante.
La foto de portada, aun siendo
distinta, apunta en ambos medios a un mismo acontecimiento: "Nueve muertos
en la batalla de Yakarta", titulaba El
Mundo, "Linchamiento y caos en
la capital de Indonesia", El País. Un
caso más de testimonio de la violencia y el caos en las sociedades actuales.
Además de alguna otra noticia tratada con sesgos
distintos ("El IPC de octubre mejora aún más las previsiones del
Gobierno", dice El Mundo, frente a "Los precios se sitúan en el 1,7
% anual y Rato pide moderación en beneficios y salarios" de El País), El Mundo apuesta por su política de corresponsales o enviados
especiales: "El enfrentamiento entre los países ricos y pobres bloquea la
cumbre del Clima". El País mantiene su principio de continuidad
informativa sobre grandes acontecimientos, en este caso el conflicto de El
Golfo ("EEUU y la ONU logran el total aislamiento de Irak ante un posible
ataque"), totalmente ausente de la primera de El Mundo, así como su mayor
atención al escenario ibérico ("El Supremo de Portugal archiva importantes
casos de corrupción") o a los temas femeninos: Violencia familiar en
Bangla Desh. Seis mujeres quemadas con vitriolo se curan en Valencia").
Incluso en la información
cultural -ambos medios ofrecen el suplemento literario, respectivamente Babelia y La
Esfera- El País y El Mundo se alejan en sus perspectivas, muy
ilustrativas en cada caso: "'El sol de Breda', de Arturo Pérez
Reverte" en Babelia; "La
novela de Rodríguez", en La Esfera. En
ningún caso estamos hablando -es evidente- de lo que en otro tiempo se denominó
"alta cultura", aunque también hay niveles intermedios y niveles de
bajeza.
En el límite del plazo de un
acontecimiento de repercusiones mundiales, ambos medios dedican al mismo tema
la primera noticia del domingo 15, con sesgos bien distintos: "Estados
Unidos rechaza la oferta de Sadam y sigue con sus planes de ataque",
titula El País; "Sadam vuelve a dar marcha atrás sólo
horas antes del ataque de EEUU". Mientras que El País dedica la foto de la
primera plana al Príncipe, en Centroamérica, El Mundo aprovecha su enviado especial para insistir en
una noticia que realmente no presenta perfiles nuevos: "Miles de personas
desbordan al Ejército y saquean Yakarta. El enviado de EL MUNDO, testigo del
caos".
El Partido Socialista es noticia
de primera de modo muy distinto en cada medio: "Borrell dice que será el
interlocutor de Aznar", subraya El
País al referirse al mitin
socialista de Granada; "Carmen Romero denuncia que Vera y Barrionuevo son
'presos políticos'", subraya El
Mundo, que añade: "Dice que su
condena es una "venganza", cuyo "inspirador" es
Aznar". El papel reconstructor y ridiculizador de las comillas es, en El Mundo, evidente, como lo es el titular mucho más interpretativo que informativo,
"Pujol pretende dejar de ser solidario con el resto de España".
No es posible ninguna noticia
sin contexto ni punto de vista. Como tampoco es posible la neutralidad en el
análisis de discursos informativos. Ni es posible la contextualización y
focalización de un acontecimiento sin proyectar una dimensión interpretativa y valorativa.
Ya sabemos que la constatación de que un vaso está "medio lleno"
cuando tiene un 50 % de contenido, subraya lo que hay en el vaso, en tanto que
la afirmación de que está "medio vacío" pone el énfasis en lo que le
falta. Y pese a que la formulación aparentemente cuantitativa parecería ser la
más objetiva, no dejaría de ser una interpretación más, que simplemente juzga
de otro modo la realidad: siempre habrá que decir que tiene un 50 % o que le
falta un 50 %.
El ideal de la objetividad y la
transparencia informativas, positivo en cuanto horizontes a los que se tiende e
intenciones que animan la actividad configuradora del discurso informativo, se
convierten en un discurso de ocultación cuando se pretenden una posesión propia
frente a las carencias ajenas.
Hace más de un siglo, Nietzsche
recordaba que ya no hay acontecimientos, sino interpretaciones. Heidegger
recordó que interpretar no era una actividad añadida a otras, sino un existenciario, nuestra manera de vivir,
de estar en el mundo, de contemplar la realidad desde nuestro ahí (Da). Vattimo ha recordado que el escenario que
construye la desfundamentación de la Modernidad se caracteriza por la
"liberación del conflicto de las interpretaciones". ¿Liberación de
qué? Sin duda, de la supuesta objetividad de algunos discursos, y de la trampa
que con ello se tiende a los interlocutores.
La construcción social de la realidad.
Si no los primeros, Peter Berger y Thomas Luckmann
fueron, a partir de la primera edición de The
Social Construction of Reality, quienes
de manera más contundente desarrollaron esa peculiar perspectiva de la
sociología del conocimiento que tuvo sus orígenes en Max Scheler y su difusor,
en el ámbito sociológico anglosajón, en Karl Mannheim. Su preocupación por el
papel del conocimiento en la sociedad anticipa muchas de las claves del nuevo
espacio del cognitivismo social: "los análisis de la objetivación, la
institucionalización y la legitimación resultan directamente aplicables a los
problemas de la sociología del lenguaje, a la teoría de la acción y las
instituciones sociales, y a la sociología de la religión" (P. Berger-T.
Luckmann, 1968: 228).
Más recientemente, y tras
vislumbrar las derivas que se dibujan en la coyuntura de la
crisis de la modernidad, aún no perceptibles desde la obra anteriormente
citada, afirman: "Las reservas de sentido socialmente objetivado y
procesado son "mantenidas" en depósitos históricos de sentido y
"administradas" por instituciones. La acción del individuo está
moldeada por el sentido objetivo proveniente de los acervos sociales de
conocimiento y transmitido por las instituciones a través de las presiones que
ellas ejercen para su acatamiento. En este proceso, el sentido objetivado
mantiene una constante interacción con el sentido construido subjetivamente y
con proyectos individuales de acción" (P. Berger-T. Luckmann, 1994: 43).
En el marco de esta preocupación
por las reservas de sentido individual y social -que ya abordara Víctor Frank
desde la logoterapia denunciando la crisis de sentido individual y social (neurosis
noógenas)- Berger y Luckman reconocen que los medios de comunicación (entre los
cuales sigue manteniendo un peso específico, en su proceso de disolución, la
prensa escrita) han vuelto accesibles para todos las distintas reservas de sentido. En su proyecto de
indagación social sobre la producción, la transmisión y la recepción de sentido
indican tres ámbitos privilegiados de observación: la comunicación de masas, la
comunicación cotidiana dentro de las comunidades y las instituciones
intermedias que se encuentran entre las grandes instituciones, las comunidades
y los individuos. En el ámbito
comunicacional reconocen que "hay algunas diferencias entre las
organizaciones "públicas" de difusión y los medios de comunicación
privados, aunque todavía no sabemos realmente cuán profundas pueden ser estas
diferencias. Con todo, resulta claro que los medios de comunicación masiva son
utilizados explícitamente por empresarios morales de diferentes categorías para
sus propios fines, al igual que por el Estado, las Iglesias, las asociaciones
de beneficencia, como representantes de comunidades de opinión con programas
bastante distintos (ambientalismo, protección de menorías éticas, sexuales u
otras) (P. Berger-T. Luckmann, 1994:
122-123).
Parece oportuno, por cierto,
disolver algo más que una ambigüedad terminológica: público es todo aquello que
afecta a un universo interindividual amplio, que puede tener titularidad o
gestión privada, o bien estatal, a través de los gobiernos que encarnan
coyunturalmente la representación del Estado que somos todos (al menos en la
teoría estatal de la modernidad, residualmente vigente). Por ello no se debe
hablar de una educación pública frente a una educación privada. La educación -a
menos que llegue a perder su papel articulador de consensos sociales- es
siempre pública, por más que su gestión pueda llevarla el Estado a través de
sus gobiernos, o bien diversas iniciativas privadas, más o menos amplias. Por
la misma razón no puede hablarse de televisiones públicas y televisiones privadas:
todas las televisiones -exceptos los circuitos cerrados para minorías- son
públicas, por más que su titularidad y su gestión pueda ser estatal o privada.
Sólo desde esta comprensión progresista del espacio público se podrá ejercer la
soberanía democrática, sin que sean sustraídas por grupos ideológicos o de
poder.
Hablamos, pues, de "La
sociedad como realidad objetiva" (con todas las restricciones que al
concepto de objetividad haremos, de inmediato, desde el constructivismo) y de
"La sociedad como realidad subjetiva", partiendo -aunque no
quedándonos ahí- de las aportaciones de Berger y Luckmann (1968).
El ojo del observador.
Con este título, El ojo del observador. Contribuciones al
constructivismo, se recogieron hace años varias excelentes aportaciones con
ocasión del 80 aniversario de Heinz von Foerster, uno de los pioneros del constructivismo radical, cuyo objetivo fundamental es la comprensión de
la interdependencia entre el observador y el mundo observado. El estudio de
Ernst von Glasersfeld se titulaba sintomáticamente "Despedida de la
objetividad", y era un cuestionamiento a fondo de las teorías del
cocimiento realistas ("la suposición de que nuestros sentidos pueden
transmitirnos algo objetivo del mundo óntico pierde su validez" (1994: 30):
"La revolución que se ha puesto en movimiento en nuestro siglo es más
profunda que la de Copérnico, que expulsó al hombre de su soñada situación de
privilegio en el centro del universo. Después de Copérnico pudimos seguir
considerándonos la 'coronación de la creación' y alimentar la creencia de que
éramos los únicos capaces de conocer, por lo menos a grandes rasgos, la
consistencia de la creación. Sea lo que fuere lo que entendemos por
'conocimiento', ya no puede ser más la imagen o la representación de un mundo
independiente del hombre que hace la experiencia. Heinz von Foerster lo ha
dicho con ejemplar concisión: 'La objetividad es la ilusión de que las
observaciones pueden hacerse sin un observador'" (en P. Watzlawick-P.
Krieg, 1994: 19).
Tal vez habría que matizar la
radicalidad de este constructivismo: si bien es cierto que las observaciones no
pueden hacerse sin un observador que dé estatuto gnoseológico a los hechos, sin
duda las cosas y el acontecer tienen un estatuto ontológico independientemente
del observador, pero que sólo es accesible -al precio de transformarlo desde
nuestra propia perspectiva- en la observación misma.
Uno de los editores del volumen,
Peter Krieg, completaba los enfoques sociológicos, biológicos, psicológicos,
etc. con una aplicación del constructivismo a la práctica periodística que
titulaba "Puntos ciegos y agujeros negros. Los medios como intermediarios
de las realidades". Tras una significativa cita de René Magritte
("Todo ocurre en nuestro universo mental"), Krieg exponía
acertadamente la cuestión: "Para los periodistas la cuestión de la
realidad es por lo general muy fácil: la realidad es el hecho sobre el que hay
que informar. El deber del periodista es lograr un informe sobre el hecho lo
más fiel posible a la realidad. De todos modos, en la tradición democrática del
periodismo se señala siempre que no puede haber "objetividad" en el
sentido de una reproducción absolutamente fiel al original, pues toda
percepción recibe el color de quien percibe. Sin embargo, se postula como
objetivo y caso ideal del informe periodístico la mayor aproximación posible al
hecho. Según esto el periodista es alguien que busca incansablemente la
realidad y por tanto la verdad". Más tarde añade: "en ninguna rama
profesional es tan firme como en el periodismo la idea de una realidad 'en
algún lugar allá afuera' aprehensible y comunicable por la prensa. Tengo la
impresión de que precisamente allí y no por casualidad se encuentra el punto
ciego, sin el cual ningún grupo profesional puede manejarse" (en P.
Watzlawick-P. Krieg, 1994: 123-124).
Krieg denomina, siguiendo a von
Forster, "punto ciego" al "valor intrínseco" de cada
observación, dando por sentada la imposibilidad (evidenciada por la biología y
la filosofía actuales) de ningún acceso directo a una realidad dada a priori. A partir de ahí
reflexiona sobre la función del periodismo y la producción de la realidad en la
práctica periodística.
Convendrá recordar aquí una
dicotomía cuestionada pero bastante bien asentada ya en el debate social:
"lo real" como el estatuto ontológico (incognoscible) de las cosas y
los acontecimientos (lo "en sí", lo "nouménico kantiano") y
"la realidad" como la transformación gnoseológica, cognitiva, operada
por un sujeto observador desde su peculiar punto de vista, su competencia
interpretativa, su horizonte vital. Toda realidad sería, por definición,
"construida". De ahí el nombre de constructivismo
para esta tendencia epistemológica
del análisis natural y social.
Pus bien: entendiendo la
comunicación como la coordinación de acciones mediante los lenguajes (o
codificaciones de conductas), que cuando consigue el consenso entre individuos
construye la sociabilidad, "la realidad es una construcción social que a
su vez permite y construye a la sociedad. Por tanto los medios tienen la
función de crear esa "realidad" construyéndola mediante la
observación de la sociedad y difundiéndola en ella. Cuanto más compleja y
grande es la sociedad, tanto más importante es la función de los medios, pues
sin ellos una sociedad de dimensiones y complejidad más grandes no podría
funcionar como sociedad" (en P. Watzlawick-P. Krieg, 1994: 125).
Es oportuno recordar aquí que
toda comprensión es, incluso etimológicamente, una compresión, que todo comprender implica un comprimir:
simplificar los datos verdaderamente inabarcables de nuestro mundo exterior,
para que nuestro cuerpo y nuestra mente puedan comprenderlos, para que quepan en nuestros límites vitales
y hermenéuticos. "El mundo que producimos depende de la estructura en que
nos encontramos en el momento de la producción (...) los medios, mediante su
difusión, sólo contribuyen al acoplamiento estructural de los individuos"
(en P. Watzlawick-P. Krieg, 1994: 125.127). Bien es cierto que hay que
distinguir con claridad -pues ambas posibilidades se dan- cuándo los medios de
comunicación crean estados emocionales sociales, que difunden e
imponen, y cuándo los medios y los periodistas que trabajan para ellos son
simples catalizadores de una situación emocional previa en la sociedad.
Sabemos que no siempre coinciden la opinión pública con la opinión publicada, y que
una y otra se condicionan en una compleja red de interacciones. La falacia de
la pretendida objetividad debe ser desterrada: "ya no puedo decir: ésta es
la verdadera historia o éstos son los hechos crudos, sólo puedo decir: así lo
he visto o así me lo han contado, no he suprimido ninguna información que me
parecía importante. La realidad que creo para mí como observador es mi realidad
de primer orden. Al informar sobre ella, creo una realidad de segundo orden, o
sea, 'un mapa del mapa' que luego se convierte a su vez en una realidad de
primer orden para los espectadores que no fueron testigos de acontecimientos
informados" (en P. Watzlawick-P.
Krieg, 1994: 130).
Los efectos de los medios de comunicación.
Maxwell McCombs, Profesor de la Universidad de Austin
en Texas reflexiona sobre "La influencia de las noticias sobre nuestras
imágenes del mundo": "Las noticias influyen en muchas facetas de
nuestra vida cotidiana. Nuestro modo de vestir para ir al trabajo, el camino
que elegimos a veces para llegar a él, los planes del próximo fin de semana,
nuestros sentimientos generales de bienestar o de inseguridad, el enfoque de
nuestra atención sobre el mundo más allá de la experiencia inmediata y nuestras
preocupaciones sobre los temas del día, están bajo la influencia de las
noticias cotidianas" (en J. Bryant-D. Zyllmann, 1994: 13).
En una palabra: lejos de estar
fundamentada en nuestra experiencia directa del mundo, nuestras imágenes de la
realidad social provienen de los medios de comunicación. ¿Cuántas veces somos
felices o infelices por tal o cual noticia que no forma parte del radio de
nuestra experiencia más directa de la realidad, sino que nos viene mediada por
las agenda-settings de los medios? "Su nombre metafórico -nos
dice Maxwell Mc Combs (en J. Bryant-D.
Zyllmann, 1994: 16-17)- proviene de la noción de que los mas- media son capaces
e transferir la relevancia de una noticia en su agenda a la de la sociedad. A
través de su práctica diaria de estructuración de la realidad social y
política, los medios informativos influyen en el agenda-setting de los asuntos
sociales a través de los cuales se organizan las campañas políticas y las
decisiones de los votantes".
Se ha llegado a decir que sólo
existe socialmente aquello que adquiere conveniente presencia y reflejo en los
medios de comunicación, en los ámbitos específicos en que los medios ejercen su
influencia. Si ello fuera cierto -y en gran medida lo es- corremos el riesgo de
influencias dictatoriales y sectarias de los medios de comunicación. Frente a
ello, la teoría de la democracia como soberanía y control ejercido sobre
aquello que constituye el ámbito de lo público esta por llegar a los medios de
comunicación.
Que un ultraliberal como Koper
recuerde la exigencia del control democrático sobre los medios es una verdadera
llamada de atención ante la posibilidad de construcción de mundos ficticios y
problemas fricciónales a través de los medios.
A modo de conclusión.
Si hemos entrado en la lanzadera
de una revolución cualitativa para la historia de la humanidad (la revolución
tecno-comunicacional); si el poder de la comunicación es superior en la
actualidad a cualquier otro poder, el próximo asalto no lo será a ninguna Bastilla o a ningún Palacio de
Invierno, sino a ese misterioso reducto en el que el poder mediático se
embosca. De ello depende un futuro mínimamente democrático. De ello depende un
futuro mínimamente humano.
REFERENCIAS
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