A veces se dice que "el
canario ha vivido de espaldas a la mar, estando tan próxima a ella",
silogismo considerado además contradictorio considerando los enormes recursos
que en el sector pesquero hubiera deparado una economía medianamente industrial
si hubiese sido sinceramente planificada desde hace siglos por las diferentes
administraciones españolas que, por razones que se ignoran pero se intuyen,
ante el temor a un excesivo desarrollo económico autogestionario que España no
deseaba a la vista de lo que ocurría en Cuba, nunca se llevó a cabo plenamente.
Es de sobra conocido que estas
Islas se encuentran situadas en las cercanías del banco pesquero de los más
rico del Universo, a decir del marino escocés George Glas, consecuencia de la
corriente fría de Canarias en contraste con la latitud geográfica de proximidad
al continente negro, que hace de vivero para las más variadas especies
piscícolas especialmente de profundidad. Consecuencia de estos parámetros
aparece la parte más negativa en cuanto a pesca en plataforma marítima insular
que es pequeña en las Islas occidentales, pero no en estas que nos ocupa de
Fuerteventura y Lanzarote. Aquí las especies de aguas superficiales son más
abundantes y por tanto con mayor desarrollo para grupos de pescadores, que
desde siempre han practicado esta actividad de forma artesanal y en pequeños
nucleos costeros aprovechando los numerosos enclaves, playas y otros lugares
apropiados para estos menesteres.
En Fuerteventura abundan los
caladeros frecuentados por unas determinadas especies de bacalao en la zona de
Barlovento, y las corvinas en los caladeros opuestos, que son igualmente
aprovechados juntamente con las especies llamados menores de uso doméstico,
viejas, chernes, etc. Así como las apetecidas morenas o los pulpos, la especie
de calamar más codiciada por los canarios.
Esta pesca llamada de bajura o
costera es eminentemente artesanal con utilización de técnicas tradicionales,
desde la caña a la gueldera, "el tambor", "mirafondo", etc.
o en pequeñas embarcaciones, los barquillos con vela triangular, para zonas
supeficiales y próximas a la costa, junto a los pocos refugios existentes en la
época de entresiglos que tratamos.
Tal actividad se llevaba a cabo
por los más diversos medios para el sustento doméstico, trueque local pero
nunca comercialmente planificado. Caballas, chicharros, sardinas, túnidos y
otros, algunas migratorias, son especies importantes y muy abundantes en las
proximidades de estas dos Islas y en los ochenta kilómetros que las separan de
la plataforma africana.
Su enorme trascendencia en los
periodos de las temibles hambrunas es y constituye UNA TEORÍA QUE DEFENDEMOS
por nunca suficientemente estudiada para aquellos etapas de carácter cíclico
que tan frecuentemente azotaban a estas islas occidentales, principalmente.
Críticos fueron muchos años seguidos durante el siglo XVIII y en el XIX, más
estudiado y conocidas sus consecuencias en la población especialmente rural,
que o buscaba algún tipo de solución, o emprendía una emigración obligada, más
bien forzada, hacia otras islas o hasta América.
El Dr. Lobo Cabrera y Roldán
Verdejo para épocas más pretéritas o Doña Carmen Julia Hernández Hernández,
para las más próximas, entre otros, nos ilustran notablemente sobre esta
problemática social.
En "Los Acuerdos del Cabildo
de Fuerteventura, 1729-1798" y en "El Hambre en Fuerteventura",
sendas investigaciones de Roldán Verdejo sobre esta problemática, aparecen
datos sumamente explicativos con las causas que condujeron al majorero a emigrar,
a morir de hambre, A LO QUE PODRIAMOS AÑADIR O "A COMER PESCADO" ; y
no referido a momentos puntuales en un determinado año o época, sino con
frecuencia inaudita que hoy no sería creible si no estuviera lo suficientemente
documentada, y por simple obviedad.
Apunta el Sr. Roldán Verdejo, que
la falta de lluvias, endémica en la Isla, da lugar a
numerosos novenarios a la Virgen de la Peña, patrona de Fuerteventura.
Nada más definitorio para
comprender la situación que estudiamos que los documentos reflejados en actas y
que Roldán aborda con suma claridad en "Los Acuerdos", ya citados. De
los mismos se desprende como recuerdo insistente el del hambre de la isla:
hambre endémica, para un país sin apenas lluvias, que vive exclusivamente de
cereales a secano y supeditado a plagas constantes de langostas procedentes del
vecino desierto sahariano. En sesión de 4 de noviembre de 1776, se dice que la
isla experimenta un año esteril de cada tres o cuatro. A ello se suma la falta
de moneda corriente, obligando al ya olvidado trueque de otras épocas, entre
cuyos intercambios con trigo o por animales, figuraba sin lugar a dudas el
PESCADO COMO MONEDA DE CAMBIO, siempre abundante y fácil de obtener, que de
esta forma se satisfacían otras necesidades perentorias, para no "pasar a
hierbas solas, como ocurría incluso los hacendados".