El federalismo que viene
Juan Jesús Ayala
El Mundo - La Gaceta de Canarias
El federalismo no solo se
verá actualizado con la puesta de largo de la futura Constitución europea, que va a venir
por ahí, sino que ya goza hace bastante tiempo de plena vigencia y
operatividad. El federalismo no se ha desarrollado en el siglo XIX sino que ha
sido en el siglo XX donde ha tenido su máximo esplendor y continúa así en los
inicios del XXI. A finales del XIX, sólo unos cuantos países poseían
estructuras federales, basta recordar EEUU, Suiza, Canadá, los casos especiales
de Alemania y algunos que otros Estados latinoamericanos. Pero en el siglo XX
alrededor del 40% de la humanidad ya vive bajo el amparo político de sistemas
federales.
Y en este momento histórico
en el que han emergido en el concierto mundial nuevas naciones con los ropajes
institucionales del Estado, el fenómeno no va a detenerse porque el efecto
globalizador de las culturas y de las políticas económicas hacen que cada día
que pase los pueblos intenten zafarse de esa globalización apabullante para reafirmarse y sentir que
son diferentes. De ahí que ahora más que nunca nos vamos a encontrar en un
marco de juego político donde primará lo nacional o lo nacionalista, según se
mire. Y ahí en ese marco entrarán en juego sistemas que den cobertura y
garantía a los problemas, muchos de ellos en latencia, para, desde la vía de un
federalismo pluralista, lograr el adecuado sistema de convivencia política y
social.
Quizás, como así lo menciona
Miquel Caminal, en una etapa postnacional en donde los pueblos ya han accedido
a la condición de naciones, el federalismo va a ser lo que facilite encuentros
y relaciones de todo tipo. Y en ese contexto plantea diferentes interrogantes
que, a mi modo de ver, parecen acertados y deberían compartirse desde cualquier
ángulo que esté el observador, tales como: ¿Qué se puede esperar del
federalismo en sociedades plurinacionales? ¿Qué sentido tiene la autodeterminación
en un mundo federal? ¿Puede un federalismo que ha servido a la formación y
centralización del Estado nacional, ser también la vía de transformación de
este último y del reconocimiento de la plurinacionalidad? Plantea Caminal
algunos interrogantes más, pero en este último y dado los tiempos históricos
que se avecinan, es donde se debería hacer hincapié y establecer un parón más
que necesario para que la reflexión abunde y no sea la retórica que aturde y
hasta el mito lo que se deje oír parapetados tras la demagogia y las veleidades
de los que intentan demonizar todo lo que les pueda molestar y que, intuyen,
resquebrajaría su idea de unidad nacional.
El federalismo desde su
definición intrínseca, que estriba en lograr la unión desde la diversidad,
efectivamente, si se ha conformado un estado cuasi-federal como el español
desde esos fundamentos políticos, es también posible que por esa vía se sea
capaz de optar al reconocimiento de la plurinacionalidad. ¿Y cómo?
El federalismo pluralista entiende que
la estructura institucional de la federación debe ser policéntrica o, lo que es
lo mismo, tender sin recato alguno a esa plurinacionalidad que exige la misma
federación; rompiendo así moldes tal como sucede ahora en ciertas mentalidades
que asientan en el Estado español que desde el centralismo unicista fijan
ciertos intereses estatales que están por encima de los subestatales. Y ahí el
error. Y ahí el conflicto.
¿Qué hacer? La alternativa no es otra que llegar
a determinados acuerdos en el que ese unitarismo que dice ser federalizante y
que además presume de ello, ceda poderes, derechos y legitimidades. Que no se
vea como el único poseedor de la verdad. Existen otras verdades plurinacionales
que son tan válidas como las del Estado con vocación centralista, con lo cual
se entraría en la vía del federalismo a ultranza y ya desde ahí, desde su
atalaya, se estará en condiciones de visualizar un mejor futuro tanto para los
que se irrogan el centralismo como para los que circulan por la periferia que
deben formar parte, desde la diversidad, de un mismo y único todo.
Y desde la competencia
coordinación y solidaridad, se logrará una adecuada convivencia. De ahí que el
federalismo pluralista debe deconstruir los errores establecidos y dejarnos ya
de pamplinas para que sirvan de norma de conducta
política y social.
4 noviembre 2003