América no puede sola
BILL CLINTON
Soy partidario de una postura
firme en materia de seguridad, pero tampoco podemos matar, encarcelar o ocupar
los países de todos nuestros enemigos potenciales.... pasamos de «la
cooperación con las Naciones Unidas por encima de todo» a «las Naciones Unidas
son nuestras y nosotros decidimos cuándo va a poner fin a sus inspecciones Hans
Blix». El inspector de Naciones Unidas reclamaba cuatro, cinco o seis semanas
para terminar su trabajo, pero los halcones estaban ya decididos a no dejarle
concluir sus investigaciones. Para terminar, déjenme decirles una cosa. Estoy
convencido de que el fundamentalismo del que cree detentar la verdad suprema y
el derecho de imponérsela a los demás no es una respuesta adaptada a los
problemas del mundo moderno ni en el ámbito religioso ni en el político. Es
mucho mejor tratar estos problemas de una forma pragmática, basándose
únicamente en los hechos y en el diálogo, privilegiando la experimentación
sobre las conclusiones precipitadas.
La mayoría de la gente considera que nuestra
época es la época de la globalización. Para los americanos, la era de la
globalización es sinónimo de enormes beneficios. Durante los ocho años de mi
Presidencia, los intercambios comerciales sólo alimentaban un tercio de nuestro
crecimiento. La aplicación de las nuevas tecnologías de la información a todos
los sectores de la economía ha contribuido decisivamente al considerable
aumento de nuestra productividad. Al mismo tiempo, la apertura de nuestras
fronteras a nuevos inmigrantes procedentes de los cuatro puntos cardinales del
planeta proporcionó un nuevo impulso a nuestro espíritu emprendedor. Todo ha
sido beneficioso para nosotros, aunque el principio de la interdependencia
mundial no es, a priori, ni benéfico ni contraproducente. Puede ser lo uno o lo
otro o ambas cosas a la vez.
El 11 'de Septiembre' los terroristas de Al
Qaeda utilizaron diversos elementos conjugados por la mundialización (permeabilidad
de las fronteras, facilidad para los desplazamientos, flexibilidad para la
inmigración, fácil acceso a la información y a la tecnología) para transformar
un avión repleto de queroseno en un arma de destrucción masiva, matando a cerca
de 3.000 personas en Estados Unidos, entre ellas a centenares procedentes de 70
países extranjeros, 200 de las cuales eran de confesión musulmana. Lo cual
proporciona una idea de la diversidad religiosa y del aspecto positivo de la
mundialización.
Mi postulado básico es el siguiente: por
culpa de su inestabilidad, la mundialización y todas las promesas que ella
contiene desemboca inevitablemente en un callejón sin salida. No podemos seguir
viviendo en un mundo en el que el fenómeno de la interdependencia se va
ampliando porque no disponemos de instancia superior alguna que permita a los
elementos positivos de la mundialización contrabalancear los efectos negativos.
En consecuencia, me parece que todas las
cabezas pensantes, a fortiori en el seno de nuestro país, deberían intentar
resolver estas tres cuestiones fundamentales. En primer lugar, ¿cuál es nuestra
visión del siglo XXI? En segundo lugar, ¿qué debemos hacer para llevar a la
práctica esta concepción? Y en tercer lugar, abordar el problema de la forma de
compartir responsabilidades, beneficios y valores.
En lo que al segundo punto se refiere (¿qué
hacer para edificar un mundo que responda a estos criterios?), me remito a la
dinámica del reparto de responsabilidades. Creo que lo que se impone, en primer
lugar, es la lucha por la seguridad y contra elterrorismo, contra las armas de
destrucción masiva, el crimen organizado y los narcotraficantes.
Es decir, compartir responsabilidades comunes
para desmantelar Al Qaeda y las redes terroristas. Volver a poner en marcha el
proceso de paz en Oriente Próximo. Resolver la cuestión de la amenaza nuclear y
de los misiles norcoreanos. Impulsar un nuevo diálogo entre las dos potencias
nucleares que son la India y Pakistán. Hacer que el Irak de la posguerra camine
hacia un Gobierno democrático autónomo. Y ayudar a países como Colombia o
Filipinas a combatir el terrorismo, al tiempo que se consigue la reducción
global de los almacenes de sustancias químicas, biológicas y nucleares.
La segunda gran responsabilidad que debemos
compartir es la puesta en marcha de instituciones de cooperación mundial,
implicando al más amplio espectro de zonas posibles. De esta forma podremos
pensar en resolver nuestras diferencias de forma pacífica, siguiendo reglas y
procedimientos considerados justos por todos y cada uno de los implicados. En
efecto, sin el soporte de dichas instituciones, parece difícil mantener en pie
el principio del reparto de responsabilidades.
En este mundo interdependiente también es
importante compartir los beneficios. ¿Por qué? Por una razón muy sencilla. Si
procede usted de un país rico y abierto, a menos que considere que tiene
derecho a matar, a encarcelar y a ocupar la nación de sus enemigos como le
plazca, su deber es actuar para conseguir un mundo más solidario, con más socios
y menos terroristas.
Tal y como constatamos a diario en Irak,
Norteamérica es la única superpotencia militar del mundo. Somos capaces de
ganar cualquier conflicto militar con nuestros propios medios. En cambio, no
somos capaces de conquistar la paz sin apoyo externo. ¿Qué lecciones hay que
sacar de ello?
Eso significa, entre otras cosas, que nos
corresponde a nosotros conceder oportunidades económicas al 50% de la población
del globo que vive con dos dólares o menos al día, ampliar el comerció con los
países en vías de desarrollo y proporcionarles una ayuda más apropiada a sus
necesidades. Eso implica una nueva reducción de la deuda de los países pobres;
desarrollando al mismo tiempo en dichos países sistemas económicos, educativos
y sanitarios. Supone también la financiación de proyectos que puedan servir de
base para la edificación de economías estables, funcionales y productivas. Y
por último, eso supone educar a las poblaciones mundiales que, en el momento
actual, no son capaces de participar activamente en la mundialización.
He hablado en varias ocasiones con el
secretario general de las Naciones Unidas sobre el trabajo que hago para luchar
contra el sida en Africa y en el Caribe. Muy pronto vamos a ser capaces de
comprar medicinas por menos de 140 dólares por persona y año. Pero, para que
los medicamentos sean realmente eficaces, tenemos que financiar en esos países
el desarrollo de sistemas de Sanidad autónomos: Paso a paso vamos edificando un
mundo con más socios y menos terroristas. Soy partidario de una postura firme
en materia de seguridad, pero tampoco podemos matar, encarcelar o ocupar los países de todos nuestros enemigos potenciales.
Por eso hay que proclamar bien alto y claro que estamos invirtiendo muy
tímidamente en la construcción de un mundo mejor y menos hostil.
En cuanto a la tercera cuestión (¿qué
responsabilidad tiene que asumir Norteamérica?), creo que nuestro país debería
cooperar al máximo con el mayor número posible de naciones cada vez que pueda
hacerlo y actuar en solitario sólo en caso de necesidad. Yo era partidario de
la resolución de las Naciones Unidas que le decía a Sadam Husein: «O deja usted
regresar a los inspectores o le destituimos». Pero mi posición comenzó a
cambiar cuando pasamos de «la cooperación con las Naciones Unidas por encima de
todo» a «las Naciones Unidas son nuestras y nosotros decidimos cuándo va a
poner fin a sus inspecciones Hans Blix». El inspector de Naciones Unidas
reclamaba cuatro, cinco o seis semanas para terminar su trabajo, pero los
halcones estaban ya decididos a no dejarle concluir sus investigaciones.
Sigo creyendo que deberíamos ver si las
Naciones Unidas son capaces de hacerse cargo de la seguridad de Irak, al tiempo
que deberíamos asociar a esta tarea a los países miembros de la OTAN que se opusieron
al conflicto militar. Eso probaría que nos estamos esforzando entre todos por
construir, en Irak, una democracia multipartidista, multiétnica y multitribal.
Porque la mayoría de las dificultades que estamos encontrando hoy en día hacen
que la situación no sea propicia a una acción unilateral.
Para terminar, déjenme decirles una cosa.
Estoy convencido de que el fundamentalismo del que cree detentar la verdad
suprema y el derecho de imponérsela a los demás no es una respuesta adaptada a
los problemas del mundo moderno ni en el ámbito religioso ni en el político. Es
mucho mejor tratar estos problemas de una forma pragmática, basándose
únicamente en los hechos y en el diálogo, privilegiando la experimentación
sobre las conclusiones precipitadas. Dejándose guiar por la ideología, se corre
el riesgo de cometer errores. El mundo está repleto de cuestiones espinosas que
no tienen respuestas evidentes y sencillas. Se puede estar en desacuerdo con el
otro sin que ello implique que tengamos que ser enemigos.
La oposición a la mundialización tiene su
origen entre pueblos que se sienten abandonados y marginados. Pueblos que creen
estar siendo pisoteados por otros. Si, como yo, ustedes también creen en la
ampliación comercial, si piensan que Norteamérica tiene el deber de mantener
abiertas sus fronteras e invertir más en el desarrollo de los países pobres,
tenemos que echar una mano para conseguir plasmar nuestros deseos en
realidades. Y el único medio de conseguirlo es que la economía de EEUU siga
funcionando bien y que nuestra sociedad esté cada vez más unida. Tenemos que
construir una comunidad integrada. Sin ello, no encontraremos en nuestra propia
casa el apoyo necesario para hacer lo que tenemos que hacer en el resto del
mundo.
* Bill Clinton fue presidente de EEUU entre 1992 y
2000
** Publicado en el periódico español El
Mundo, 8-11-2003