El hombre de televisión como mito

Por JUAN JESUS AYALA

Opina Umberto Eco (maestro de periodistas) que había una época que tenía su mito que era el Hombre de Estado. Este ya ha dejado de existir y la que nace hoy, la época nuestra, tiene un nuevo mito que es el hombre de televisión. Con esto quiere decir el semiótico italiano que por muchas tiradas que hagan los periódicos y por muchos lectores que se empapen las noticias y se escriban comentarios en contra del gobierno de turno, si la televisión está controlada por el poder de ese gobierno lo que este confeccione prevalece y es lo que la gente asume como la realidad más viva y palpitante. En definitiva, que el asunto está en controlar la televisión y que los periódicos por mucho que digan y digan, poco van a influir en la toma de decisiones de la mayoría. Así pues, nos encontramos en la tiranía de la comunicación y en un régimen que no es que lo cataloguemos de fascista, pero sí mediático, que es el que marcará nuestros pasos y acabará de imponerse para que las mentes caminen por las sombras y los paramos que desde las atalayas de las programaciones televisivas pretenden sean esos los lugares por donde se transite.

Alguien desesperado dijo, "mi reino por un caballo". Y ahora habrá que decir: "Doy todo a cambio del control de la televisión". Teniendo este control, lo poco que se pueda perder se cobrará con creces. Si se pierde una batalla, se ganarán miles que oscurecerán la derrota de ayer.

La televisión ocupa en la jerarquía de los medios de comunicación el primer puesto y su modelo se está expandiendo a velocidad de vértigo. De momento, se ha escamoteado el concepto de actualidad. ¿Qué es lo actual?  Qué acontecimientos son los que hay que destacar en el aluvión de hechos que ocurren en el mundo? ¿En función de qué criterios hay que hacer esa elección?

El hombre televisivo, ante este impacto “desestructurante” se le está condenando al silencio y a la indiferencia hacia los hechos que carecen de imágenes. Y se tiene la idea que la importancia de los acontecimientos se mide y es proporcional a la riqueza de las imágenes. Sí no hay imágenes, no hay existencia. Si no hay imágenes, no se produce la noticia aunque esta exista. Par lo que habrá que aceptar que si la imprenta y la escritura supuso una liberación para el hombre y dio luz a la razón, ante la era de la comunicación total y planetaria, donde aparece una especie de imperialismo “comunicacional”, el mito del hombre de televisión queda instaurado.

De ahí que el poder político, sabedor de la influencia que tiene la televisión, ponga a punto sus terminales, y más en esta campaña electoral que se avecina, para lanzar sus soflamas propagandísticas. Tocará todos los resortes con tal de doblegar voluntades para que sean conducidas a donde quiera esa nueva manera de ejercer la tiranía, aunque el discurso sea vacío e insulso.