MONJES, GUANCHES Y VINO

 

            MIGUEL LEAL CRUZ

 

 

 

Tal como apuntábamos en el artículo publicado en Diario de Avisos de Tenerife, el lunes, 7 diciembre de 1998, como tantas otras personas interesadas en nuestra no suficientemente conocida reciente historia, a la presentación de libro “La Vid y el Vino en Tenerife en la primera mitad del siglo XVI”. Presentación llevada a cabo tras magnífico acto en el salón de plenos del consistorio lagunero y al que nos tiene acostumbrados el Sr. Castañeda, concejal de Cultura, a la sazón, del Ayuntamiento de La Laguna.

Esta obra editada, como tantas otras del mismo género, por el Instituto de Estudios Canarios, se enmarca dentro de la colección de trabajos publicados con motivo del quinto aniversario de la fundación de la Ciudad de San Cristóbal (como Aguere ya figuraba en la organización aborigen). Tras la fundación, precisamente pocos años después, tendría lugar el inicio del trasiego vitivinícola tan importante para la economía de Tenerife, principal argumento de libro.

Esta magnífica publicación, en especial para los que amamos nuestra historia con sus nefastos avatares incluidos, se basa en la tesis del doctor Martínez Galindo bajo dirección  dela experta paleógrafa Doña Manuela Marrero, cuyo acto fue presentado por el que fuera director de la Real Academia de la Historia, nuestro insigne paisano y prolífero autor y excelso investigador de nuestra historia: D. Antonio Rumeu de Armas. Constituye una investigación exhaustiva en torno a los orígenes del cultivo de la vid, así como los sistemas de producción y comercio del vino en Tenerife y desde Tenerife, durante estos primeros años del siglo de la colonización, tras reciente conquista de la isla. Analiza el posterior desarrollo de esta actividad económica tan fundamental hasta constituirse en la más pujante económicamente de todo el archipiélago hasta los albores del siglo XIX.

Pero sí constatamos y echamos en falta que en ningún momento del acto, ni tan siquiera por el autor, se aludiera a la población aborigen que pervivió a la conquista, numerosa para la época, y que quedaba englobada en las estructuras socioeconómicas y culturales, producto de la nueva administración que ponían en práctica los colonizadores españoles.

Consideramos a la vista de lo conocido, investigado, publicado o declarado, sobre esta controvertida etapa de nuestra historia, que ya existían cepas de vid que explotaba la sociedad aborigen guanche, traídas y sembradas por monjes desde más de un siglo antes... ¿O es qué no se precisaba el vino para los actos litúrgicos, para uno de los mas relevantes: la consagración?

Cómo podemos negar otro de sus usos fundamentales, en aquella época más que nunca, como necesario complemento alimenticio y culinario. Los muchos años de relación, entre islas de señorío, las primeras conquistadas desde principios de la centuria anterior: Lanzarote, Fuerteventura, Hierro o Gomera, con las restantes aún pobladas por aborígenes hasta fines del siglo XV, nos conducen, inexorablemente, a estas conclusiones por la probada existencia de relaciones, por largos periodos de paz, entre todas ellas.

Son muchos años de contactos desde el siglo XIV y todo el XV, hasta 1497, en que se inician los repartimientos y las datas para adentrarnos en el periodo estudiado por el libro citado.

Entre los intercambios llevados a cabo sin dinero, trueques, de resina de pino, madera, animales domésticos y otros, existían cepas de vid para cultivo (como antes se obtuvo trigo, centeno, o esquejes de higueras, manzanos...). El vino es tan antiguo como el dios Baco, para añadir que en Gran Canaria llegó a existir riego canalizado para la agricultura aborigen muchos años antes de la conquista, probado fehacientemente.

¿Por qué eludimos, sin la más mínima mención a aquellos valientes antepasados, ancestros de los que la gran mayoría de canarios (hasta 1930 sobre todo) procedemos por la regla inexorable de la genética, ya que los conquistadores o colonizadores después eran relativamente pocos y los aborígenes eran relativamente muchos. Wölfel y otros científicos así lo investigaron, y el propio presentador de la obra en su “Política Indigenista de los Reyes Católicos” o igualmente la doctora Marrero en sus “tratados” sobre esclavitud en Tenerife.

El guanche de Tenerife, que hasta Lope de Vega dedicó una de sus piezas teatrales, sumiso, integrado o adaptado, fue necesario como mano de obra para, entre otras actividades, cultivar y recolectar la vid tan extendida en los que antes eran sus campos de pastoreo en los altos de La Laguna, Tacoronte, El Sauzal... Posiblemente en el texto de tan inmenso contenido, que no he leído todo aún, se haga alusión pormenorizada a:

1.-Los guanches supervivientes en Tenerife tras la conquista, constituyen un número muy elevado comparativamente a los colonizadores.

2.-La importante aportación como mano de obra libre o esclava.

3.-Hubo repartimientos a guanches ilustres, amigos de los castellanos.

4.-Los esclavos negros, precisos para los ingenios de caña, fueron precisos ante el aumento de la población y la diversificación de nuevos cultivos.

5.-Al mayor potencial numérico de los habitantes autóctonos habría que sumarle los traídos desde las islas anteriormente conquistadas, todas las demás, exceptuando la Palma recién conquistada, y ya integrados en el nuevo status socio económico y cultural.

Los colonizadores y nuevos pobladores, casi todos andaluces a decir del Dr. Rumeu de Armas, tienen que compaginar el asentamiento en estas islas con la demanda que producen las nuevas colonias conquistadas en América, amplias tierras que precisan urgente y necesario poblamiento en pugna con el de estas islas que sentirán el efecto de la llamada de América.