HOTEL MENCEY Y ERNESTO LECUONA
Por Miguel Leal Cruz
Pasamos
con frecuencia frente al paradigmático Hotel Mencey de Santa Cruz de Tenerife
sito en la Rambla que lleva el nombre de su artífice máximo: Francisco Franco
Bahamonde. Edificado durante el periodo eufórico en los inicios de su régimen
autocrático, se pretendió imitar la arquitectura colonial del Hotel Nacional de
La Habana, éste construido durante el periodo de influencia norteamericana en
Cuba tras la independencia de España. Si bien hemos de reconocer que la
ideología constructora del régimen anterior se esmeró aún más en el diseño del
Hotel Santa Catalina de Las Palmas de Gran Canaria donde la imitación aquella
se hace más patente aún, tal vez por añoranzas lejanas imperialistas que se
remontan a los principios del siglo anterior.
Pero lo
que muchos no saben es que en una de sus habitaciones vivió los últimos días de
su vida el genial prolífico compositor y músico de origen canario Ernesto Sixto
Lecuona Casado. Prácticamente expulsado de la Cuba castrista, en la que ocupó
el cargo de director de Cultura, deambuló por América y España para instalarse
por fin en la cálida ciudad de Santa Cruz con gran parecido arquitectónico y
climático con la Habana de sus grandes éxitos profesionales.
La
diversa música de este prolífico compositor está influenciada por la
cubano-africano y caribeña, pero sin olvidar en la composición de sus
partituras la de la patria de sus mayores, Santa Cruz de Tenerife en las Islas
Canarias y parte del territorio español. De ahí que algunas de sus mejores
obras tengan el sabor de un Albéniz o un Falla y en algunas de sus
interpretaciones, consultando en fonotecas, se aprecia la influencia de
aquellos como si de hecho hubiera sido un alumno suyo.
El 7 de
agosto de 1896 nace en la población cubana de Guanabacoa, provincia de La
Habana, uno de los músicos más insignes, prestigioso pianista y compositor
cubano: Ernesto Sixto de la Asunción Lecuona Casado.
Hijo de
Ernesto Lecuona Ramos, natural de Santa Cruz de Tenerife que al igual que sus
ascendientes inmediatos fue un hombre laborioso, quien tuvo de su esposa
Catalina Carta Quintero, también tinerfeña, otros seis hijos más.
Su padre
periodista, emigrante canario en Cuba como tantos otros en la época,
colaborador del semanario EL ENSAYO, y director de EL SOL DE NIVARIA,
suplemento del diario literario LA IMPRENTA, marchó prontamente a la isla
antillana, como era norma habitual de aquella época de pobreza y de caciquismo
decimonónimo exacerbado, en la que continuó ejerciendo su actividad
periodística.
En
Matanzas, ciudad cubana fundada por naturales de La Laguna de Tenerife, se
residenció y allí dirigió los periódicos, LA AURORA DEL YUMURI, EL BUSCAPIE, EL
CONSERVADOR Y EL CONSTITUCIONAl.
Recién
casado en Matanzas se traslada a La Habana donde continuará con su notable
labor periodística, fundamentalmente como director del diario EL COMERCIO,
POLITICO Y MERCANTIL.
Hacia
1900, ya nacido su séptimo hijo y futuro músico, al no encontrarse con buena
salud decide trasladarse a Santa Cruz de Tenerife, su ciudad natal, para
descansar, donde murió sólo ocho días después de haber llegado.
Ernesto
Sixto afectado por el fallecimiento de su padre se refugió en sus aficiones
musicales con el apoyo de su madre Elisa Casado, la que tuvo un gran
protagonismo en la carrera musical de Lecuona.
Su
talento musical e interpretativo se manifestó desde su más tierna edad,
llegando a ser considerado "niño prodigio" en 1901, en su ciudad
natal de Guanabacoa, y resaltadas sus cualidades por la publicación del libreto
El Fígaro.
En marzo
de 1931 Ernesto Lecuona, ya profesional, llega a México, donde alcanzó un
rotundo éxito consecuencia de sus excelentes interpretaciones bajo la
supervisión de Elisa Casado, llegando a dirigir, tras el fallecimiento de su
madre, un espectáculo de música cubana integrado por notables músicos y
artistas criollos entre los que figuraba su hermana Ernestina.
Entre
octubre de 1933 y diciembre de 1934, periodo coincidente con la caída de
Machado y crisis revolucionaria subsiguiente, Lecuona actuó con estruendoso
éxito en México, a través de sus numerosos conciertos, muchos por radio, y
representaciones teatrales en unión de otros artistas cubanos. Allí dará a
conocer obras importantes de inspiración suya, que le darían fama para la
posterioridad como "María de la O, Niña Rita, El Batey, Rosa La China, La
Guaracha Musulmana, Julián El Gallo, El Maizal, La Mujer de Nadie, La Flor del
Sitio y El Calesero", algunas convertidas en género zarzuelero.
Regresó
a la Habana, bajo el estable régimen, aparente, de Batista, con un álbum de
canciones basadas en textos de José Martí, obra que dedicó a su amiga y
excelente intérprete Esther Borja, haciéndose pública el 26 de enero de 1935 en
la Sociedad Lyceum.
En ese
mismo año Lecuona era acreedor de la admiración y respeto a escala nacional e
internacional y el gobierno cubano lo condecoró con la Orden de Carlos Manuel
de Céspedes en el grado de Caballero.
Continuaron
los éxitos por el extranjero, Argentina, Estados Unidos, España, países en los
que dejaba plena constancia de su más que experimentada profesionalidad
musical, como compositor o intérprete.
Cuando
el 1 de enero de 1959 triunfa la revolución cubana, no se encontraba en Cuba y,
sin embargo, regresa a su Patria ante la trascendencia de los hechos, según
investigaciones llevadas a cabo por Eusebio Reyes, licenciado cubano y amigo
que se publican en "Canarias en América, América en Canarias", La
Prensa de Tenerife (sábado 17 de abril 1999).
Nuevamente
en Cuba continúa trabajando y organiza tres festivales en el teatro Auditórium,
últimas actuaciones en escenarios cubanos. Para esta fecha era
indiscutiblemente un gran músico internacional, especialmente a través de la
popular "Malagueña" o "María de la O". Por ello, en junio
de 1959, la Productora Fílmica Continental SA., le propone realizar una
película sobre estos temas.
El 6 de
enero de 1960 partió hacia los Estados Unidos, posiblemente al ser objeto de
"mal trato y consideración" por parte del recién instaurado régimen cubano
de Fidel Castro, que vería en el gran músico que dio fama mundial a Cuba, un
prototipo burgués del régimen precedente, dónde, en Nueva York, habría de
cobrar algunos derechos de autor, no regresando más a Cuba su tierra natal.
En mayo
de 1963 se encontraba en Tampa, Florida, gravemente enfermo y cuatro meses más
tarde, por decisión facultativa, viajó hasta la tierra de sus antepasados,
Canarias, desembarcando en Santa Cruz de Tenerife, ciudad donde su padre había
nacido, desde donde, poco después, marchó hasta Málaga la ciudad en la que fue
homenajeado por sus famosas "Malagueñas".
Hallándose
en Barcelona para tratamiento médico se le recomendó retornara al clima de
Santa Cruz de Tenerife. En esta ciudad atlántica se hospedó en el gran Hotel
Mencey donde parecía iba recuperando su salud, pero el viernes 29 de noviembre
de 1963, el gran músico universal dejó de existir en la habitación del famoso
hotel tinerfeño que le dio acogida, no sin ciertas reticencias de tipo
económico y de imagen para el lujoso establecimiento en torno a su estancia,
circunstancias nefastas que tal vez aceleraron el desenlace fatal en plena
pobreza, como ocurre con demasiado frecuencia en grandes monstruos de la
cultura, incluida la música.
Enterrado
en el cementerio santacrucero, hoy, sin embargo, los restos del pianista y
compositor de las "grandes manos" descansan en el de Westchester de
Nueva York a la espera, según noticias publicadas en abril de 2003, que el
régimen cubano actual, culpable de su exilio, democratice su administración
politizada y, de esta forma, se pueda
cumplir su gran deseo: ser inhumado en el cementerio Colón de La Habana.
La
pérdida de este descendiente de "isleños" causó consternación
mundial, pero su extensa y variada obra le mantendrá inmortal en todos los
ámbitos musicales del orbe.