Revolución Cubana en 1994 (II)

 

En relación y como complemento al artículo precedente en este vínculo de la Web, “Revolución cubana en 1994”, transcribimos el publicado el viernes, 28 de octubre del mismo año, en la columna Apuntes dirigida por Ángel Tristán Pimienta en el periódico La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria, España, que titula “Sospechosa tranquilidad en Cuba”, cuyo autor nunca resultará ser tildado de conservadurismo extremo, más bien es conocido como “hombre de izquierdas”.

 

Dos meses después del estallido anticastrista en La Habana, cuando grupos de jóvenes se enfrentaron a la policía del régimen en el Malecón ( y en otros lugares de la capital cubana) y abrieron a gritos y a palos la “crisis de los balseros” que conmovió al mundo, las aguas parecen haber vuelto al cauce de la dictadura.

La Cuba real ha dejado de ser noticia de primera en los periódicos y la radiotelevisión mundial. Si acaso, en las secciones de Exterior algunas pocas informaciones aisladas permiten ir encajando un puzzle cuyas primeras formas apuntan hacia una cierta adaptación del Sistema, muy tímida, por supuesto, a las exigencias democratizadoras de la comunidad internacional.

Colocada al borde del abismo, entre la espada de la rebelión popular y la pared de unos Estados Unidos dispuestos a dar nuevas vueltas de tuerca a su estrategia de acoso, la Dictadura (castrista) ha decidido sobrevivir aún a costa de abdicar de todos los que hasta hace unos meses han sido principios irrenunciables, marca registrada del castrismo.

De una forma lenta pero sostenida, se han ido produciendo algunas novedades: el mismo acuerdo del 9 de septiembre formalizado entre los representantes norteamericanos y cubanos es harto elocuente de cómo han variado las cosas. Cuba exige que su enemigo mortal, el Imperio al que combate, abra sus puertas a unos ciudadanos que huyen del infierno – paraíso para apagar, de esta manera, un foco de insurrección que prendería como la yesca. 20.000 cubanos anuales podrán entrar (en aquel momento) legalmente en los Estados Unidos, si bien las autoridades norteamericanas han impuesto una serie de cautelas para evitar que Castro pueda repetir la estratagema de Mariel y desviar a Florida pícaros, truhanes, vagos y maleantes. Los nuevos visados se repartirán por cupos: 6000 permisos serán concedidos exclusivamente a perseguidos políticos o religiosos, otros tantos se repartirán mediante sorteo, y una cantidad similar será para facilitar la reunión familiar. Mientras tanto la legación yanqui (sic) en Cuba verá aumentados sus efectivos para tramitar las quinientas visas a la semana, frente a las doscientas actuales.

Hay otros indicios de apertura: tras la rectificación oficial sobre el mercado libre campesino, que vuelve a ser autorizado aun que con condiciones, y que ha constituido una derrota personal de Fidel, en las últimas horas se ha conocido que el gobierno ha liberalizado asimismo en parte el mercado artesano e industrial. Tales medidas ya se han dejado sentir: el hambre se ha mitigado gracias a la llegada a las ciudades de productos del campo..., pero parece seguro que pocos agricultores cumplen con las condiciones impuestas por el Estado, que muy probablemente las exige en el papel para mantener una cierta imagen de dignidad. Pero esta dignidad institucional ya se quebró con la avalancha de inversiones turísticas, que en la práctica han creado dos Cubas ( o tres si consideramos como tal a la elite que rodea a Fidel) que se dan la espalda: la Cuba del lujo y las jineteras que pululan en los hoteles sólo para extranjeros, y la Cuba pobre que malvive a la espera de que se cumpla el dicho que “no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo aguante”.

En realidad todos esperan que un achaque, un infarto, facilite la transición con Castro de corpore insepulto. Como ocurrió en España. Lo que parece claro es que una vez que el Régimen se ha visto obligado a renunciar a su total intransigencia para liberalizar el mercado interno, ya es imposible volver hacia atrás. Ante al contrario, similares experiencias en otras naciones de formación cultural parecida han acabado siempre en un proceso uniformemente acelerado que termina invariablemente en elecciones libres (hoy diez años después no ha tenido lugar tal deseo de buena intención del columnista).

Al tiempo, en la ONU el criterio de que los Estados Unidos debe poner fin al embargo económico que pesa sobre la isla, cobra nuevos adeptos. Hoy día (28 octubre de 1994) es una paradoja que por una parte de los Estados Unidos mantengan relaciones formales con el castrismo para negociar un cupo migratorio y de otra parte se mantenga un cerco económico u financiero, que inevitablemente, fomenta la emigración, y que ya no puede agravar demasiado la situación.

¿Qué diferencia práctica existe entre lo malo y lo peor?. Es previsible que tras el éxito obtenido en Oriente Medio donde ya es visible la existencia de una nueva era de diálogo ( en aquel momento), la administración Clinton decida emplearse a fondo en el Caribe.

Castro está arrinconado, pero sigue sin dar su brazo a torcer para que se inicie el cambio y lleguen las libertades formales. En apariencia está decidido a embarcarse en un programa a lo Den Xiao Ping, para que todo cambien menos su liderazgo ( pero el líder chino si dejó paso a otro), y el poder de la burocracia que ha ido tejiendo en tantos años de dictadura. Pero lo que es posible en la inmensa China no lo es en un estado en quiebra que depende casi absolutamente del poderoso vecino del Norte ( y en parte de la que fue su madre patria: España).

La actual tranquilidad (en 1994), pues, no es definitiva; es sólo esa “sospechosa calma” que suele anteceder a las grandes reformas ( y se equivocó el columnista). La oposición interior y exterior, fortalecida por la dramática imagen de la huída en masa de agosto, ya trabaja en la perspectiva de una alternativa cercana. “Y sin embargo algo se mueve”, finaliza el citado artículo.