LA LLAMADA EMIGRACION MASIVA A CUBA

 

Por Miguel Leal Cruz

 

La emigración de canarios hacia Cuba a se intensifica de manera notable, en la segunda mitad del siglo XIX, al ser apoyada por los intereses económicos españoles en la Isla, y se convierte en superior a la del resto del territorio español tomando datos porcentuales, argumento a veces puesto en duda por algunos otros estudiosos que discrepan, en determinadas cifras, de la estadística aportada. Alegan que fue mayor cuantitativamente las aportaciones de asturianos o los de la región gallega, etc., si bien el patronímico "gallegos" ha dado nombre al tópico ancestral con referencia a los españoles peninsulares en su conjunto, considerando superior a la de canarios en su globalidad.

 

Estos historiadores no analizan el conjunto entendido en proporción a la extensión territorial de origen y su número en habitantes por kilómetro cuadrado, sino en su globalidad, por lo que resulta superior a los procedentes de las territorialmente exiguas Islas Canarias con apenas 7000 km2 de superficie y población exigua en aquellos momentos.

Mantiene el profesor Hernández González que en los censos de 1846 y 1862 se contabiliza un 42 % de canarios, frente a un 58 % del resto de España sumando a todos los emigrantes, si bien que hubo períodos de gran hambruna en que la aportación migratoria peninsular fue notable. Pero ha de quedar claro que la aportación porcentual cuantitativa es siempre superior desde Canarias, y probado que a veces se sumaban a aquellos peninsulares que de paso o con residencia limitada usaban los puertos de las islas como escala para culminar la ruta sin el peligro que imponían las otras alternativas hasta prácticamente fines del siglo XIX.

 

Itinerarios cuyas travesías se hallaban llenas de todo tipo de peligros, especialmente por las tempestades tropicales tan frecuentes en cualquier punto del Mar de Las Antillas, a lo que debemos unir el abuso sistemático a que eran sometidos los sufridos emigrantes, que para obtener mayores beneficios, los armadores hacinaban a las gentes en espacios impropios para una garantizada mínima comodidad y menos sanitaria. Eran frecuentes, durante la travesía, las frecuentes muertes a bordo eran producidas por la adquisición de enfermedades tropicales, en la que figuraban también la gripe, tisis, y otras, agravadas por la falta de una casi total falta de infraestructura sanitaria en el navío, según apunta el profesor de Julio Hernández en su tesis doctoral sobre emigración a Cuba.

 

Ello no es óbice para que en la década de los años 80 del siglo, ante la masiva siembra de caña en zonas de Brasil, Jamaica y otras islas antillanas, aspecto que representaba para Cuba una grave crisis en la elaboración y venta de su principal producto, el emigrante canario fuera la mano de obra favorita de los cubanos. A todo ello sumamos la bajada de precios en su comercialización, la falta mano de obra barata tras la abolición de la esclavitud, y la carencia de una política migratoria debidamente organizada, en estos momentos, hizo surgir la idea entre los dueños de ingenios, vegas y tabacales, de parcelar y dividir sus terrenos, poniéndolos en venta o arriendo a pequeños colonos en su mayoría "isleños vegueros".

 

Hacia 1886 continuaba "in crescendo" el éxodo migratorio de canarios hacia la Gran Antilla, puesto que las fuerza de trabajo ya estaba constituida, según el Circulo de Hacendados, por 45.000 blancos que representan un aumento considerable respecto a cálculos anteriores, 30.000 asiáticos de recién importados de China, vía Estados Unidos, Méjico o Guatemala, y unos 100.000 hombres de color libres y patrocinados, naturales de Cuba, o procedentes de Haití, Santo Domingo y de otras islas adyacentes.

En el último años del siglo y primeros años del siguiente (siglo XX), surge el gran auge migratorio canario hacia la Gran Antilla, que los historiadores han acordado denominarla "masiva", trasvase que se hizo necesario para complementar los desajustes económicos que se producían entre las Islas y Cuba, aún posesión española. La decadencia general de la economía y de la misma sociedad canaria en aquellos momentos, por la sustitución del hombre asalariado o peón por el medianero y aparcero unido a la disminución de la actividad urbana, se tradujo en un fuerte flujo migratorio poblacional.

El empobrecimiento de las condiciones de vida en los sectores menos pudientes isleños, conocedores que al otro lado del Atlántico se precisaba trabajo con el aliciente de un salario tres veces superior, provocó la emigración de mozos y a veces de familias enteras, muchos de ellos convertidos en colonos que trabajarían durante todo el año en las haciendas, pero recibiendo, además, una parcela para cultivar alimentos de autoconsumo, que complementaba su economía destinada al ahorro.

Un elevado porcentaje regresaba a las islas una vez participado en las zafras cubanas, a través de las llamadas "emigraciones golondrinas", pero no es menos cierto que otro gran porcentaje permanecía sujeto a Cuba por diversos factores, entre ellos la vinculación a grupos familiares, matrimonios etc. Queda claro el estudio de diversas fuentes que el canario, normalmente contraía matrimonio con gentes de su propia región, pero no es menos cierto un alto porcentaje lo hacía con las procedentes de otras regiones españolas, e incluso cubanas.

Por aquella década final del siglo, surge la grave crisis ocasionada por la guerra hispano-cubano-norteamericana, que aminora y perjudica el statu quo creado hasta aquel momento, pero la relación migratoria canaria con Cuba continuará a partir de 1903, y con mayor intensidad durante los treinta primeros años del siglo XX.

 

La Guerra de Independencia de Cuba (1895-98), que se hace definitiva, tras la iniciativa del ideólogo independentista de origen canario José Martí, a pesar del esfuerzo de los españoles fieles, voluntarios y de los mandos españoles en la isla, se extiende rápidamente desde Oriente hasta la Provincia de Pinar del Río, en acción combinada de fuerzas insurrectas cubanas que asombraron el mundo de aquel mismo año de 1895.

La opinión pública fue hábilmente movilizada a través de la prensa , único y eficaz medio de difusión y comunicación de masas en la época, constituyendo el factor de más influencia, quedando amenazada, por último, la propia Habana sede suprema de la administración civil y militar españolas, en permanente estado de alerta desde finales de dicho año y dos meses antes de la llegada del nuevo capitán general Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife.

 

Este militar asume las riendas del mando supremo el día 12 de febrero de 1896 en breve acto de toma de posesión en la Capitanía General de La Habana e inmediatamente tomaría las medidas pertinentes para ganar una guerra que a juicio de varios observadores estaba ya sentenciada.

Con táctica netamente militar intenta alterar por todos los medios el signo adverso de los acontecimientos, aplicando los métodos personales considerados bárbaros, que ya había puesto en práctica en otros lugares, contra los insurrectos y elementos desafectos a la causa española. Dicta órdenes que culminan en el bando de reconcentración de la población del campo en ciudades fortificadas, firmado poco después de su toma del poder, si bien entraría en vigor el 21 de octubre de aquel mismo años, al comprobar la clara concomitancia entre población civil con el ejército rebelde y con la ayuda norteamericana llegada del exterior.

El profesor cubano Cantón Navarro apunta en su libro, que la citada órden " motivó que miles de cubanos tuvieran que abandonar sus hogares, sus fincas y demás propiedades, con sus animales y enseres domésticos, trasladándose hasta los lugares designados por el bando. Los concentrados, sin medios de subsistencia vagaban por los portales, parques y calles de las poblaciones, durmiendo a la intemperie y se mantenían de la caridad pública, puesto que el Ejército español poco o muy poco podía hacer por ellos, sólo vigilarlos".

La situación desesperada en que desembocó la guerra cubana, dio lugar a excesivos gastos en traslado desde España, especialmente desde Canarias, y mantenimiento de ese inmenso ejército que llegó a estar formado por 200.000 hombres situados en suelo cubano, que desembocaron en enormes gastos para la sufrida hacienda española.

El gobierno llegó a devaluar la peseta, cuando su cotización en el mercado internacional era superior al mismo dólar americano. Se hizo famosa la tópica frase "España pondrá en Cuba el último hombre y gastará la última peseta".

Con más racionalidad actuaban algunos periódicos , como EL NACIONAL, que en artículo editorial , respecto a aquella defensa a ultranza para conservar Cuba, decía: " ...cueste lo que cueste se transforma en pérdida de los fundamentos integristas preconizados, para acercarse más al sentido lógico y de racionalidad..., y para intentar salvar lo que se pueda...Con una deuda que alcanza los 3000 millones de pesetas, una inevitable guerra con los Estados Unidos y todo perdido, y con una autonomía radical en la isla, que es igual a la independencia, que los cubanos terminarán por no aceptar, lo que supone la anarquía,...¿ pero es que nadie ha pensado en una anexión pactada, y beneficiosa para España que garantice las propiedades de los peninsulares y nos redima de la deuda?".

A esto habremos de añadir la solicitud de compra por parte de los Estados Unidos, en un proyecto acordado pero no posible por razones de Estado, así como el deseo de "muchos españoles residentes en Cuba", que para conservar sus propiedades y su "status", eran partidarios de la independencia.

Todo este buen deseo se esfumó puesto que el escenario cambia radicalmente con el estallido de la guerra hispano-norteamericana, ya irreversiblemente provocada por los intereses "yanquis" y, cuyo desenlace, de todos conocido, provocó el mayor desasosiego y pesimismo jamás conocido en nuestra Historia que condujo a una "regeneración de ideas".

Los cubanos pudientes y de mayor escala social y económica, portadores de amplios poderes, trataron de llegar a un consenso con España para un acuerdo de beneficio recíproco, prácticamente hasta finales del siglo XIX en los prolegómenos de la total emancipación, puesto que, salvas excepciones, nunca desearon la ruptura total.

 

Hemos de aceptar que la economía de la isla demandaba mano de obra especialmente coyuntural para los momentos de recolección o zafra de azúcar y tabaco, sin descartar la población fija de colonos que permanecían todo el año en los campos de producción como "plantilla fija".

En el período de 1895 a 1910, tuvieron lugar altibajos en este flujo migratorio canario, pues la Guerra de Cuba junto a las consecuencias derivadas del nuevo "status" y dificultades para la recuperación económica, a lo que se añade la coyuntura favorable en la economía del Archipiélago, por una parte y la masiva entrada de capitales americanos en la Cuba Republicana independizada de España, que arrendaba grandes campos azucareros con braceros propios por otra, motiva un decaimiento migratorio desde Canarias, salvo las llegadas ilegales o clandestinas, para reunirse con familiares residentes en Cuba tras su independencia, o las siempre frecuentes de muchos jóvenes inadaptados o con problemas con la justicia.

Sin menoscabar cierto éxodo migratorio ilegal procedente de mozos en edad de servicio militar que desertaban en evitación de recluta para las guerras de África, la auténtica inmigración canaria volvió a intensificarse a partir de 1910 y especialmente entre 1915- 1920 por las graves consecuencias que tuvo para Canarias el desenvolvimiento de la Primera Guerra Mundial, que impedía la salida de producción agrícola ( especialmente plátanos y tomates), para exportación, restringiendo de paso cualquier otra actividad complementaria sobre todo el tráfico de los puertos de La Luz y Santa Cruz de Tenerife.

Es por ello que estos momentos son los que aportan el mayor volumen poblacional migratorio a Cuba. La Gran Guerra, perjudicial para los intereses económicos canarios, en contrapartida fue de enorme éxito comercial para Cuba. La crisis llevó a la Perla Antillana a una ingente masa de emigrados que llegó a su punto culminante en el bienio 1919-1921, periodo en que los barcos que partían de los puertos canarios, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de la Palma, principalmente, resultaban pocos para la gran demanda migratoria que superaba casi siempre las plazas disponibles. bricas y prósperos nuestros campos".

El bienestar económico que por aquellos momentos disfrutaba "La Perla Antillana", conocida por "La Danza de los Millones" o como periodo de "vacas gordas", comenzó a decaer a comienzos del año 1920 como consecuencia, entre otros avatares coyunturales, por la excesiva capitalización norteamericana en la Isla que incrementó la creación de numerosos ingenios azucareros bajo el amparo del poder monetario y por la protección económica que les deparaba la Enmienda Platt, firmada entre ambos países en 1903 como un anexo a la Constitución de la nueva República caribeña.

Según el economista cubano Julio Le Riverend, Historia Económica de Cuba, Instituto Cubano del Libro, La Habana 1974, que nos dice: "...entre 1918 y 1920 se crearon 53 nuevos centrales azucareros sobre las ya existentes", lo que produjo consecuentemente una demasiada oferta y por tanto el abaratamiento lógico del mercado azucarero en breve plazo.

En pleno mes de junio de 1921 la crisis era profunda y afectaba a los más desfavorecidos, y así lo atestigua la prensa cubana. De forma casi unánime se hace eco del problema que afecta a miles de emigrantes, muchos canarios.

El HERALDO COMERCIAL lo expresa claramente con cruel realismo, calificando los hechos como "espectáculo desolador y triste, los inmigrantes quieren marchar y, sin comida ni ningún otro medio de subsistencia, no lo consiguen; deambulan por toda la isla buscando cualquier solución..."

Los "medios pasajes" que lograba obtener el Consulado General de España fueron distribuidos, en su mayor parte, a los que tenían por destino Las Islas Canarias. La actitud de las compañías navieras en su egoísmo exacerbado es denunciado por la misma prensa habanera, especialmente por el periódico EL COMERCIO que recriminaba la subida del billete más y más a costa del pobre emigrante, sin reparar en la grave crisis económica por la que atraviesan.

Otro medio de información, más progresista, LA LUCHA, denuncia igualmente a los consignatarios de un buque francés que fiscalizaban uno a uno los billetes para comprobar que se hallaban al corriente del pago acordado para el viaje, "el horrendo precio de ciento trece pesos".

Es difícil cuantificar el número de inmigrantes canarios, siempre incluidos como españoles en general, por tanto determinar cuales eran repatriados canarios a fines del citado año de la crisis.

No obstante, siguiendo a los profesores de la Universidad de La Laguna, Julio Hernández García y Manuel Hernández. González, citados y autores de la separata Cuba: Crisis económica y repatriación 1921, AEA 39/93, podemos determinar que en un montante de 20.000 españoles sin distinción de lugar de destino, cifra estimada por el periódico LA PRENSA de Tenerife, en lo que respecta a las Islas Canarias, podemos afirmar que fue la provincia de España que más contribuyó a la emigración en estos años y, por tanto en igual proporción a la repatriación , aun conociendo el elevado número que permaneció en Cuba por haber formado allí un nuevo hogar.

Es muy probable, por tanto, que fuese Canarias una de las tres regiones españolas más afectadas por la repatriación del "crak cubano" del año 1921, estimándose según cifras oficiales como retornados en dicho año la de 3.416 y que continuará en 1922 con 2.411 repatriados más.

¿Cómo fue posible un cambio tan radical en sólo dos años de la coyuntural alcista 1919-1920?

Félix Duarte, el gran poeta palmero, afincado en Cuba, lo expresa claramente en carta dirigida al profesor de la ULL, Manuel de Paz Sánchez, que recoge y transcribe en su libro Wangüemert y Cuba Tomo II. Pág. 19, cuando dice: " El año 1920 fue muy favorable para la emigración canaria. Conocía a muchos con los bolsillos llenos de billetes de banco. Pero la vertiginosa prosperidad económica no duraría mucho... Si el 19 de mayo de 1920 el azúcar se cotizaba en el mercado americano a 22 centavos de dólar la libra, antes de terminar la quincena de diciembre del propio año, la tragedia de la industria azucarera llamó a las puertas de la realidad al anunciar que por cada libra del dulce cubano sólo se recibiría 3,75 centavos de dólar".

A partir de ahí las quiebras se suceden en cadena con un único claro beneficiario: el dólar y la fase superior del capitalismo americano, que aprovechando las bancarrotas, adquirieron a bajo precio un montante de más de 23.000 Km2 de superficie de tierra de cultivo, entre otras propiedades, y causantes, a decir del economista Carlos Marichal, Historia de la deuda externa en Latinoamérica, capítulo 7 y 8, Alianza Editorial, Madrid, 1988, del desequilibrio financiero y consiguiente inflación que provocó aquella actuación poco lógica en sus monopolios cubanos, a partir de 1919, y por tanto motivación para la poco sólida "danza de los millones", convertida en crisis consecuente.

El efecto para Canarias, tanto para canarios residentes en Cuba, como para sus familiares en las islas fue desastroso, y así lo testimonio el poeta citado, Félix Duarte, que viajó a Cuba en 1919, y trabajó varios meses en una casa comercial, fundando más tarde la revista CUBA Y CANARIAS , quien nos dice: " ...que desde dicho año (1919) Cuba gozaba de gran prosperidad sugestiva. El azúcar y tabaco se cotizaban a buenos precios. Los canarios, como se conoce, "levantaban" el 70 % de la zafra azucarera y el 90% de la tabacalera. Por aquella época la emigración fue de más de cien mil canarios , de los que muchos regresaron a las islas, pero la mayoría se quedó en Cuba forman un nuevo hogar. De Canarias volvieron nuevos retornados que contraían matrimonio en "La Perla del Caribe" con isleñas o nativas, llegando a contar la colonia canaria con más de ciento diez mil personas. Eran buenos tiempos, llamados de "vacas gordas", con abundancia de dinero. Jamás se vivió mejor en Cuba.

Efectivamente, un jornalero ganaba mucho, pudiendo vivir con el confort que nunca había conocido en las islas en las que un jornalero, trabajando de "sol a sol", no superaba las dos pesetas, y añade este "isleño" residente: "... yo viví lo que cuento".

Argumentación, por otra parte corroborada en un artículo escrito en el diario habanero ACCION, firmado por otro canario, Cristóbal S. Monagas, y que reproduce el periodista palmero Gómez Wangüemert, residente en Cuba para el rotativo de su isla, en el que escribe habitualmente, EL TIEMPO, en el que se lee, en 1934: "... el canario fundó pueblos en Cuba, coadyuvó a la formación del más del 50 por % de nuestra población en grave detrimento de la de su país canario, unos dos millones de habitantes, sostuvo sobre sus hombros el 90 por % de la cosecha tabacalera, y similar proporción en la azucarera, difundió la cultura por el verbo de sus maestros y enseñantes (sic), escritores y periodistas, desde la Universidad de La Habana hasta la humilde escuela pueblerina y dio a la revolución emancipadora la aportación de generales, jefe y soldados arrebatados al fomento del agro".

Sin otros comentarios.

 

MIGUEL LEAL CRUZ, LCDO. EN HISTORIA Y PERIODISMO, LA LAGUNA-CANARIAS (ESPAÑA)