SABINO ARANA: ¿TEORÍA UTÓPICA?
Por Miguel Leal Cruz
El pasado 25 de noviembre algunas instituciones oficiales vascas
conmemoraron el centenario del fallecimiento del que fuera principal teórico y
artífice del nacionalismo vasco y asimismo fundador del partido que hoy gobierna
en aquella nacionalidad histórica: Sabino Arana Goiri.
En estos momentos de fuerte enfrentamiento político entre el
Gobierno español y el de aquella comunidad en torno a la viabilidad del llamado
“Plan Ibarretxe”, se hace necesario un acercamiento a los orígenes del problema
y sus posibles salidas o soluciones para una pugna que tiene lugar desde
finales del siglo XIX.
Un intelectual de la categoría universal,
originario de Bilbao, como fue Miguel de Unamuno, que por aquellas fechas con
algunas titubeos iniciales termina por no seguir las teorías del llamado Padre
de la Patria Vasca, llega a hacer patente en muchos de sus numerosos escritos e
intervenciones públicas claras alusiones de disconformidad al nacionalismo vasco
y a su principal iniciador a quien llega a conocer personalmente, pero con el
que siempre discrepó.
Sin embargo, este pensador, vinculado a
Fuerteventura por destierro político en 1924, analiza la problemática nacional
en todo momento de su polémica vida académica o intelectual. Pero, sobre todo,
en torno a los acontecimientos políticos que tenían lugar en la España del
momento (derrotas en Cuba y Filipinas, desastre en Annual, Dictadura de Primo
de Rivera, República, gestación de una guerra civil) aunque nunca con la
política o sociedad vasca de su tierra natal o “nacionalismo chico”, a pesar de
que su tesis doctoral versaba sobre el pueblo vasco en sus aspectos
etnográficos, históricos o lingüísticos y que su propia esposa, Concepción
Lizárraga, también era vasca.
¿Conocía Unamuno el cambio radical del fundador
del Partido Nacionalista Vasco? Es cierto que Sabino Arana había sufrido
prisión por la defensa de los ideales vascos y por lo radical de sus posturas,
pero en junio de 1902 esbozó un cambio de táctica en sus planteamientos
derivados de las dos posiciones reales en aquellos momentos cuales eran: el
posibilismo y el realismo para su proyecto. Así llegó a escribir que: “hay
que hacerse españolista y trabajar con toda el alma por el programa que se
trace con ese carácter”, pero que su prematura muerte (en prisión) le
impidió llevar a cabo esta nueva estrategia que posteriormente dividió al
Partido Nacionalista Vasco en dos tendencias enfrentadas: la posibilista y la
independentista que perduran hasta hoy (la última escisión del PNV fue en 1986,
por el enfrentamiento personal entre Garaicoetxea y el presidente Arzalluz).
No obstante, no podemos obviar el cruel calvario que
los pueblos con nacionalidad propia han sufrido a lo largo de un rosario de luchas
e incomprensiones (casi todas las naciones que han accedido a la
independencia). El País Vasco, tras la muerte de Sabino Arana, sigue un periodo
de relativa calma para retomar las reivindicaciones en 1918 alegando estar
inmersos en los principios propugnados por el presidente americano Wilson para
trazar el nuevo mapa de Europa después de la Primera Guerra Mundial. El
mandatario americano, para evitar nuevos imperialismos centroeuropeos,
pretendió otorgar la categoría de Estados independientes a los pueblos que
tuvieran lengua, cultura y personalidad propias. Estos aspectos se cumplieron
en parte con la creación de algunos para consolidarse recientemente y conformar
nuevos estados soberanos en el mosaico balcánico, antigua URSS y en Checoslovaquia.
El nacionalismo vasco ha elevado estos principios
a la categoría de derecho fundamental con ayuda de fuerzas políticas afines. El
Parlamento y Gobierno autonómico, en
pugna con el Tribunal Constitucional español, pretenden ejercerlo ahora a la
sombra de la nueva Constitución europea en ciernes, desarrollando el ya
mencionado Plan Ibarretxe con un objetivo utópico en estos momentos, pero
siempre bajo la amenaza del terrorismo latente de ETA, cuál es: lograr la
independencia total de España para los pretendidos territorios vascos.