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ZERTUCHA, EL MÉDICO DE MACEO:
¿FUE UN TRAIDOR?
Por Rafael Soto Paz
Cuaderno de Historia No. 82, 1997
Diciembre 7, 2003
La Nueva Cuba
Las
figuras discutidas abundan en la historia de Hispanoamérica. La naturaleza
emocional, propia del latino, permite a veces las más complejas actitudes. Aquí
el santo se da de mano con el malvado, sin tener que cambiar de cuerpo. Y hasta
en muchos individuos, ambos personajes viven "per semper" en amigable
consorcio.
Por ello
Artigas, el héroe uruguayo, para unos es un bandido y para otros un patriota;
el dictador Rosas, tan pronto es llamado en Argentina el
"restaurador" como el peor de los seres. Y así los mexicanos Iturbide
y Santa Anna, el llanero Páez, el dominicano Santana, todos fueron de doble
personalidad, hombres temperamentales que obraban llevados por el ímpetu. ¡Bien
lejos ellos del carácter monolítico de un Bolívar, un Lincoln, un Martí, especimenes
regidos por severa línea recta, donde el "soplo interior" resulta
fácilmente traducible...!
Con el
cubano Zertucha, que fuera médico de Maceo, ocurre algo digno de destacar: se
le discute tanto en el presente como en el pasado. Y de la acera de los
patriotas lo lanzan a la de los traidores, y viceversa, como simple bola de
"basket".
PATRAÑAS EN TORNO A LA CAÍDA DEL TITÁN
La
muerte de Maceo, desde el mismo instante que se produjo, y lo comprueban las
informaciones periodísticas, las notas aclaratorias de los jefes militares
españoles, los informes privados, las cartas personales, resultó un
acontecimiento. Si la de Martí apenas mereció los honores de la primera plana,
la caída de Maceo ocupó cintillos y gruesos titulares durante una semana en
España, Cuba y EE.UU. Había una razón, Maceo es el héroe avasallante, y
huracánico. Su cuerpo, cubierto de heridas al morir, era un himno perenne de
lucha. Poseía con creces el misterioso soplo que reclamara Rodó para ser héroe.
Precisamente,
por esos días había un afán de sensacionalismo. Tanto Pulitzer desde su
"New York World", como Hearst, desde su "Journal American",
a los que procuraba imitar el "Chicago Tribune", mantenían una pugna
feroz. Casualidad que nuestra última guerra de independencia coincidiera con el
auge del llamado "New Journalism", que tenía en la prensa yanqui su
concreción más robusta.
En las
historias del periodismo figuran en lugar cimero los cables cursados entre
William Randolph Hearst y Frederic Remington, el famoso dibujante. El dueño del
"Journal", empeñado en que los Estados Unidos entren en el conflicto,
lo mandó a la capital cubana junto con Richard Harding Davis y un equipo
completo de reporteros, cuentistas, fotógrafos, redactores. Pero ¿qué pasa?
Cuando ellos llegan (marzo, 1897), encuentran que aquí la vida sigue sin
alteración. Entonces se cursan los célebres cables: "Hearts, Journal, New
York:
Todo
está tranquilo. No se observa inquietud alguna. No habrá tal guerra. Deseo
volver a esa. Remington".
La
respuesta es un monumento, lector. De esas que jamás se olvidan.
"Remington. Havana. Le ruego se quede. Usted pinte las ilustraciones, que
yo haré la guerra. Hearts".
Otro
ejemplo de este periodismo sensacionalista es lo publicado por el
"Herald" del 13 de diciembre (1896) y el "Mail and
Express", afirmando que Maceo había muerto envenenado por su médico
personal, el doctor Máximo Zertucha, quien hubo de rendirse luego a las tropas
hispanas. El "Herald" trae una entrevista con el Mayor Antonio
Serrano, mambí que peleó en la Guerra del 68, y quien declara haberle dado
cuenta a Maceo de los nefandos propósitos de Zertucha. "Zertucha es un
vicioso, le dijo Serrano al Titán; algún día lo entregará a usted por
dinero". "No creo lo que de él dicen, respondió Maceo. El doctor
Zertucha es un excelente cirujano y me resultaría difícil sustituirlo".
"¡Vean si yo tenía razón!", grita el viejo Serrano.
Las
versiones más disímiles surgían por doquier. En su edición, también de
diciembre 13, el "World" asevera que Maceo cayó asesinado cuando se
dirigía, bajo bandera de parlamento, a una reunión en la que se iba a tratar de
la compra de la independencia de Cuba. "Todo su staff, excepto el cirujano
Zertucha, perdió la vida". Y agregaba este ácido comentario: "Sería
una cosa del todo intolerable que nuestra ayuda y sanción fueran dadas a un
gobierno que elimina a sus enemigos por la traición, aprovechándose de una
conferencia en la que ha sido el propio gobierno el invitante". Otro
despacho, fechado en Jacksonville, decía que Maceo se hubo de comprometer con
el marqués de Ahumada para el cese de las hostilidades, a base de la independencia
de Cuba, y que ahí fue traidoramente eliminado. Un titular del
"Journal" de este mismo día, vociferaba: "¿Massacre, Ambush or
Poison?", (¿asesinato, emboscada o veneno?), y a seguido daba a entender
el extravío de los periódicos sobre lo acontecido. El "Mail and
Express", en una sarta de dicterios, (diciembre 14), no se quedaba atrás:
-"La inherente cobardía y brutalidad de la hiena humana que actualmente
manda las fuerzas españolas en Cuba ha llegado a su clima natural con el
asesinato de Maceo". La hiena, no hará falta decirlo, es Weyler, a quien
ellos bautizaron con el apodo de "butcher" (carnicero). Por su parte,
hasta el ponderado "New York Sun", se esperanzaba que algún día
"España llegará a comprender la truculenta y nefasta política que Weyler
desarrolla en Cuba en nombre de la deshonrada Corona, que no es más que una
política loca y ruinosa para ella".
Y el
"Journal" de Hearts insistía en su acusación contra Zertucha a través
de un virulento editorial: "En el asesinato de Maceo la más negra felonía
cumplió su objetivo. Con un traidor en su propio Estado Mayor, llevado
engañosamente a una cita bajo la protección de la palabra de honor española,
sin sospechar lo que venía, el patriota cubano --él y el hijo de Máximo Gómez--
cayeron bajo el fuego de la emboscada asesina".
La
borrasca no sólo tenía por escenario a las páginas entintadas; llegó a penetrar
hasta en el Congreso Federal. Fué tanto el escándalo, que el senador Wilkinson
Call sé permitió presentar una moción denunciando "el asesinato de
Maceo", y el cuerpo legislador a que pertenecía nombró una comisión
especial encargada de investigar el asunto. El senador Chandler calificaba de
"brutales e incivilizados" los métodos que usa España contra los
cubanos. No hay paralelo en la historia del mundo. La masacre del general Maceo
con todo su Estado Mayor, debe ser motivo para que inmediatamente el Congreso y
el Presidente Cleveland reconozcan la absoluta independencia de los
cubanos". Otro senador, Mr. Roger Mills, expresaba: -"No hay duda que
la muerte de Maceo significa la violación de la bandera de tregua", y
termina haciendo responsable del hecho al gobierno español.
También
en la Cámara de Representantes se presentaron varias mociones firmadas por
Woodman, de Illinois, Howard, de Alabama y otros, abundando en el mismo tema:
-"el asesinato de Maceo".
Lamentable
que los biógrafos del Titán hayan ignorado la honda repercusión que su heroica
caída tuvo en los EE.UU. Inclusive, los historiadores yanquis, entre los
motivos que conmovieron la Bolsa de New York por aquellos días, fijan la muerte
de Maceo. Repercutió de tal modo, que muchos creyeron que la guerra entre Cuba
y España daba su fin con el triunfo de la metrópoli mandona. De ahí que las
acciones de las fábricas de armamentos por los suelos rodaran...
LA ACUSACIÓN DE LOS CUBANOS
Hasta
ahora hemos expuesto las acusaciones formuladas contra Zertucha por la prensa
norteamericana. Veamos las que produjeron los cubanos.
Quince
días después del fatídico 7 de diciembre, el general José Miró, al refutar una
versión de "La Lucha" sobre las prendas y documentos recogidos por
los guerrilleros" al cadáver de Maceo, expresa que los papeles fueron
hallados por Zertucha, y que al tratar éste de entregárselos, Miró le dijo que
los guardara con el botiquín. En ese trabajo de Miró, escrito en Manajanabo,
califica a Zertucha de infame, al que imputa haber entregado dichos documentos
a las autoridades españolas.
Y su
ataque no quedó ahí. Años posteriores en sus amenas "Crónicas de la
Guerra", tras decir que el médico Zertucha, le examinó la herida a Maceo,
declarándola mortal, escribe Miró: "salimos aterrados del lugar,
precediéndonos el médico Zertucha. (Subrayado de RSP).
A los
dos años, en un despacho publicado en "La Lucha", (La Habana,
diciembre 10, 1898), y firmado por el general Hugo Roberts y el coronel Gustavo
Pérez Abreu, ambos médicos, dicen: -"Protestamos de la reivindicación de
Zertucha. Se recogen documentos. Tenga la bondad de publicar este
telegrama".
Pero aún
más agresivo es el acuerdo aparecido en "La Discusión" (La Habana,
enero 27, 1899) y el que suscriben 30 galenos, adscriptos al cuerpo de sanidad
Militar del Ejército Libertador. Hacen constar que Zertucha no pertenece al
Cuerpo Médico desde que desertó el 8 de diciembre del 96. Dicen que el general
Pedro Díaz certifica que Zertucha se incorporó al Ejército Libertador el 4 de febrero
del 96 y que fué médico de Maceo interinamente. Que el secretario del comité
separatista "Independencia", de Melena del Sur, certifica que
Zertucha jamás perteneció a ese comité y que en documento privado demuestran
que Zertucha solicitó ingresar en el Ejército Español; añaden los protestantes
que inclusive un amigo del médico le había regalado un uniforme para tal
propósito. Firman la acusación los generales Eugenio Sánchez Agramonte, Hugo
Roberts, Daniel Gispert, los coroneles Gustavo Pérez Abreu, Enrique Sáez,
Agustín Cruz, Enrique Yaniz, Nicolás Alberdi, José Nicolás Ferrer y otros
médicos, todos de relevante actuación.
A tales
acusaciones el doctor Zertucha hubo de responder en su momento oportuno. Sin
embargo, de todas, la que viene cargada de más acidez, propia de la pluma de
Ramón Vasconcelos, es la que este gran diarista cubano da a conocer en su
artículo "Cargas al machete", aparecido en BOHEMIA de diciembre 12,
1948.
Cuenta
Vasconcelos que él y Antoñico Maceo, hijo del héroe, visitaron cierto día al
general Ricardo Sartorio Leal, uno de los bravos que vino desde Oriente en la
Invasión. "Sartorio --escribe Vasconcelos--, no perdonaba a los jefes
insurrectos de Occidente". "Hubo veces de tirotearnos la
vanguardia", decía. "-Yo no quiero hablar, yo no quiero hablar...! En
su día la Historia dirá la verdad de la muerte del general Maceo".
Afirmaba Sartorio, --sigue refiriendo Vasconcelos--, que Zertucha era un
alcohólico, y que Maceo, enemigo del alcohol, lo reprendió con severidad en más
de una ocasión. En represalia --contaba Sartorio-- Zertucha hacia una campaña
subterránea, diciendo que tantos jefes distinguidos de La Habana, algunos como
él, de promoción universitaria, no debían dejarse humillar por un mulato.
(Subrayado de RV). Sea por el efecto moral que le produjo la muerte de Maceo,
sea por lo que le atribuía Sartorio, lo cierto es que Zertucha, hijo de
Bejucal, de donde salieron las fuerzas de Cirujeda a abatir a Maceo, se
presentó el 7 de diciembre de 1896 y marchó a España, donde falleció mucho
después de instaurada la República".
Y
seguido Vasconcelos da a conocer párrafos de una carta que Cirujeda envía al
general Federico Alonso Gasco, y que lleva fecha diciembre primero de 1896, es
decir, seis días antes de la caída del Titán. "Mi general muy querido
--expresa Cirujeda a su jefe-- acaban de asegurarme que Maceo intenta pasar
solo por la trocha inmediata a Mariel, como lo efectuó hace cinco días el
cabecilla Gordiño, acompañado de otros dos. La noticia me la da persona que me
merece entero crédito, quien estuvo ayer hablando con el Gordiño y ha visto la
montura que tienen preparada para el caballo que ha de montar Maceo". Y
más abajo la otra carta: --"Ejército de operaciones. Línea militar de
Mariel a Majana. Hay un sello en tinta azul clara. Sr. d. Federico Escario. Mi
querido amigo: lea usted la adjunta y tome medidas, esta noche: emplee toda la
fuerza de América que hay en Mariel si la necesita para vigilar la carretera, y
recomiende la mayor vigilancia toda la zona. Suyo, affo. amigo y compañero Fed.
A. Gasco."
"Esas
cartas, --ruge nuestro admirado Vasconcelos--, no son una fantasía: los
originales están en La Habana, en la biblioteca de Pérez Beato. Como se ve por
ellos, los militares españoles sabían que Maceo pasaría la Trocha desde el
primero de diciembre, por conducto que merecía entero crédito, (Subrayado de
RV) y preparaban la persecución".
Y para
dejar en entredicho el discutible proceder del médico de Maceo, Vasconcelos
termina dejando en el aire una sospechosa interrogante: -"¿Qué conducto
era aquél...?".
También
no tratan con simpatía la persona de Zertucha los autores de algunas versiones
de la muerte de Maceo. El coronel Rafael Cerviño, que cayó herido aquel trágico
7 de diciembre, en un relato publicado en BOHEMIA el año 1948, cita al médico.
"El doctor Zertucha y Panchito Gómez, --expresa Cerviño--, al ver caer al
General, se desmontaron de sus caballos, acercándose para auxiliarle. Trataron
de levantarlo y montarlo en un caballo para sacarlo de allí, pero parece que no
pudieron". Y a seguido, agrega: --"Muerto el general Maceo y heridos
todos los jefes y oficiales que se habían quedado a su lado en el combate con
la excepción del doctor Zertucha que desapareció, cada uno trató de retirarse
como pudo para evitar ser macheteado". (Subrayado de RSP).
LA MÁS DURA ACUSACIÓN
Pero el
ataque mayor, el más despiadado que se produjo contra el médico de Maceo, fué
el publicado en París por el periódico "La Republique Cubaine", del
17 de diciembre de 1896. Acompañado de un retrato del héroe iba el titular
acusatorio: "Maceo assassiné par les espagnols". Y a continuación el
texto: "La última y más asquerosa infamia del gobierno español en la
guerra de Cuba, se ha consumado. El cobarde y miserable Weyler, el derrotado
por Maceo en todos los combates, compró un hombre, el doctor Máximo Zertucha,
para que le entregara al general Antonio Maceo, y este infame, aprovechando su
puesto junto al General, ha podido llegar al logro de traición tan negra".
Tras un
bosquejo biográfico del doctor Zertucha, "La Republique Cubaine",
agrega: --"Cuando la Invasión llegó a la provincia de La Habana, un día
publicaron los diarios de aquella capital que el doctor Zertucha se había unido
a los revolucionarios; pero nunca más volvióse a oír hablar de él, ni mucho
menos que se encontrase en relaciones de servicio y de amistad tan íntimas como
las que acreditan el ser médico de un general en campaña, y de un general de la
importancia de Maceo. Méritos sobrados son éstos para que el doctor Zertucha
--aún habiéndose presentado a las autoridades españolas-- no se librara de ser
inmediatamente fusilado por la hiena Weyler, quien para no dejar con vida a
nadie que sea cubano, ha asesinado y asesina hasta viejos, niños y mujeres.
Pero ¡caso extraordinario! Se presenta a indulto el doctor Zertucha, cuenta que
ha muerto en un combate el general Maceo, e inmediatamente, sin someterlo a
formalidad ninguna, ni siquiera a la más elemental, de aguardar la próxima
llegada de Weyler a La Habana, se le deja en libertad completa, ni mayor ni
menor que la que disfruta el comandante Cirujeda, por ejemplo. ¿Qué quiere
decir ésto? ¿Qué ha podido acontecer que no aparezca tenebroso, infame,
criminal, horrible, ante toda conciencia honrada? ¿Qué puede pensarse del
proceder del doctor Zertucha, que no resulte de lo más espantoso para un hombre
y para un ciudadano?"
El
periódico, arrastrado por la pasión contra el médico, dice que Zertucha se
halla ante un dilema: o contribuyó al asesinato de Maceo para poder vivir
tranquilo entre los españoles o se rindió para comprar su libertad absoluta
prometiendo declarar lo que más conviniera a los españoles. Desde luego, como
verá el lector, el dilema presentado por el periódico siempre resulta
desfavorable para el discutido médico.
Aún aquí
no para la cosa. Estrada Palma, Delegado de la Revolución en los EE.UU. y tal
vez aleccionado por la "fábrica de noticias de guerra", de que nos
habla Bronson Rea, hubo de enviar este cable al doctor Ramón E. Betances,
Delegado del Gobierno Revolucionario Cubano en París: "New York, diciembre
12. Por conducto fidedigno se afirma que Maceo y su Estado Mayor han sido
asesinados en un complot formado entre el general español Ahumada y el doctor
Zertucha. -Estrada". El número entero de "La Republique
Cubaine", llegado a manos nuestras por cortesía del laborioso investigador
señor Faustino García Sarmiento, viene dedicado al Titán de Bronce, relatando
diversos aspectos de su vida impar.
ZERTUCHA SE DEFIENDE
No se
figure el lector que ante ese cúmulo de ataques, formulados mayormente cuando
el propio Zertucha vivía, que el aludido hubo de permanecer callado. Al
contrario: se defendió como gato boca arriba. Mandó cartas al "New York
Herald" y al "New York World", aclarando todos los particulares
y negando la infame acusación.
Igualmente,
cuando se produjo la denuncia de los 30 médicos cubanos, el discutido galeno
publicó en "La Discusión", (La Habana, febrero 7, 1899), un largo
escrito. Relata su reingreso en el Ejército Libertador, asegurando era
teniente-coronel, aunque Maceo, en las relaciones dadas al coronel Nodarse,
Jefe de Estado Mayor interino, lo mencionara siempre como coronel. Añade
Zertucha que no perteneció al antes citado comité "Independencia",
sino a otro que presidía el doctor Horacio Acevedo y que su solicitud de un
uniforme del Ejército español fué una coartada de acuerdo con el patriota
Saturnino Lastra, para poder marcharse del pueblo con 16 hombres armados y así
reingresar en la Revolución bajo las órdenes del general Pedro Díaz. Al final
dice Zertucha: -"Por lo demás, no he de entrar en discusiones de grados o
servicios, porque fui a la Revolución solo por amor a mi país".
Otra
defensa de su persona la hizo el mismo médico en la carta enviada a Máximo
Gómez, ("La Lucha", septiembre 16, 1899) y en la que relata la muerte
de Maceo y la inmediata posterior de Panchito Gómez Toro. Tras acusar con
dureza al general Miró Argenter, cuenta Zertucha: --"En medio del horrible
e imponente fragor del combate, yo, enfermo, convaleciente, sin armas, --pues
no podía por mi debilidad, soportar su peso--, al ver a mi jefe, a mi amigo, a
mi padre de la revolución, caer herido de muerte, pedí auxilio al brigadier
Miró". A continuación narra que Panchito muere abrazado al cadáver de su
ídolo.
"...
Y como dicen, ¡me presenté!; me encontré a mi hijo vendiendo helado a los
soldados; me encontré que mientras los jefes de la Revolución en La Habana
comían, yo, en P. del Río, donde se batía el cobre--, donde no había mensajeros,
donde no había diplomáticos, sino mucha bala y mucha abnegación y mucho
sufrimiento, tenía abandonados a mis propios hijos, que habían quedado al
amparo de los que hoy son ricos, siendo antes pobres, y yo pobre, habiendo sido
rico". El final de la carta es una ruda respuesta al grupo de médicos firmantes,
arriba aludido: -"Todos los jefes de la Revolución --afirma Zertucha-- me
quieren; los facultativos... Envidia medicorum pessim...".
LA FÁBRICA DE "NOTICIAS"
Cierto
es que la prensa norteamericana vivía en su clima de sensacionalismo, pero
"ninguna de sus equivocaciones es comparable a los infames relatos que
ponían en circulación los propios cubanos", según se denuncia en un libro
sensacional "Facts and fakes about Cuba" (Verdades y patrañas acerca
de Cuba), publicado a fines de 1897 por la casa "Munro's Sons", de
New York. Su autor, el periodista yanqui George Bronson Rea, corresponsal en la
manigua cubana de "The New York Herald", formula graves acusaciones
contra los mistificadores de la verdad. En este libro, llegado a manos nuestras
por la fina cortesía de un excelente periodista cubano Martín Lliraldi, se
afirma que Maceo cruzó la trocha del Mariel sin ser descubierto por los
centinelas españoles y que su presencia en la provincia habanera fue
absolutamente desconocida por las tropas enemigas.
La
"war news factory" (fábrica de noticias de guerra), dice Bronson Rea
que estaba controlada por la Junta Cubana de la Florida, teniendo sus cuarteles
en Tampa y Jacksonville. La otra base estaba en Atlanta. La patraña del
"asesinato" de Maceo y la "traición" de Zertucha nació en
Jacksonville, en la tienda de cigarros de un chino a quien denominan Mr. Huau,
lugar de cita de los conspiradores cubanos. Al tal Huau, dice Bronson Rea nadie
jamás logró ver. Pero las noticias que "producía" sí eran vistas y publicadas
con enormes titulares en la prensa de New York y Chicago. Sin embargo, anota el
periodista yanqui, los diarios de Tampa y de Jacksonville, siempre declinaron
darle crédito a tales "noticias". Incluso el delegado de la
Revolución en Washington, el cubano Gonzalo de Quesada, arrastrado por las
falsas informaciones de las "fábricas de noticias" de la Florida,
llegó a decir en la prensa de Washington que "Maceo y cuarenta de sus
hombres, invitados a almorzar por el Marqués de Ahumada (jefe militar español),
comieron un bistec que había sido previamente envenenado". Y agrega
Quesada, en su afán de interesar más a la opinión pública norteamericana:
--"El asesinato de Maceo significa la libertad de Cuba; no hay duda en mi
mente que Maceo fué asesinado". Por su parte, la Junta Revolucionaria
Cubana de New York pedía al gobierno de EE.UU. el inmediato reconocimiento de
la independencia de Cuba y que la gran República declarara la guerra "a la
bárbara nación que tan flagrantemente había abusado de los códigos de la guerra
civilizada".
Bronson
Rea, cuyo libro alguna vez traduciremos, se muestra enérgico contra los que
inventaban noticias; decía que eran un "grupo de cobardes" que
preferían la seguridad de los hoteles de La Florida al peligroso y honorable
trabajo de liberar su patria con las armas en la mano, peleando en la
manigua". En el libro, como él tuvo un serio disgusto con el Generalísimo
Máximo Gómez, muestra su resentimiento. Incluso hay partes donde se atreve a
decir que en la Guerra del 95 sólo pelearon Maceo y el grupo que lo acompañaba;
en los demás sitios no parecía que había guerra. Sorprende en verdad que un
norteamericano rubio, hijo de un país lleno de prejuicios, muestre tanta
simpatía por Maceo y los negros que lo acompañaban en La Invasión.
Luego
pasa a informar de la participación de Zertucha en la muerte del Titán, y dice:
"El médico de Maceo, doctor Zertucha, incapaz de luchar bajo otro jefe, se
rindió a las autoridades españolas. --Aaah!, se apresuraron a regar los cubanos
de La Florida, "entonces este hombre es un traidor; él ha traicionado al
General", y acto contínuo la sucursal de la "war news factory"
de Jacksonville "inventó el infame crimen de traición y el pacto entre el
médico y el marqués de Ahumada". Para desmentir tal dicho, reproduce el
cable (diciembre 15, 1896), que desde Madrid enviara el ministro de Estado
español, Duque de Tetuán, hecho público por el ministro español en Washington.
"La muerte de Maceo --dice el cable--, tuvo lugar en un combate legal
habido en Punta Brava, y fué causada por las balas de nuestros soldados".
"El
resultado de mis investigaciones --agrega míster Bronson Rea, en la página
220--, claramente prueban que Maceo murió, como fué oportunamente reportado por
las autoridades españolas. Zertucha "el traidor" (comillas de B.R.),
fué completamente exonerado por sus antiguos jefes. Las investigaciones de
Sylvestre Scovel (periodista yanqui), en la escena del hecho, también absuelven
al general español (marqués de Ahumada) y al doctor Zertucha del infame cargo.
El
Generalísimo Máximo Gómez me dijo --afirma Bronson Rea--, que tanto Maceo como
su hijo Panchito habían caído en pleno campo de batalla, pero que jamás
perdonaría a los españoles el haber mutilado el cuerpo de su hijo. Mientras
todos hablan con desprecio de Zertucha por haber abandonado la causa, ninguno
de ellos lo acusó de traición en la muerte de Maceo. El corresponsal del
"Herald", míster Stable, en una interviú con el general Miró Argenter
me dijo que éste también había exonerado a Zertucha del cargo de
traición". "Yo me encontré, sigue diciendo Bronson Rea, con el mayor
general Pedro Díaz, cuando me encaminaba al campamento del Generalísimo.
Francamente admitió que Zertucha era inocente, pero se negó a firmar documento
alguno en tal sentido sin la autorización del Estado Mayor".
Y
termina diciendo mister Bronson: "A pesar de las cartas de explicación de
Zertucha y de lo dicho por sus compañeros en su favor, la calumnia ha tomado
profundas raíces en la mente del público. A despecho de todos los esfuerzos que
en el futuro se hagan hacia cualquier vindicación, el nombre de Zertucha como
lo es el de Benedict Arnold, será sinónimo de traición".
"MAYÍA" LO DEFIENDE
La
verdad es que jamás ha habido hombre que se haya quedado sólo. Aparejado al
detractor siempre viene el defensor. En el Ejército cubano, entre sus jefes más
preclaros, entre sus figuras más prestigiosas se levanta el mayor general José
María Rodríguez, el gran "Mayía" de la Revolución. En su carácter de
jefe Superior del Departamento de Occidente, expresa ("La Lucha",
diciembre 8, 1898) que, de acuerdo con el informe de la comisión que investiga
la conducta de Zertucha y que hubo de presidir el mayor general Alejandro
Rodríguez, hace constar que Zertucha, "temeroso de la enemiga que le profesaban
algunos jefes de las fuerzas cubanas, al faltarle la poderosa protección de
Maceo, hubo a acogerse a indulto; que tan pronto realizó ese acto, Zertucha se
dedicó a servir a la Revolución, como secretario del comité separatista
"Independencia" y que al reingresar en el Ejército Libertador se hizo
acreedor al aprecio y la más alta estimación". Por último el general
"Mayía" Rodríguez en su escrito se complase en significarle al doctor
Zertucha que su puesto está al lado de los hombres probos y buenos
cubanos".
Este
informe, --mejor dicho, la parte que se refiere a la temerosa enemiga que le
profesaban algunos jefes de Zertucha--, nos lo aclara la obra "Mis
primeros treinta años", del general Manuel Piedra Martel. "Esa misma
mañana del ocho de diciembre, --escribe Piedra--, ya separados de las fuerzas
de la brigada Sur, y con una pequeña escolta de las mismas, acampamos en un
sitio llamado Loma del Hambre. Estábamos allí, sin contar los hombres de la
referida escolta: los generales José Miró y Pedro Díaz, el doctor Zertucha, el
capitán Nicolás Souvanell, el teniente Urbina y yo; y los asistentes que habían
sido del general Maceo, entre ellos Benito Echavarría (el cocinero). A poco de
encontrarnos en aquel lugar, se suscitó un incidente de los más penosos y
desagradables, con motivo de haberle preguntado el doctor Zertucha a Benito, en
un tono perfectamente natural, cuando estaría el almuerzo. (Es conveniente
advertir que el doctor Zertucha desde que, por ausencia el doctor Hugo Roberts,
que estaba herido, era el médico del General Maceo, comía a la mesa con éste).
El cocinero se insolentó y en estridente lenguaje hizo saber al doctor Zertucha
que en lo adelante no tenía derecho a comer en su cocina. Trató Zertucha de
replicar, e interviniendo el general Miró le dió la razón a Benito, tomando
partido por él de modo ostensible. Irritado el doctor Zertucha por tan
manifiesta injusticia y hostilidad, dejó escapar una palabra mal sonante que no
iba dirigida a nadie en particular. Entonces, levantándose con brusquedad, el
general Pedro Díaz se encaró con el doctor Zertucha y, con aire de majestad
ofendida, le gritó: ¡Qué es eso, so atrevido! Como se atreve usted a decir
insolencias en mi cuartel general y en presencia mía!
Zertucha
se quedó mudo, desconcertado. Yo, que de pie en la puerta de la casa lo había
escuchado todo, penetré en ella y tomando al doctor Zertucha de la mano, lo
saqué de allí, diciéndole en alta voz que viniera a almorzar conmigo. Al día
siguiente, 9, el médico abandonó el campo de la Revolución y se acogió a la
indulgencia de las autoridades españolas". (La actitud intempestiva del
general Díaz se debe a que Maceo acostumbraba comer con su médico, honor que
Díaz, a pesar de su alto rango militar, no lograba).
A
seguido el general Piedra ofrece una estampa del zarandeado galeno. "El
doctor Máximo Zertucha --escribe Piedra--, era una persona decente y de maneras
distinguidas. Un tanto esquivo y retraído, era poco accesible a la camaradería
y familiaridad, por lo que había sentado plaza de orgulloso entre ciertos
elementos del Cuartel General, Miró, el jefe del Estado Mayor le tenía ojeriza.
A Miró se le figuraba ver en Zertucha un rival en el afecto y atenciones de
Maceo y de esta rivalidad conocida nacieron las murmuraciones y las maledicencias
contra Zertucha en el Estado Mayor. Se le tachaba de cobarde y, sin embargo, yo
no vi nunca en él un acto de cobardía. Y testimonio irrecusable de lo que digo
es el hecho sabido de todos, de que cuando el general Maceo cae en San Pedro el
doctor Zertucha le reconoció inmediatamente la herida, lo que significa que
estaba junto a él".
EL DRAMA PSÍQUICO
Este
instante que nos refiere el general Piedra, nadie lo ha retratado mejor que el
general Alberto Nodarse, en la relación que mandara al Generalísimo Gómez,
momentos después de acaecer el triste suceso. "Una vez en el citado camino
--dice Nodarse--, el General me ordenó cargar al enemigo por el flanco
izquierdo, con varios números que allí había, continuando el ataque por la
retaguardia, no sin antes recomendarme "que hiciera pelear a la
gente". Pocos momentos después regresó e hizo una paradita en el portillo
por donde yo había entrado y aún continuaba avanzando sobre el enemigo, cuando
oí al brigadier Miró que me decía: -"Nodarse, venga a ver esta desgracia".
Retrocedo y al encontrarme con el General en el suelo, envuelto en sangre, bajé
a verlo, mientras me gritaba el doctor Zertucha: -"-Ay, Nodarse; se acabó
la guerra; vea ese cuadro; ¡muerto!" Le repuse a Miró que recogiera el
cadáver, mientras yo continuaba tirándole al enemigo, que estaba rodilla en
tierra, posesionado de una cerca de alambre, de la cual nos separaba, haciendo
fuego a discreción, y apenas montó a caballo, el brigadier Miró vuelve a
gritarme: "Nodarse, venga, que si usted no viene no se puede sacar al
General", por lo que me desmonté acto continuo, dándole mi caballo a
Zertucha, que me lo pidió para buscar medicinas, y quedándome con unos ocho o
diez números de los que tenía peleando, mientras Miró, herido, partía en busca
de más fuerzas que nos auxiliaran".
Tal vez
este relato nos dé, lector, la verdadera clave del "aparato de
traición", fabricado contra Zertucha. Esa frase: "¡Ay, Nodarse; se
acabó la guerra!," fija categóricamente la profunda idolatría del médico
hacia el Titán de Bronce. Zertucha, al igual que millares de cubanos, siempre
estimó que la muerte de Maceo significaba la pérdida de la causa. La figura
gallarda de Maceo, con sus veintiséis heridas en el cuerpo, llegó a tener sabor
de mito. Sus seguidores creían que él jamás caería, y si el triste percance
llegara a suceder, la guerra tendría su fin. Si al drama de San Pedro, que sin
duda conmovió en lo profundo a Zertucha, agregamos el incidente relatado por el
general Piedra, se comprenderá el motivo de la presentación del médico a los
españoles. Pero, claro, una vez que pudo reaccionar, Zertucha retorna de nuevo
junto a los patriotas, destruyendo así la calumnia fomentada.
Ese
drama psíquico que arrastró a Zertucha a abjurar de su fe patriota, ha sido
sustanciado nítidamente por Leopoldo Horrego considerado el mejor biógrafo de
Maceo, quien afirma que la censurada actitud sólo tuvo un móvil, su ciega
devoción al Titán. Sin Maceo, Zertucha creyóse un vencido, y, como tal, actuó.
Esa es la misma opinión del general Bernabé Boza. Aunque aparece al principio
entre los serios enemigos del médico aludido --el general hubo de rectificar
después su juicio. "Zertucha, --escribe Boza--, fue acusado de traidor, y
muchos llegamos a sospechar que fuese el asesino de Antonio Maceo; pero la verdad,
abriéndose paso, ha demostrado que nos equivocamos, los que tal cosa creímos de
ese desgraciado. Su presentación a los españoles, caliente aún el cadáver de su
jefe, demuestra que no estaba en la Revolución, que no había ido a la guerra
arrastrado por el ideal de conquistar la independencia de su patria, sino por
la fe y simpatía hacia un hombre que, al morir, le cayó encima y le aplastó
para siempre".
LA CARTA DE DUCASSE
En esta
carta que reproducimos hay que observar dos hechos de innegable importancia:
que se publicó cuando la marea lanzaba su oleaje contra el pobre médico
("La Lucha", diciembre 27, 1898), y que la firma un hombre de color,
un patriota de mucho prestigio, el general Juan Eligio Ducasse, hermano del
también general Vidal Ducasse, caído peleando en Pinar del Río. Su defensa de
Zertucha, resulta, pues, un documento que exonera al vilipendiado galeno.
"Playa
de Marianao, diciembre 13 de 1898.
Dr.
Máximo Zertucha, Médico del Cuartel General del Departamento.
Muy
señor mío y amigo: --Yo, como Jefe y representante de los orientales que en
Pinar del Río hicieron guerra, enterado de la propaganda que en su contra trata
de levantarse, propaganda que no ha de hallar eco en los que conocen sus
condiciones de patriotismo y valor, inspirado en la justicia, escribo a usted
para que, en medio de sus contrariedades, experimente la satisfacción de que
existe un hombre que se enaltece al tenerlo por amigo y compañero. He visto a
usted aquí, en toda la campaña de Pinar del Río, al lado del inolvidable
General Antonio Maceo; campaña que tuvo su comienzo en el combate de Neptuno el
16 de marzo de 1896, y terminó en San Pedro el siete de diciembre de 1896,
alcanzando el importante número de cincuenta, los reñidos hechos de armas en
que tomó usted parte. Aún recuerdo el día de Galalón, donde me vi herido de
bala, y usted supo, en mitad del campo de batalla, curarme y curar a mis
compañeros que también solicitaron su ciencia.
Creo
lealmente que los cubanos deben a usted respeto. Muchas veces hablé con el
General Maceo, y muchas meces me manifestó él las condiciones excepcionales que
usted poseía, y lo complacido que estaba con sus servicios.
Como
quiera que la verdad se impone, y que nadie podrá tachar de exagerados los
conceptos que usted me merece, tengo el mayor gusto en dirigirle estas líneas.
Es suyo, affmo. s.s. y amigo, Juan Eligio Ducasse".
DATOS BIOGRÁFICOS
Si en la
época actual Zertucha tiene quienes lo censuren, también cuenta con briosos
defensores. Un investigador modesto y amante decidido de la Historia de Cuba,
el señor Gregorio Delgado Fernández, ha dicho: -"El doctor Zertucha era,
como la mayoría de quienes lo rodeaban en su Estado Mayor, un verdadero
idólatra del general Maceo. Todavía viven en Melena quienes lo vieron llorar
--a él, que era hombre entero--, cuando a su regreso de la guerra, en noche
inolvidable, dio a sus amigos la terrible noticia del vencimiento de su gran
Jefe".
Zertucha
no nació en Bejucal, como se ha dicho; ni siquiera residió alguna vez allí. La
confusión se debe a que fuera su hermano Isidro el que moró casi toda su vida
en ese pueblo. Isidro, médico también, fué uno de los supervivientes de la
tragedia estudiantil de 1871, y, como se sabe, falleció en La Habana el 15 de
diciembre de 1946, a los 95 años de edad.
Máximo
vino al mundo después de su hermano, (La Habana, noviembre 18 de 1855). Aquí
cursó el Bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza, y en nuestra
Universidad comenzó los estudios de Medicina que hubo de terminar en Ciudad
México. Luego su título lo revalidó en La Habana en enero de 1879. Su
expediente universitario tiene el número 15 136.
Con
respecto a su presentación, aclaremos que él no se presentó el día 7, sino el
9. Véase lo que el corresponsal del diario habanero "La Lucha", el
célebre Ricardo Arnautó Hernández, telegrafió al respecto desde el pueblo de
San Felipe y que salió publicado el día 11. "Ayer noche el coronel Tort
recibió un telegrama de Melena, participándole que se acababa de presentar en
aquel pueblo, el que fué vecino de allí, doctor Zertucha, levantado en armas a
principio de La Invasión en esta provincia, y médico en la actualidad del
cabecilla Maceo".
En los
primeros días de su presentación, Zertucha se radicó en La Habana, y poco
después volvió para Melena del Sur. Jamás estuvo en España, aunque sí en Centro
y Sur América, antes de la Guerra del 95. El que estudió parte de su carrera en
la Península (después de los sucesos del 71), y la concluyó en La Habana, fue
su hermano Isidro. El doctor Máximo Zertucha retornó a la manigua cubana el
primero de mayo de 1898. "Falso que se marchara a España. El tiempo que
media entre el 10 de diciembre del 96 y el primero de mayo del 98, --aclara el
historiador Gregorio Delgado--, Zertucha lo pasó aquí, en Melena, en La Habana,
en Güines, en el ejercicio de su profesión de médico y... de patriota cubano. Y
no es sólo en Cuba donde se ha cometido tal error, sino en la propia España. En
el periódico "El Carbayón", de Oviedo, (agosto 7, 1897), se da la
sensacional noticia de que el doctor Zertucha se encontraba en aquella ciudad,
procedente de Borines, (balneario del Consejo de Piñola), quien iba de tránsito
para Villaviciosa, a saludar a unos parientes".
Además
de nuestro amigo Gregorio Delgado, un cubano meritísimo, el doctor Benigno Souza,
al publicar un retrato del doctor Zertucha ("Diario de la Marina",
enero 26, 1945), lo hace "como homenaje a la justicia y público, mentiras
a tantas cosas como se dijeron del doctor Zertucha, después de la muerte de
Maceo". Y agrega Souza: -"Todavía la historia de Cuba no está para
verdades. Zertucha, quien adoraba a Maceo, del cual fue amigo antes de la
guerra, se incorporó a éste y a su lado estaba cuando cayó el Titán. A su
inmenso dolor se unió el maltrato que recibiera de un mayor general, a raíz del
suceso. El general Piedra, testigo de aquellas miserias, puede dar fe de lo que
digo. Al morir Maceo, Zertucha pensó como otros y dijo: -"se acabó la
guerra".
Volviendo
a las dos cartas que Vasconcelos reproduce no podemos omitir cierto comentario.
Ambas misivas aparecen publicadas en "El Curioso Americano", (La
Habana, abril de 1909). ¿Cómo es posible que Miró, enemigo juramentado de
Zertucha no hable de ellas al editar en julio de 1909, que es fecha posterior,
sus amenas Crónicas de la Guerra? Muy al contrario, en la página 235 de esta
obra escribe Miró: -"Weyler no supo de la muerte de Maceo hasta el diez, y
entonces retornó a la ciudad por la vía más rápida, para regodearse con las
felicitaciones del país conservador y del país ovejuno. El comandante Cirujeda
no tenía el menor indicio del cruce de Maceo por el Mariel. En la suposición
contraria, no hubiera él atacado el campamento insurrecto con el ímpetu que lo
efectuó en los primeros momentos".
En
cuanto al grado de Capitán de Sanidad que se le supone, a Zertucha nunca se lo
dieron, y he ahí otra nueva injusticia, como también la de no hacerle aparecer
en el "Índice Alfabético y Defunciones del Ejército Libertador de
Cuba", que editara el general Carlos Roloff. Con su presentación, en diciembre
del 96, Zertucha perdió el grado de teniente-coronel de Sanidad en el Estado
Mayor del General Antonio Maceo. Al reincorporarse a los libertadores en las
fuerzas del general José María Rodríguez, como médico, por la Ley le
correspondía, cuando menos, el grado de Capitán. Así lo hizo saber y consta en
las "Actas de las Asambleas de Representantes y del Consejo de Gobierno
durante la Guerra de Independencia (1898-99)", tomo V, págs. 80 y 99. Si
el doctor Máximo Zertucha jamás estuvo en España, difícil es que pudiera
fallecer allá, como se ha repetido. En el Juzgado de Melena del Sur, tomo II,
folio 312, se expresa que murió, a consecuencia de cáncer, en la calle Cinco de
ese pueblo, a las nueve de la mañana del 26 de octubre de 1905.
Fue,
pues, el doctor Máximo Zertucha y Ojeda una vida que sintió en lo hondo la daga
convulsa de la injuria y el aluvión sorpresivo de la calumnia. Pero la
Historia, si es matrona tolerante a veces, también suele ser fijadora de
verdades. Y es precisamente la verdad --como dijera Acton--, la única virtud
que presta dignidad y valor a la Historia.
Máximo
Zertucha --si es cierto que hay una segunda vida--, puede estar tranquilo. La
posteridad lo ha exonerado de la dura acusación que las pasiones de los hombres
levantara...
*Rafael Soto Paz, colaborador de la web:
http://www.lanuevacuba.com