Aviso a la economía
Por Juan Manuel García Ramos
Siempre he deseado tener en mis manos una
síntesis de la historia de Canarias al menos del mismo tamaño de la historia de
España que Pierre Vilar diera a conocer allá por los años sesenta y que tanto
nos ilustró sobre el pasado mediato e inmediato de una realidad tan compleja.
Pero los investigadores no son muy dados a
compendiar en pocas páginas lo que a su entender merece tomos y tomos de
confrontación de fuentes y de tímidas o intrépidas interpretaciones. Y si eso
ocurre con la historia con mayúscula, ¿qué sucederá con otras disciplinas más
especializadas? Pues, más de lo mismo.
La economía de Canarias es un capítulo
decisivo de la historia de nuestra convivencia; mejor, de nuestra supervivencia.
Por fortuna, desde mis primeros años universitarios cayó en mis manos un
folleto sobre el particular, incluido en la magnífica Enciclopedia Canaria del
Aula de Cultura de Tenerife, tan bien conducida por dos grandes trabajadores
como fueron Leopoldo de la Rosa Olivera y Alejandro Cioranescu; un folleto de
1966 donde Víctor Morales Lezcano se atrevía a darnos cuenta de una Síntesis de
la historia económica de Canarias.
A partir de entonces, en mi biblioteca han
estado localizados títulos de Antonio Carballo Cotanda, José Sabaté Forns,
Óscar Bergasa, Antonio González Viéitez, que me fueron facilitando, desde
posiciones de francotirador y por tanto desembarazadas de los pesados rituales
académicos, por dónde iban los asuntos económicos de nuestra comunidad a lo
largo de todo el siglo XIX y XX.
La verdad es que me faltaba un libro de
carácter divulgativo que contemplara lo sucedido en la
Canarias del último cuarto de siglo pasado y los primeros años del presente, y
lo acabo de encontrar. Se trata de Canarias, moratoria y REF, va firmado por el
economista y ex consejero de Economía y Hacienda del Gobierno de Canarias entre
1995 y 1999, José Carlos Francisco, y lo ha editado Ecopress Comunicaciones en
los últimos días del pasado año.
Cualquier introducción a la ciencia
económica nos dice de ésta que es la forma en la que los individuos y la
sociedad efectúan las elecciones y decisiones para que los recursos
disponibles, que suelen ser escasos, puedan contribuir de la mejor manera a
satisfacer las necesidades individuales y colectivas de la sociedad. Que esas
elecciones y determinaciones las tome en mayor o menor medida el Estado son
propuestas defendidas por distintas escuelas económicas contemporáneas que van
desde la teoría del austriaco Friedrich von Hayek, que rechazaba toda
intervención institucional, hasta la teoría del británico John Maynard Keynes,
que apostaba sin titubeos por la intervención del aparato administrativo del
poder público en la toma de decisiones económicas.
Pero digresiones aparte, lo que nosotros
nos encontramos en el libro de José Carlos Francisco es, además de un recorrido
por lo que ha significado la economía desde la novedosa etapa de autogobierno
que se inaugura en 1982, con el primer Estatuto de Autonomía de Canarias como
documento jurídico político que nos concibe de una dichosa vez como un solo
pueblo, por lo tanto un recorrido por las ideas políticas guiando la economía y
ésta, a su vez, haciendo posible la política; lo que nos encontramos no es sólo
ese episodio postrero de nuestra historia, sino un diagnóstico nada halagüeño
sobre el modelo de desarrollo que tan buenas perspectivas nos ofreció, en
cuanto a generación de riqueza y creación de puestos de trabajo, en especial
durante el ciclo expansivo que se dio entre 1993 y 2001, y que a partir de 2002
ha empezado a entrar en una crisis generalizada.
Las tablas comparativas de lo que era la
economía canaria en el año 1977, con un sector primario situado en el 22,2 %
del total de nuestra dinámica económica, y su descenso, en el año 2000, hasta
apenas un 6,3 %, contrastado con el sector servicios, que pasa de un 57 % en
1977, a un 73,2 %, unido al sector de la construcción con un 13,1 %, nos da una
idea clara de por dónde hemos ido en cuanto a abandono del campo y de las
producciones propias, y de industrias como la astillera, la conservera o la
tabaquera, en favor de una hegemonización casi absoluta del binomio
construcción-turismo.
Otro dato espectacular es el crecimiento
demográfico, con un aumento de la población entre 1978 y 2003 de un 24 %, tres
veces más que la media española. Y no tan espectacular, sino como juzga el
mismo José Carlos Francisco, algo mediocre, es lo sucedido con la generación de
empleo: "Con las cautelas derivadas de los cambios en los métodos y criterios
de cálculo de parados, podemos estimar que en 1978 los desempleados eran 47.400
y en la actualidad rondan los 95.000" -son más, aunque esta es la cifra
que se aporta en el libro-. A pesar del incremento de la población en estos
veinticinco años (+24 %), sobre todo de la población activa (82 %), el
resultado final (2002) frente al inicial (1978) es mediocre.
En este sentido, se observa que la
economía canaria generó desempleo no sólo en las etapas de crisis, sino también
en las de feliz crecimiento, algo que nosotros hemos encuadrado en buena parte
en la economía de saqueo que han padecido las islas durante esos años de
crecimiento, con empresas foráneas explotando el turismo, la construcción, los
negocios bancarios, las aseguradoras, el comercio y colocando sus beneficios y
sus estrategias fuera de los circuitos económicos de Canarias.
Francisco sentencia que el actual modelo
económico canario está acabado. El crecimiento de los vectores
turismo-construcción ha tocado techo, y son ahora las Directrices de Ordenación
del Territorio y del Turismo, ley aprobada por el Parlamento de Canarias en el
2003, analizadas pormenorizadamente dentro del libro objeto de nuestro
comentario, las encargadas de racionalizar el freno cuantitativo y cualitativo
de ambos sectores en alza hasta ahora. Y no hemos previsto con el calado y la
intensidad suficientes, la sustitución de ese binomio turismo-construcción por
otros sectores productivos, dejados al margen de esta improvisación, además de
los problemas padecidos por el plátano, la competencia del tomate marroquí y la
pérdida del banco canario-sahariano, y una ZEC que no termina de arrancar,
aparte del atraso que sufre Canarias en empleados especializados en alta y
media tecnología, lo que la convierte en la región europea más desfavorecida en
ese campo, unido todo ello a la persistencia y el descontrol del proceso
inmigratorio, intensificado temerariamente desde hace cinco años.
Los años que tiene por delante la economía
canaria no vienen a reparar, ni mucho menos, algunas de las carencias
enumeradas. Todo lo contrario, la agenda que nos espera es desalentadora. Los
años cantan: en 2004, en mayo, la Unión Europea se amplía con la incorporación
de diez nuevos países, casi todos con rentas por debajo de la que hoy
disfrutamos en Canarias. En 2005, tendremos que negociar de nuevo, en ese nuevo
escenario de una Europa de veinticinco miembros, el actual régimen de ayudas a
las empresas canarias, los artículos 25, 26 y 27 del Régimen Económico Fiscal,
también estudiado a fondo en este libro de Francisco, con lo que todo ello
significa. En 2006, y en virtud de haber superado la media de la renta europea,
está claro que los fondos estructurales y las ayudas en cuanto a
infraestructuras y formación de capital humano, sufrirán un descenso, si no una
desaparición general. Y en 2008, la Zona Especial Canaria, la ventana abierta
al sector industrial y comercial, concluye sus incentivos y hay que volver a
negociar con la Comisión Europea.
La doble condición de economista y teórico
y de hombre de gobierno de José Carlos Francisco lo convierten
en alguien que aporta datos, los conjuga y diagnostica con tanto rigor como
prudencia. El diagnóstico de lo que sucede en nuestra economía, en este
principio de siglo y milenio, no es bueno. ¿Estamos a tiempo de corregir el
rumbo?
* Publicado en Diario de
Avisos y Canarias7, 18-1-04