CUBA: ¿LA EMANCIPACIÓN TOTAL?

 

Por Miguel Leal Cruz

Artículo histórico-periodístico

Los recientes fusilamientos en la isla caribeña por orden directa de Fidel Castro a tres secuestradores de una embarcación con pasajeros sin haber cometido delitos de sangre y que sólo aspiraban a la libertad política, unido a las fuertes condenas a opositores pacíficos al régimen castrista, a estas alturas de casi total normal convivencia geopolítica mundial, constituyen una peligrosa escalada que posiblemente hará olvidar al gobierno norteamericano presidido por Bush la promesa hecha por su antecesor Kennedy en octubre de 1962 al dirigente soviético Nikita Kruschev, de que “los Estados Unidos jamás invadirían a Cuba”.

Hoy como ayer, el mundo sensato comprende que es imposible para los pueblos autodeterminarse totalmente, si se encuentran bajo el yugo de una dictadura interior, y que es, por tanto, una desvergüenza aceptar la imposición antidemocrática de un mandatario injusto, con un gobierno títere que regenta aquella dictadura, y menos aún como representante legítimo de un país que ha necesitado zafarse de lazos externos durante mucho tiempo en una interminable y desigual lucha.

Sin embargo, no podemos dejar de constatar la transformación humana y filantrópica a nivel planetario de la revolución iniciada en Sierra Maestra en 1956, por ende social para una gran mayoría de cubanos, pero consideramos que los tiempos y las circunstancias han vaciado de contenido real como fácilmente cualquiera puede comprobar incluso in situ.

Aquellos ya lejanos pero continuados esfuerzos de Cuba por conquistar su independencia (primero de España y desde principios del siglo XX de los Estados Unidos), comienzan a fines del siglo XVIII, pero se sucedieron más intensamente a lo largo de casi todo el siglo XIX. Cuando en 1809, con motivo de la invasión napoleónica en territorio español, la autoridad quedó encarnada en la Suprema Junta Central y ésta solicitó la representación de Cuba y la toma administrativa consiguiente. La fase de autodeterminación que ya había prosperado en el continente fue salvada por la habilidad del gobernador español Salvador de Muro y Salazar, marqués de Someruelos, quien abordó importantes reformas de gran sentido españolista, lo que evitó tomasen más importancia los movimientos de separación, unido al llamado por españoles cubanos y criollos el “temor al negro”, consecuencia de la independencia en la próxima República de Haití.

Tomando datos personales y desde diferentes publicaciones editadas al efecto, debidamente sistematizados, concluimos que: En 1812 se adoptó la Constitución de Cádiz y se produjo el primer intento de compra por parte de los Estados Unidos, intentos que aunque esporádicos no cesarían hasta el mismo año de 1898. Durante el primer período absolutista, en España, patrocinado por Fernando VII (1814-1820), se sucedieron una serie de leyes de estímulo al desarrollo (1815, medidas que favorecieron la agricultura; 1817, libertad de cultivo, venta y tráfico del tabaco y otras leyes que estimulaban la emigración; 1818, autorización del comercio libre, etc.). Por Real Orden de 1825 ( una vez emancipadas las colonias americanas continentales), desde Madrid se confería a los capitanes generales en la Isla, facultades omnímodas para hacer frente a los primeros síntomas de creciente agitación. Las primeras intentonas revolucionarias fueron aplastadas por el gobierno, y castigados con rigor sus respectivos responsables, sin embargo, el gobierno a cargo del mariscal Francisco Dionisio Vives (1823-1832), fue largo y beneficioso, mas los acontecimientos que tenían lugar en la metrópoli repercutían en la Perla de las Antillas.

En 1823 se descubrió la conspiración de los "Soles y Rayos de Bolívar", y en marzo de 1826 una conjura de Francisco de Agüero y Manuel Andrés Sánchez, que habían estado en comunicación con Simón Bolívar en Cartagena, resultó descubierta y sus dos líderes condenados a morir en la horca. En 1830 se descubrió un nuevo complot de la "Gran Legión del Águila Negra". El general Miguel Tacón que formó un gobierno absolutista y rígido (1834-1838), decretó una guerra sin cuartel contra las ideas emancipadoras y contribuyó de manera decisiva a la expulsión de los delegados cubanos de las Cortes españolas en 1837, por considerarles que alentaban la rebelión.

En 1850, el aventurero Narciso López, un general disidente español, organizó desde Nueva Orleáns una expedición de 600 hombres, en su mayoría norteamericanos. La intentona tendrá lugar dos años después con otra rebelión de mestizos conducidos por el mismo Narciso López, quien había penetrado en Cuba enarbolando, por primera vez, la bandera que más tarde sería la de Cuba Libre; más, en esta ocasión, derrotado huye de la Isla para regresar con mayor empecinamiento, si cabe. Tres años después la insurrección volvió a estallar con fuerte violencia, tras el anuncio de la toma de Cárdenas por fuerzas del mismo general López, desembarcado inesperadamente por la costa de Matanzas acompañado de quinientos filibusteros, norteamericanos en mayoría

Al igual que en la anterior intentona este conato insurreccional duró pocos meses debido al poco valor demostrado por los indisciplinados alzados, a excepción de su jefe el general valiente, pero obstinado y resentido.

En 1851, en tercer intento, Narciso López reapareció en las costas de Cuba resuelto a expulsar a los españoles o a hacerse matar, como así ocurrió.

Desembarca en Playitas con 400 hombres, ocultándose en la manigua para no ser descubierto por las tropas dependientes de la Capitanía General que le esperan y con las que sostiene tres batallas indecisas contra un ejército diez veces más numeroso. Al final la fortuna le abandona y, este heroico y empecinado guerrillero, a la usanza patria, cae prisionero de los españoles siendo fusilado, o agarrotado, en el Castillo del Morro de La Habana, el día primero de septiembre de dicho año, junto a los principales jefes que le acompañaron en la intentona. En 1851 se pronunció contra España Joaquín de Agüero que derrotado fue fusilado con varios compañeros en el intento. Igual suerte corrieron Ramón Pinto, Isidoro Armenteros. Francisco d´Strampes y otros.

En 1862 surgió la idea gubernamental de lograr reformas para Cuba, y se constituyó un partido reformista cuya finalidad era la autonomía política bajo la bandera de España, pero los intentos de obtener leyes especiales fracasaron, lo que impulsó a los próceres cubanos por el camino de la revolución.

El 10 de octubre de 1868, tras un año de conspiraciones, Carlos Manuel de Céspedes, inició la lucha armada con el denominado "Grito de Yara". Con 300 hombres tomó, el día 20 del mismo mes, la ciudad de Bayamo, que se convirtió en sede del gobierno revolucionario. Céspedes asumió la dirección militar y política decretando la abolición de la esclavitud. Otros patriotas ilustres, cubanos unos y españoles otros, se unieron al movimiento, entre ellos Ignacio Agramonte, Manuel de Quesada, Francisco Vicente Aguilera, Pedro Figueiredo, Antonio Maceo, Calixto García y Máximo Gómez.

Hasta 1874 diez mil hombres mal armados se enfrentaron con éxito a 30.000 soldados de las tropas regulares españolas. Se organizó el gobierno conforme a una constitución democrática promulgada por una Asamblea Constituyente. La lucha fue cruenta, y murieron en ella Céspedes y Agramonte, mientras Calixto García caía prisionero y más tarde liberado.

Las desavenencias en el seno del gobierno revolucionario, acabaron por debilitar a los patriotas que no deseaban acatar las órdenes que provenían de la cúpula instalada en Nueva York.

En 1876 llegó de España en General Arsenio Martínez Campos investido de prerrogativas especiales. Cerca de dos años costó la labor emprendida por este general para poder sofocar la insurrección cubana. El nominado “gobierno republicano cubano en armas” de desintegró y un Comité negociador firmó la paz con los españoles el 10 de febrero de 1878 mediante el llamado Pacto de Zanjón. Según la historiografía cubana se firmó esta paz sin que hubiera vencedores ni vencidos.

El Pacto de Zanjón establecía, en orden a que los cubanos depusieran las armas, la concesión a Cuba de las mismas prerrogativas orgánicas y administrativas que ya gozaba Puerto Rico en aquellos momentos, y el olvido del pasado, ofreciéndose garantías a los ex combatientes que quisieran salir del país. Los jefes más representativos de la revolución que firmaron el pacto, Antonio Maceo y otros patriotas, se pronunciaron en contra y continuaron la guerra por algunos meses antes de capitular definitivamente el 28 de mayo. Sin embargo, el acuerdo, mal acogido en España, constituyó sólo una tregua, pues por integración de los revolucionarios vencidos se estableció en la isla el partido liberal. La guerra de la independencia no tardaría en reanudarse ya que en 1879 el general Calixto García se lanzó a la lucha en la llamada “Guerra Chiquita” que duró cerca de un año, al cabo del cual, los rebeldes, sin organización ni recursos, y ante la indiferencia del país, cansado de diez años de luchas, depusieron las armas.

Entre 1879 y 1895 hubo varias tentativas revolucionarias frustradas. En Nueva York, Filadelfia, Tampa, Cayo Hueso, Kingston y Santo Domingo los desterrados cubanos formaban sociedades y círculos patrióticos.

En 1892 el polifacético poeta José Martí, hijo de españoles, fundó desde el exilio el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era alcanzar la independencia absoluta de la isla. Con la colaboración de Máximo Gómez y Antonio Maceo, Martí organizó la revolución que se inició el 24 de febrero de 1895.

El día 1 de abril penetraron en la isla por Baracoa, y el 19 de mayo murió Martí en el misterioso incidente de Dos Ríos, cuya muerte conmovió hondamente a los patriotas cubanos que, sin embargo, no se arredraron. En tres meses Gómez y Maceo llevaron a cabo la llamada “invasión del Oeste”, a través de la acción combinada de las fuerzas insurrectas cubanas que asombraron al mundo de la época, y que, al mando de los citados generales, llegaron hasta las mismas puertas de La Habana y continuando las columnas al mando de Maceo hasta tomar posesión de la provincia más occidental de Cuba.

Maceo y Grajales, que desde Pinar del Río pretendía reunirse con Máximo Gómez en Camagüey, murió combatiendo el 7 de diciembre de l896 en Punta Brava de San Pedro, próximo a La Habana, tras haber atravesado por mar la trocha creada por el mando español, mientras Calixto García en Oriente y Máximo Gómez en las Villas y Camagüey, obtenían triunfos increíbles sobre las tropas enviadas desde la metrópoli.

Ante estos fracasos, en enero de 1896 el gobierno español había relevado al pacificador Martínez Campos y designó para sustituirle al general Valeriano Weyler, marqués de Tenerife, que adoptó violentas medias de represión.

Con táctica netamente militar intenta cambiar, por todos los medios, el signo adverso de los acontecimientos, aplicando nuevos métodos considerados bárbaros contra los insurrectos y elementos no adictos a la causa española, llegando a su punto culminante en el Bando de Reconcentración firmado, pero que tiene efecto mucho después de su toma de posesión, el 21 de octubre del mismo año, al ver clara la concomitancia entre población civil con rebeldes y piratas yanquis. Por dicha orden se concentraban en los lugares indicados a centenares de miles de campesinos cubanos que tuvieron que abandonar sus hogares, fincas y demás propiedades. Quienes resultaron más perjudicados fueron los ancianos, mujeres y niños, puesto que los hombres jóvenes y adultos, en lugar de reconcentrarse huían y se unían al ejército rebelde.

En 1897 se aprobó en Yara una nueva Constitución eligiéndose presidente de la República a Bartolomé Masó, y confirmando a Máximo Gómez como general en jefe.

En 1898, ante las malas relaciones hispano norteamericanas, Estados Unidos envió a La Habana el acorazado Maine con el pretexto de proteger la vida de su cónsul y otros ciudadanos de su país, supuestamente en peligro.

Tuvo lugar en la oscura y fría noche del día 15 de febrero, a las 9,45 –hora de NY.-, cuando una explosión seguida de otras, hundió el acorazado norteamericano, surto en el Puerto de La Habana en sospechosa visita de cortesía sin haber sido invitado según la normativa vigente acordada, pero que, no obstante, fue acusada España o agentes a su servicio como autores del hecho e inicio del desastre que finalizó en una guerra no deseada por este viejo País.

La incógnita que apunta el periodista, corresponsal de Radiotelevisión Española en los Estados Unidos, Agustín Remesal, en el magnífico libro de reciente edición: "El enigma del Maine", habrá de ser despejada a través del conocimiento, sentido común y de la misma lógica como sí de una operación aritmética se tratara. Es el deber de la Historia en su inescrutable sondeo de los acontecimientos, en especial aquellos en que la interpretación es controvertida, o en los qué una de las partes guarde fundamentales y firmes secretos, por razones de estado posiblemente, pero en perjuicio de la otra.

Son aún ilimitadas las conjeturas e hipótesis sobre este lamentable y más que misterioso hecho que afectó especialmente a la dignidad de aquella España, todavía imperial, y en claro provecho de un país en vías de gran desarrollo, en "el que todo vale" para conseguir su imparable avance sin importar los medios que, en atroz maquiavelismo, ya habían puesto en uso con su "madre patria" - la Gran Bretaña - a más de con indios americanos, franceses, españoles y mejicanos en su pasada reciente historia hacía el "destino manifiesto", uno de sus postulados máximos. Hoy es la máxima potencia mundial que como “gendarme del mundo”, utilizando sus propios medios y dinero, garantiza una supuesta paz para todos los habitantes del planeta

El gobierno de los Estados Unidos, a pesar de la argumentación de técnicos hispanos, insistió en acusar a España de la voladura de acorazado y le declaró una guerra desigual, proclamando al mismo tiempo el derecho de Cuba a ser libre e independiente tras negar toda intención de ejercer soberanía alguna sobre la isla, promesa que no cumpliría.

En pocos días los norteamericanos colocaron unos 15000 hombres sobre la isla, librándose duros combates con las fuerzas españolas. En el Caney yen La Loma de San Juan los españoles fueron derrotados, habiendo tomado parte activa en la batalla los propios cubanos al mando de Calixto García.

El 3 de julio, la escuadra española, al mando del almirante Cervera, fue destruida en el intento de huir de la bahía de Santiago donde se hallaba acorralada. El 17 se rindió la ciudad y el 18 de agosto se acordó un armisticio finalizando la guerra por el Tratado de Paris (10 de diciembre del mismo año), por el que España renunciaba a todos sus derechos en Cuba, Puerto Rico, Guam y las Islas Filipinas.
La derrota sufrida en Cuba trajo la intranquilidad a estas Islas Canarias, donde se temía un desembarco de los yanquis en cualquier momento. Según el Heraldo de Madrid, perdidas nuestras colonias, el gobierno para el que se necesitaba más tacto y más aptitudes era para el del Archipiélago canario, donde las rivalidades políticas entre Tenerife y Gran Canaria alcanzaban proporciones alarmantes. Perturbado por completo el equilibrio moral del Archipiélago a consecuencia de las luchas locales originadas por el caciquismo, el gobernador debería hallarse revestido de una energía y una autoridad suficiente para mantenerse al margen de las violentas imposiciones de aquellos que, con el apoyo de las altas instancias del poder, cometen con la más cínica impunidad todo género de abusos. Los enconos políticos entre Tenerife y Gran Canaria habían tomado alarmantes proporciones, siendo necesario que la prensa nacional se ocupara de los asuntos isleños, antes que lo hiciera la inglesa, por aquello de que la ropa sucia debe lavarse en casa. Canarias vivía una psicosis de posible invasión yanqui. Así el 2 de Abril de 1898, la prensa provincial daba la noticia de la próxima llegada a Santa Cruz de fuerzas del Ejército procedentes de la Península, para reforzar la defensa de las islas. Animaba el editorialista a la población para que dispensara un recibimiento entusiasta a los soldados y añadía: “Los que al finalizar el siglo XVIII supieron repeler la invasión extranjera y conservar incólume para España este pobre rincón de Santa Cruz de Tenerife, también sabrán, al finalizar el siglo XIX, defenderlo en caso preciso, con igual tensión y energía, pero no por eso es menos justo regocijarnos de que vengan a auxiliarnos nuestros hermanos del continente, por lo que todos debemos prepararnos para recibirles con los brazos abiertos y, confundidos en estrecho abrazo, saludarlos al grito sacrosanto de ¡Viva España!”.

Igualmente se creó en Canarias el Cuerpo de la Guardia Civil, institución de carácter militar y de la máxima confianza de los gobiernos españoles, que temían que Canarias optara también por la independencia del conjunto de España, y de hecho hubo intentonas al respecto fácilmente sofocadas con la detención de su máximo representante Secundino Delgado.

Si bien en Cuba, a fin de sentar las bases institucionales, Estados Unidos asumió el gobierno de Cuba (1 de enero de 1899) por tres años. Fue nombrado gobernador el general norteamericano Leonard Wood; la Asamblea Constituyente, por el convocada, se reunió en La Habana y proclamó una Constitución republicana (21 de febrero de 1901), a la cual se agregó la llamada Enmienda Platt que concedía al gobierno de Washington el derecho a intervención en la isla siempre que los intereses norteamericanos lo precisaran.

Como hecho saliente de la administración de Wood descuella el saneamiento de la Isla, que fue posible gracias al descubrimiento del sabio cubano Dr. Carlos J. Finblay de que la fiebre amarilla se trasmite por la picadura del mosquito “Stegomya fasciata” hembra o el “Aedes aegypti”, y a las medidas consiguientes que fueron adoptadas para combatirla.

En las elecciones celebradas bajo la nueva Constitución, fue elegido como primer presidente de la República Tomás Estrada Palma, que lo había sido ya de la "República en armas" durante la guerra de los diez años. Tomó posesión en 1902, y reelegido en 1906, renunció ante la grave crisis política y los Estados Unidos, que ya habían intervenido militarmente en uso de atribuciones que le concedía la citada Enmienda Platt, como medida coactiva impuesta desde el congreso norteamericano, volvieron a hacerlo en 1909, año en que entregaron el gobierno al nuevo presidente cubano José Miguel Gómez.

Mario García Menocal elegido en 1912, fue reelegido en l916 en comicios cuyo resultado fue muy discutido. Cuba declaró la guerra a Alemania en 1917, gozando en el aspecto económico de extraordinaria prosperidad fundamentalmente con el cultivo de caña de azúcar, pero atravesó una agrave crisis económica en 1920-21

Sobre este mismo asunto el periódico habanero “El Día”, con fecha 23 de enero, nos informa de la problemática que a su vez recoge el tinerfeño (Canarias) “La Prensa”, que publica la crónica de su corresponsal en La Habana donde dice que: “tomando en consideración la futura ascendencia de nuestra zafra azucarera, por la que puede calcularse que han de entrar en Cuba casi mil millones de pesos que paliarán las deudas de los hacendados y colonos cubanos, nuestros industriales y agricultores, que trabajan el suelo más propicio del mundo para la planta sacarina, y así se colocarán en condiciones de resistir victoriosamente todas las contingencias del porvenir. Son tales las condiciones favorables de nuestros campos cubanos y de nuestro clima, que una posible baja de los precios de nuestro primer producto podría llevar a la ruina a los hacendados y agricultores de otros parajes del planeta, obligados siempre a labrar, abonar y regar, mientras se mantuvieran en pie nuestras fábricas y prósperos nuestros campos”.

Este rotativo habanero hizo de perfecto agorero ya que a finales del mismo año, la famosa crisis cubana que siguió a la denominada “danza millonaria”, arruinó a hacendados, agricultores e industriales de aquella isla y naturales de estas Islas Canarias allí residentes, los más como mano de obra agrícola.

El bienestar económico que por aquellos momentos disfrutaba la “Perla de las Antillas” comenzaba su cenit por el año 1920 y como consecuencia, entre otros avatares coyunturales, de la excesiva oferta como consecuencia de la intensiva creación de nuevos centrales azucareras por empresarios americanos afincados en Cuba desde principios del siglo siempre bajo el efectivo proteccionismo económico y al amparo de la Enmienda Platt. Según el economista cubano Julio LeRiverent, entre 1918 y 1920 se fundaron, en diferentes lugares de Cuba, 53 nuevos centrales azucareras sobre las ya existentes, que dio lugar al abaratamiento lógico del mercado y consiguiente crisis al año siguiente. La crisis fue superada por la ayuda financiera concedida al gabinete de Alfredo Zayas y propiciada por la banca norteamericana.

En las elecciones de 1924 triunfó el general Gerardo Machado, apoyado por la combinación entre liberales y conservadores dirigidos por el presidente Zayas. Gerardo Machado mejoró la administración, construyó la carretera Central y el Capitolio a más de otras muchas obras públicas. Pero su propósito de perpetuarse en el gobierno y el carácter dictatorial que fue tomando su administración provocaron una tenaz oposición.

En 1933 ya se manifestaba la protesta estudiantil en la Universidad, con la creación de la asociación secreta denominada ABC y de diversos núcleos cívicos. El gobierno, en una posición insostenible, fue al fin derrocado por un golpe militar en principio pacífico. Se nombró presidente al doctor Carlos Manuel de Céspedes, pero el 4 de septiembre siguiente, se produjo una insurrección de la clase de suboficiales del Ejército (sargentos, cabos y soldados), que derrocó al gobierno instituido y destituyó a la oficialidad del ejército, encabezada por el sargento Fulgencio Batista con la ayuda de otros suboficiales.

Se nombró un colegio de cinco miembros (La Pentarquía), presidido por Ramón Grau San Martín un notorio profesor de la Universidad de La Habana.

El coronel Carlos Mendieta asumió la presidencia en 1934. Durante su mandato se derogó la Enmienda Platt y se acordó un nuevo tratado de reciprocidad con los Estados Unidos.

En 1940, tras un periodo de relativa calma propiciado por el designado presidente Fulgencio Batista, no exento de huelgas y disturbios, fue convocada una Asamblea Constituyente, se puso en libertad a los presos políticos y se prepararon elecciones generales permitiéndose a la oposición acudir a ellas con plena libertad para hacer campaña electoral.

Sin embargo, Batista fue elegido presidente y promulgó la Constitución prometida. Pero en realidad, Batista gobernaba de hecho desde la revolución que tuvo lugar en 1933 (extendiéndose hasta enero del año siguiente), bajo la supervisión y ayuda del presidente norteamericano Roosevelt.

En 1944, el doctor Grau San Martín, amigo de Batista, subió al poder por segunda vez al poder. Este segundo mandato no llegó a tener la eficacia del primero puesto que: la corrupción administrativa, la circulación de dinero negro, drogas, mafia, prostitución, “gansterismo”, incluso en medios sindicales, y la sumisión a los intereses norteamericanos en la Isla, fueron, a decir de historiadores comunistas, “lo más destacado del periodo de la llamada democracia representativa” llevada a cabo por los políticos llamados “auténticos” e integrados en el denominado Partido Revolucionario Cubano.

En 1948, otro miembro de este partido, Carlos Prío Socarrás es elegido presidente con la misma norma anterior de gobierno, lo que da lugar al incremento del descontento entre las masas populares más desarraigadas, por lo que se anunciaron elecciones. Unos meses antes de llevarse a cabo los comicios de 1952, Fulgencio Batista, una vez más apoyado por Estados Unidos, toma el poder mediante un golpe de Estado militar (10 de marzo de 1952) tomando la presidencia por tercera vez.

Bajo el mandato del general Batista, a decir de la historiografía cubana comunista, la Habana se convirtió en la capital del vicio: loterías, máquinas tragaperras, casas de juego, llegando a decirse que la capital cubana era el “prostíbulo de América”. Todo ello bajo la dirección de bandas armadas y organizadas en la ilegalidad.

La oposición estaba doblegada y Batista, que había hecho de La Habana el lugar de cita para los ricos turistas americanos, decidió aplastarla contundentemente. Creó la policía secreta y nacional a su servicio y, sobre todo, organismos especiales como lo fue el SIM (Servicio de Información Militar) y la ORAC (Oficina de Represión de las Actividades Comunistas), que tuvieron trágica fama por la metodología empleada en sus actuaciones.

Surgía, cada vez más notablemente, la figura de Fidel Castro quien, para hacerse notar ante la opinión pública cubana y mundial, decidió asaltar el cuartel militar de Moncada en Santiago, el segundo del país en importancia, hecho que llevó a cabo con estudiantes y obreros el 26 de julio de 1956, resultando un rotundo fracaso.

Procesado, juzgado, condenado a prisión y más tarde liberado, Fidel Castro se exilia en Méjico donde continúa en su ideal revolucionario para “liberar a Cuba”.

En 1956, el líder cubano y un grupo de 82 seguidores, salieron de un puerto mejicano en el famoso yate “Granma”, en dirección a Cuba desembarcando en la provincia de Oriente. Murieron muchos de ellos en encuentros con fuerzas de Batista, pero que otra parte se estableció en Sierra Maestra, extendiendo un frente revolucionario hasta fines de 1958 que controlaba gran parte de esta región y las zonas bajas o “el llano” donde mantenían revolucionarios de incógnito e informadores.

Dos años después los revolucionarios dominaban toda esta zona y se prestaban a llegar a La Habana.

El 31 de diciembre de 1958, Batista huyó precipitadamente al extranjero dejando el gobierno en manos de una junta cívico -militar, que al día siguiente hizo entrega del poder a los rebeldes.

El movimiento de Castro, recibido en principio con entusiasmo por todas las fuerzas democráticas del país por constituir la esperanza anunciada y deseada para resolver los problemas en Cuba, en poco tiempo comenzó a defraudar a algunos de los incondicionales del primer momento. Asumió la presidencia el Doctor Manuel Urrutia Lleó, pero la dirección estaba en manos del jefe de la revolución, Fidel castro, que había asumido la jefatura del ejército.

Durante los primeros meses fueron fusiladas más de 1300 personas, acusadas de ser "criminales de guerra". A pesar de que Castro proclamaba que su movimiento no era comunista, los auténticos comunistas comenzaron a infiltrarse en el gobierno y los anticomunistas fueron renunciando paulatinamente a sus cargos. Urrutia fue obligado a dimitir de la presidencia en 1959 por oponerse a la continua entrada de elementos de izquierda en el gobierno y la administración y Castro asumió las funciones de primer ministro.

Gran número de cubanos salieron del país para establecerse, principalmente en la ciudad de Miami (Florida), lugar próximo a cuba en el sur de los Estados Unidos, huyendo de la política del nuevo régimen.

Los diversos grupos políticos de exilados, con la colaboración del gobierno de los Estados Unidos, intentaron derrocar el régimen de Fidel Castro, y el 17 de abril de 1961 desembarcaron en Cuba a través de la playa de Girón con intención de invadir la isla, resultando un completo fracaso. Cayeron más de 1000 prisioneros del grupo invasor que más tarde sirvieron a Castro para canjearlos por productos necesarios, entre ellos medicamentos, muy precisos para el pueblo cubano. A raíz de este fracasado intento de invasión, Castro ya sin titubeos proclamó la "República Socialista" en Cuba bajo el paraguas de la Unión Soviética, suprimió las elecciones y estableció un partido único.

Cuba intensificó su comercio exterior y obtuvo ayuda económica de la Unión Soviética y de sus países satélites del área comunista. Los Estados Unidos suspendieron las relaciones diplomáticas con Cuba, siendo más tarde expulsada de la Organización de los Estados Americanos (1962), excluyéndola de la participación en el sistema interamericano.

Cuba permitió a la Unión Soviética la instalación en suelo cubano de bases de proyectiles cohetes con cabeza nuclear, con alcance al continente americano, lo que provocó un grave incidente con los Estados Unidos que condujo a las dos grandes potencias al borde de la guerra.

El 10 de octubre de 1962 el Pentágono tuvo la prueba irrefutable de lo que se sospechaba. En pocos meses habían proliferado diversas instalaciones militares y aparecido nuevas carreteras en sus proximidades que comunicaban entre si las nuevas dependencias. Los aviones espías U-2 y RB-47 fotografiaron toda la isla en los días siguientes, comprobándose que no existía duda: los soviéticos habían construido, en la parte más occidental de la isla, varias rampas de lanzamiento, no para armas defensivas como aseguraba la diplomacia soviética.

Los Estados Unidos no podían fallar esta vez, y debían demostrar su existencia sin precipitar una guerra, posiblemente de carácter mundial. Se pensó en un nuevo desembarco en territorio cubano, en un bombardeo fulminante que eliminara las bases ruso-cubanas; si bien ambas soluciones permitían la réplica soviética en un momento peligroso de la guerra fría que seguramente utilizaría armas nucleares.

Kennedy optó por la alternativa de un bloqueo aeronaval a la isla que haría reflexionar al presidente soviético Kruschev que sin sentirse atacado decidiría iniciar conversaciones, al tiempo que esperaría el apoyo de los países de la OTAN. En todo caso los supuestos enfrentamientos tendrían lugar en el mar, donde Estados Unidos tenía manifiesta superioridad armamentística.

El 22 de octubre se llevó a cabo el bloqueo efectivo de la isla. Veinte y cinco barcos soviéticos surcaban en ese momento el Atlántico rumbo a los puertos cubanos con la seguridad que en varios de ellos se transportaban cohetes, posiblemente con cabeza nuclear.

Nunca el mundo había estado tan próximo a un enfrentamiento entre las dos grandes superpotencias, esta vez de enorme gravedad por las trascendencias destructivas del encuentro. La noche del 22 de octubre los bombarderos B-52 del Strategic Air Comand, portadores de potentes armas nucleares, permanecieron en el aire constantemente, mientras los bombarderos B-47 se escondían en pequeños aeropuertos camuflados a la espera de intervenir. Los submarinos Polaris con proyectiles atómicos tomaban rumbo sólo conocido por muy pocos en torno al presidente norteamericano, y en Berlín los soldados de la OTAN allí destacados iniciaban maniobras de entrenamiento bélico.

Días después, los buques soviéticos portadores de armas cambiaban de rumbo y regresaban a la URSS. Los barcos que llegaron próximos a la línea del bloqueo se dejaban inspeccionar sin problemas, por lo que a muchos se les permitió continuar hacia Cuba, tras comprobada la carga. El peligro bélico inminente había pasado y el mundo entero respiró tranquilo, incluidas las dos superpotencias enfrentadas ideológicamente.

Pero Kennedy insistió en la segunda condición del ultimátum presentado al líder soviético: desmantelar las bases de cohetes en suelo cubano. Al finalizar el "octubre de la crisis", Kruschev hace saber oficialmente que retirará del Caribe todo su material atómico, mientras los Estados Unidos harán lo propio en sus bases de Turquía.

La amenaza contra el régimen cubano, desde la administración americana, ha continuado desde entonces, como una permanente obsesión por razones obvias de enfrentamiento ideológico y de la misma proximidad territorial, hasta estos decisivos momentos en que ha tenido lugar el atentado a las torres gemelas en Nueva York, conocido mundialmente como “El acto terrorista del 11 de septiembre”.

Anteriormente desde Washington se habían alentado cualquier tipo de medidas que pudieran afectar a Castro y a su régimen, siempre con el apoyo de la gran parte de la colonia cubana exiliada en Miami. Desde los inverosímiles intentos por asesinar al líder, como los ineficaces e ilegales bloqueos que renovados aún persisten. Pero nunca el riesgo del enfrentamiento armado y de enorme peligro para la humanidad, alcanzó los límites de aquel octubre que pudo modificar la faz del mundo.

A partir de estos momentos la administración Kennedy, y sucesivas, eliminaron cualquier otra tentativa armada contra Cuba. Busca centrar su desafío a la política de Castro en el mismo continente, aunque sin renunciar a incursiones sobre la isla, sabotajes, apoyo al exilio opositor, al embargo y al bloqueo comercial, y a la lucha política en la OEA, de donde ya se dijo fue expulsada Cuba, y en la sede de la ONU.

Por su parte el régimen de La Habana ofrecía y exportaba a Sudamérica ( y más tarde al continente africano) un modelo socialista y revolucionario como alternativa al dominio yanqui.

La personalidad de Fidel Castro y del Che Guevara, apoyados por la brillante teoría del intelectual parisino Régis Debray, despertaron muchas simpatías, algunas traducidas en auténticas revoluciones y guerrillas, a través de "la revolución en la revolución", que formuló Debray, mimetizando el modelo utilizado en Sierra Maestra; a partir de un foco revolucionario se auspiciaba la revolución de todo un pueblo. Este "foquismo", apoyado desde La Habana, aunque en otras ocasiones surgió de forma espontánea, fue el origen de numerosas guerrillas que operaron, con aquel ideario, en Perú, Colombia, Bolivia, Venezuela, Argentina, Chile, Brasil, Nicaragua, El Salvador y otros lugares. Todos estos países debieron enfrentar intentos revolucionarios o, cuando menos, movimientos armados que tenían la base estructural en La Habana tanto el modelo como el apoyo, si bien, se ha de reconocer, que a pesar de la ayuda soviética el sustento económico y militar que Cuba aportaba a la guerrilla externa, siempre fue modesto y consistente únicamente en instructores, contactos con otros regímenes comunistas, con mínimo apoyo logístico pero sí el cultural e ideológico.

El influjo cubano se dejó sentir profundamente en la renovación cultural e ideológica de todo el continente sudamericano. Existía, gracias al triunfo castrista, una alternativa diferente a la propuesta por los Estados Unidos como imposición y control, por lo que merecía intentar el modelo que la revolución cubana aportaba.

En 1965 se creó un partido único denominado Partido Comunista de Cuba y a partir del siguiente año, tras una conferencia “tricontinental” celebrada en la Habana, el nuevo régimen cubano puso en práctica la tesis de ayuda al tercer mundo, fomentando las luchas revolucionarias, enfrentándose a las tesis chino soviéticas. Desde entonces ha apoyado todos los focos revolucionarios de América Latina y algunos en África, siendo destacadas las intervenciones en Angola y Etiopía.

Cuba constituía una opción diferenciada, un modelo social, económico y cultural que abrió el debate a la mayoría de la intelectualidad iberoamericana versus la respuesta norteamericana consistente en el apoyo económico y militar al gobierno que se enfrentaba al foco insurreccional de turno, “satanizar” el régimen de Castro a través de los medios de comunicación y abrir sus fronteras a todo cubano que quisiera exilarse, como elemento propagandístico contra el régimen comunista y, especialmente, y como queda dicho, aislar a Cuba política y económicamente hasta el día de hoy.

Tras la caída del Muro de Berlín, se consideraba que el régimen de Castro caería igualmente por el llamado “efecto dominó”. Pero el sistema imperante en Cuba ha logrado mantenerse a “trancas y barrancas”.

Pero por estas fechas, abril de 2003, y tras aquellos acontecimientos que apuntamos al inicio del artículo, sospechamos e insistimos que las promesas que Kennedy efectuó a Kruschev para no invadir Cuba jamás, tras la peligrosa crisis de octubre de 1962, tienen visos de no querer cumplirse una vez desalojado, relativamente y con facilidad, el régimen iraquí de Sadam Husseín, y tras los acontecimientos anteriores que tuvieron lugar en Afganistán.

Estados Unidos, de la mano del presidente Bush, retoma la ancestral política del “bastón duro”.