Martes, 17
diciembre 2002

 


La hoguera del PNC

ELDIA.es

1.- El PNC ha decidido crear una comisión de investigación que indague sobre las actuaciones políticas de uno de sus miembros más destacados, José Luis Álamo, vicepresidente nacional. Los motivos de la drástica decisión, no compartida por la generalidad de los militantes, van desde algunas declaraciones hechas por Álamo hasta su supuesta afinidad política y sus contactos con conocidos personajes de Coalición Canaria, como el senador Victoriano Ríos. Creen ciertos dirigentes que el doctor Ríos y José Manuel Bermúdez, vicepresidente del Cabildo de Tenerife, son los enlaces de CC y los encargados de llevar al PNC al huerto de la coalición. En este momento, el Partido Nacionalista Canario es una hoguera que arde a fuego muy rápido y tiende a devorar a sus propios atizadores. Yo recomendaría a sus dirigentes que calmaran los ánimos aunque el odio que anida en esta formación política y la tremenda división que se produce entre sus miembros principales haga casi imposible la concordia y el entendimiento. Cada vez que aparece en cualquier medio de difusión una noticia de falta de acuerdo entre los nacionalistas, el acontecimiento es celebrado en el PP y en el PSOE como un signo de debilidad de los partidos de ámbito regional. Luego flaco favor se están haciendo a sí mismos los que mantienen la confrontación donde debería haber posturas más serenas y diálogos más fluidos que guerras y comisiones de investigación, que todo el mundo sabe cómo empiezan pero nadie sabe dónde terminan.

2.- ¿Quién tiene la culpa de los desatinos cometidos inter pares? No lo sé, a lo mejor no existen culpables absolutos, como casi siempre, sino que todos llevan en las alforjas su cuota de responsabilidad. Es curioso, el PNC, que no ha gobernado nunca, se encuentra a la greña sin tocar cuota de poder. ¿Qué ocurriría si sus dirigentes se hubiesen instalado en él? Los miembros de este partido, los dirigentes y los de base, deben armarse de una gran carga de generosidad para no dar al traste con unos afanes históricos mantenidos contra viento y marea, desde la lejana fundación de Secundino Delgado hasta la cercana refundación de Juan Pedro Dávila y Bernardo Cabrera. Secundino fue un mártir, un patriota injustamente acosado por el poder, encarcelado y vejado por quienes creían que el nacionalismo era perseguible de oficio. Sinceramente, me gustaría que los que ostentan la legítima herencia de sus siglas tan amadas no den el espectáculo bochornoso que ofrecen en la calle, sin que necesariamente me ponga de una parte ni de otra. Si acaso, de parte del PNC y de lo que históricamente significan estas letras. El nacionalismo no debe ser flor de un día, ni tan solo la respuesta sincera y local a imposiciones ideológicas ajenas y no deseadas por un territorio lejano y fragmentado. El nacionalismo tiene que ser depositario de los afanes de la gente de nuestra tierra, que desea vivir en paz y en armonía, rodeada de dirigentes políticos que la entiendan y que compartan sus problemas, que hablen el mismo idioma y que comprendan su susurro y su clamor. He ahí la grandeza y la trascendencia de lo poco que se pide. Peleas y persecuciones.

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